Las redes sociales nos facilitan muchas cosas, pero pueden convertirse en una adicción. Ilazki reflexiona sobre el abuso del móvil y las nuevas tecnologías.
Plano de situación: un comedor de un restaurante cualquiera a las 14:00 de la tarde. Dos mujeres jóvenes, cada una en una mesa. Y, ¡cómo no!, los smartphones en sus manos. Una pide el postre mientras whatsappea, la otra come el segundo plato sin dejar de mirar y escribir en el móvil. Y mientras tanto, yo, fijándome en los cuadros de las paredes y pensando en qué pedir para comer. ¿Seré rara por tener el móvil en el bolso y no en la mano?
Mientras tanto, y entre los vivos colores de los cuadros, me he parado a reflexionar… ¡Cuánto han cambiado las cosas en pocos años! Ya no podemos esperar a nuestro próximo plato en un bar, al autobús, a un amigo o amiga, sin mirar el móvil. Parece que fijarnos en lo que nos rodea y disfrutarlo, ya no es suficiente. Preferimos estar online, aunque… ¿Eso es estar online? ¿Estar más atentas a lo que ocurre al otro lado de la pantalla que a lo que tenemos delante?
Tengo la sensación de que nos tienen que obligar a estar sin cobertura para desconectar de tantas notificaciones y mensajes y centrarnos en el momento, ese del que tanto alardeamos en las redes sociales y que tan poco vivimos. A más de una amiga le he escuchado decir he estado unos días sin whatsapp porque tenía problemas con la configuración, y no sabes qué tranquila he estado. ¿Y por qué no somos nosotras las que decimos, hoy a la tarde no miro el móvil… o el fin de semana lo desconecto? No tendría que ser necesario que un factor externo nos obligara a tomar esa actitud; lo más sano sería que nosotras pusiéramos los límites. ¿Es necesario estar todo el día conectada? No creo que pase nada si nos mandan una foto en Facebook y no le damos al me gusta en dos días… O quizás sí.
La expectativa de que siempre debemos estar disponibles para nuestros jefes, compañeros y compañeras y familiares constituye un verdadero obstáculo a la hora de intentar reservarnos ratos de intimidad, comenta el escritor Lesley M. M. Blume a The Times. Totalmente de acuerdo señor Lesley.
Me parece interesante seguir investigando y avanzando en la comunicación, nuevas tecnologías y aparatos novedosos que nos ayuden a mejorar la calidad de vida; pero, a su vez, es imprescindible comprender dónde está el límite antes de dejarnos llevar por lo cibernético para dejar de vivir lo real. Me parece importante marcar, por un lado, los momentos para revisar correos, tuits, notificaciones de Facebook, pines del Pinterest, etcétera; y por otro, el tiempo para disfrutar de la compañía de nuestra gente, de la lectura, de nuestra casa, sin que nos moleste el móvil o el ordenador. Creo que los dos aspectos son compatibles si los sabemos entender de manera consciente y coherente.
Por ejemplo, antes para sacar fotos, necesitabas tener la cámara; para entrar al correo, el ordenador; y la agenda en papel para tu día a día. Ahora, en cambio, en un mismo aparato lo tenemos todo. ¡Es genial! Un gran avance que, en mi opinión, deja de serlo cuando dejamos de atender en una reunión para responder al mensaje -que podemos responder cuando termine-, o cuando no somos capaces de estar hablando en un bar con alguien sin que nos molesten los pitidos de Whatsapp.
Según la psicóloga Norma Alfino, quien trabaja con adolescentes, comparar la adicción a Internet con otras adicciones funciona como una perfecta metáfora para entender mejor así la problemática. En las adicciones de alcohol o drogas –dice la especialista-, ingresa una sustancia al cuerpo, mientras que con el mundo virtual lo que tenemos es un estímulo. En los dos casos todo tiene que ver con una demanda que no puede ser satisfecha y que invita de esa manera a una conducta compulsiva.
Por otro lado, Kurosh Yatsdi, un psiquiatra austríaco, después de varios años de estudio, aseguró que Twitter y Facebook provocan la misma dependencia que los narcóticos y abandonarlo es más difícil que la cocaína. Fridas, ¿será cierto? Al menos a mí me ha dado qué pensar y espero que a vosotras también. Aún no se conocen las consecuencias que puede tener este boom tecnológico en nuestra salud y en nuestra vida social; pero en un principio, y sin muchos estudios aún, parece ser que los cambios serán más grandes de lo que imaginamos.
Para seguir siendo las dueñas de nuestras vidas, tenemos que seguir cuestionándonos más que nunca lo que nos ocurre y actuar en consecuencia. Las redes sociales están muy bien para hacer planes, hablar con gente que está lejos o cerca, pero, ¿ nos limitamos a eso o nos pasamos el día navegando? Y lo más importante, ¿lo hacemos conscientemente? ¿Es eso lo que queremos o nos agobia estar así? ¿No tendríamos que hacer una selección de lo que queremos leer o ver?
Hay iniciativas como el juego de los teléfonos amontonados, que surgen como una llamada de atención al nivel de dependencia que estamos viviendo hoy en día con los móviles, pero sigo pensando que éstos son juegos, que pueden durar en el tiempo o ser una simple moda. En cambio, si nosotras nos marcamos los tiempos, los límites y las maneras de relacionarnos con el entorno y con nosotras mismas, no necesitaremos este tipo de juegos a la hora de compartir un rato con nuestra gente.
Me gustaría que os quedaseis con el mensaje positivo de que estamos avanzando mucho en redes sociales y nuevas tecnologías y que eso es impresionante e increíble mientras sea beneficioso, pero no debemos olvidar las relaciones humanas, el tiempo para disfrutar de los paisajes, las compañías y las soledades. Es importante centrarnos en el momento y vivirlo plenamente. Como dice Sartre: Somos lo que elegimos.
Fridas, termino esta locura de redes, móviles y palabras con un vídeo viral que ha dado la vuelta al mundo.
Ilazki
3 Comentarios
Muchas gracias por los comentarios!
Un abrazo,
Ilazki
hay alternativas, para usar las adicciones a nuestro favor, sobretodo si queremos un mundo sin capitalismo, sin sexismo y sin racismo. por ejemplo está la plataforma: we.riseup.net
nos vemos por ahí…
La verdad es que yo he cambiado mi smartphone por un móvil de 10 euros, por eso precisamente, porque así siento qué es la libertad de no estar conectado todo el dichoso día pensando en todas las cosas a las que tengo que contestar o si alguien se enfadará si tardo mucho en responder un whatsapp, cuándo todo aquello que me preocupa, sólo existe en un mundo virtual, porque si mis amigos necesitan hablar conmigo, saben que me tienen de carne y hueso. Al quien vuelve al campo, yo volví a mi libertad.