Pies pa’ qué los quiero si tengo alas para volar.
Frida Kahlo
Hace unos años emprendí un viaje de intercambio académico a un país que prometía ser maravilloso, no sólo por el chocolate o la nieve, sino porque me permitiría ser la persona que nunca había podido ser. Iría a un país en el que nadie me conocía, en el que podía jugar a ser quien quisiera, como quisiera, porque al fin y al cabo si la regaba regresaría a mi realidad y nada pasaría. Lo que no imaginaba es que en ese viaje descubrí a la persona que en realidad era y que había tenido mucho miedo de ser. Finalmente logré desconstruirme y construirme en un espacio abierto (o mucho más abierto de aquél en el que había nacido y crecido) sin miedo al qué dirán, a los prejuicios, a equivocarme.
Claro, para darme cuenta de eso pasaron algunos años de reflexión, de historias, y hoy lo puedo aceptar con orgullo y cariño. En ese viaje descubrí la libertad de mi cuerpo, de mi mente, los errores sin exceso de culpa ni críticas, la sororidad de mujeres que no sabían que esas prácticas nuestras de apoyo, amor y respeto eran sororales; me quité de encima tantos prejuicios que no puedo enlistarlos, enfrenté la soledad, el rechazo. Por primera vez, de manera consciente, elegí una familia que todavía hoy llevo en mi corazón y mis pensamientos, que me acompañó (muchas veces sin saberlo) en un proceso identitario que ha marcado mi vida desde entonces.
Emprendí ese viaje sin pensarlo, sin planear mucho, sin esperar tanto. En ese momento me hubiera encantado que alguien me avisara de todo lo que podía encontrar más allá de las fiestas y los amoríos. Porque cuando emprendemos un viaje, preparamos una maleta en la que metemos lo que creemos que más falta nos hará, lo que no podremos conseguir y podríamos necesitar, lo que mejor nos queda, todo aquello que nos es casi imposible dejar atrás, incluso nos acostamos sobre la maleta tratando de que todo entre pa’ no dejar nada fuera.
Por eso aquí os dejo unos tips para esos largos viajes (o no tanto). Quizás te puedan ayudar.
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Viaja ligera. Debemos aprender a dejar atrás todo lo que en realidad no nos sirve. Nos apegamos tanto a cosas o recuerdos de personas que muchas veces no disfrutamos plenamente esos viajes que sólo deberían ser para nosotras.
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Haz tu maleta pensando en todo lo que vas a adquirir durante ese viaje. Aunque no nos lo propongamos, en nuestros viajes conocemos tantas personas y vivimos tan mágicos momentos que siempre vamos a querer llevarnos algo de ellas, así que siempre prepara la maleta dejando el hueco para todo lo nuevo que adquieras o construyas durante tu viaje.
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Viaja segura de ti misma. Los miedos se valen, pero al final no olvides que debes confiar en ti. Sigue tus corazonadas, aprende a escucharte, a reconocerte.
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No mires atrás. Lo que fue no puede ser de otra manera, no lo olvides. Debemos aprender a desprendernos un poco del pasado (aprendiendo siempre de él) para construir nuestro futuro.
Y lo último que me queda decirte es ¡ríe! ¡Sonríe siempre a la vida! No tengas miedo de lo que pueda o no pasar, diviértete y abraza cada una de las historias y personas de tu viaje, llena un álbum de recuerdos de ellas.
¿Tú también iniciaste un viaje que ha cambiado tu vida? ¡Cuéntanos sobre él!
Alma
1 Comentario
Me encantó este artículo! En agosto voy a emprender mi propio viaje para iniciar mis estudios de maestría, y hay días en los que me levanto muerta de miedo. ¿Y si no conozco a nadie? ¿Y si le caigo mal a todo el mundo? ¿Y si no puedo con el choque cultural? No se, por una parte quiero irme mañana mismo, y por otra me gustaría vivir debajo de las cobijas sin necesidad de preocuparme por nada.