Mi cuerpo es un templo… del indie pop.

Listas de complejos, libros de autoayuda y otras formas de enfrentarte a tu nuevo  cuerpo de mujer adulta.


by Isa


Si sois tan “fósforas” de Twitter como yo, os habréis enterado de que hay un canal, de cuyo nombre no logro acordarme, que emite un programa llamado “Cuerpos Embarazosos”. El programa consiste en una serie de testimonios de gente que explica cosas embarazosas sobre sus cuerpos, ya sean elementos extraños, deformidades curiosas o reacciones dignas de admirar.

El único día que llegué a ver ese programa, pues lo echan a una hora en que las señoras de mi edad estamos ya traspuestas, me di cuenta de que la serie de complejos que me habían atormentado a lo largo de la vida, no eran más que niñerías comparado con los que mis ojillos estaban viendo. ¿Cómo podían mis dientes de conejo o mis gemelos XXL competir con tremendas obscenidades de la naturaleza?

El primer contacto con la realidad sobre tu físico suele sucederse en la más tierna infancia. Tú eres una niña feliz, de rubios mechones sobre la frente, y tu madre siempre te ha dicho que eres la niña más guapa del mundo. Como no sabes que tu madre le ha dicho eso mismo al resto de tus hermanos y aún no te has enterado que no es más que una estratagema de programación mental para que no la metas en un asilo cuando se haga mayor, te has creído eso de que eres “la niña más guapa del mundo”. Hasta que llega un día en que alguno de tus compañeros de clase te dice a la cara una cruel verdad sobre tu físico, en mi caso: “hola gorda”. En realidad fue algo así como: “hola gorda, ¿por qué no vas a coger agua a la fuente y la escupes sobre mi montoncito de tierra?”. En ese preciso instante empieza tu vida de mujer acomplejada.

El hecho de que en los años posteriores tu cuerpo vaya cambiando por etapas no ayuda en nada. Es decir, durante una temporada eres patilarga y la siguiente los brazos te llegan a las rodillas cual orangután. Te crecen los pechos, proceso que duele horrores, te sale vello facial y púbico, te cambia la voz y tus adorables dientes de leche se caen para dejar paso a otros que, en la mayoría de los casos, están llamando a gritos al ortodoncista. Y todo esto en un lapso de tiempo que no suele durar más de diez años. ¡Diez años! Es una locura pretender que un ser humano pase por todos estos cambios en menos de una década y no tenga algo de resquemor con su propio cuerpo. Es decir, si ahora mismo me dicen que cuando cumpla los 40 tengo que haber pasado por otro proceso de cambio igual, creo que me hago el harakiri aquí mismo con la cucharilla del té que me acabo de tomar. Imaginad si se lo dicen a aquellas mujeres que cuando se cortan el pelo cinco centímetros lloran, drama asegurado.

Si alguna vez habéis leído algún libro o artículo de autoayuda sobre cómo superar los complejos, todos se basan en la premisa de que éstos son pensamientos irracionales que provocan que te veas a ti mismo de forma desvirtuada y no puedas hacer un juicio objetivo de tu imagen real. Es cierto, no sé si lo habéis comprobado, pero si haces una lista de todos los complejos que tienes, el resultado final es una imagen totalmente deforme y sin sentido de ti mismo. Durante más o menos un año, cuando aún tenía veintipocos, leí bastantes artículos de este estilo y me obligué a hacer esa lista. Cuando ya la tenía totalmente elaborada, reflejé esos defectos en una imagen final y el resultado fue que me veía a mí misma como un clon de Barney Gamble pero mejor depilada.

 

 

Por si alguno de vosotros está pensando qué hay de cierto en mi parentesco con Barney, no, no me parezco a él. Al menos ahora que me ha crecido el pelo… ¿Cómo fue capaz mi mente de desvirtuar tanto la imagen que veía cada día en el espejo? ¿De dónde vienen todos esos complejos?

No voy a hacer un speech de denuncia hacia la publicidad, las grandes marcas de moda o las revistas de tías, ya dejé clara mi opinión sobre ellas en el anterior post y no merece la pena ponerse intensa porque no es lo mío. Que las modas y tendencias tienen mucho que ver sobre los complejos de la juventud, tanto en ellas como en ellos, es un hecho indiscutible. Puedo imaginarme a Botticelli haciendo casting de modelos para sus pinturas y, al ver a una chica que hoy consideraríamos de peso medio, exclamar alarmado: “¡denle un cochinillo a esta ragazza que está en los huesos!”. Pero yendo un poco más lejos, ¿quién nos asegura que no somos nosotros mismos los que nos boicoteamos? Yo puedo aseguraros que he utilizado alguno de mis complejos para librarme de algunas actividades que no me apetecían lo más mínimo, y lo he hecho sin remordimientos.

(N. del A.: releyendo todo lo que he escrito hasta ahora me doy cuenta de que he hecho un montón de preguntas al aire y me he sentido un poco Carrie “manos de garra” Bradshaw escribiendo su columna semanal, y me estoy sintiendo de lo más sucia, así que voy ir acabando ya…).

La vertiente más hippy de la psicología, insiste en que todos debemos creernos seres hermosos que la naturaleza ha creado con amor. Yo no tengo nada de hippy, así que estoy de acuerdo con la parte que dice que todos somos seres, y creo que no me equivoco. A partir de aquí, si te ha tocado estar en un cuerpo que no se adapta del todo a los cánones de belleza actuales, no te martirices, asume que vas a tener que potenciar otras cualidades y ponte a trabajar en ellas. Yo nunca seré un ángel de Victoria´s Secret, sin en cambio me se da bastante bien esto de escribir.

Para terminar, si miráis más abajo, podréis ver el video de una de mis canciones favoritas de La Casa Azul, La Fiesta Universal, porque “hoy preciso recrearme en mi pueril vulgaridad” y quería dedicarle a mi cuerpo serrano una canción, porque mi cuerpo es un templo… del indie pop. ¿Y el vuestro de qué lo es?


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