Es hora de comenzar

Ya son tiempos no sólo de compartir de verdad las tareas de limpieza y de crianza, sino de comenzar a valorarlas como merecen.


Ilustración: Sabina


Hace poco no pude evitar escuchar una conversación que mantenían dos mujeres en el tren. La cosa era más o menos así:

– Ya lo decía mi madre, si es que cuando es la mujer la que falla en casa, todo se desmonta. Ellos no tienen ese sentido de tenerlo todo organizado.
– Sí, es que ellos pasan más, no se fijan tanto.
– Es que les da igual. Él se queja porque dice que hace muchas cosas. Sí, él puede darles de comer a los niños, llevarlos al cole y recogerlos, pero él no es el que plancha, barre, guarda la ropa, además de trabajar.
– Las mujeres somos diferentes, si no fuera por nosotras…

Empezando por lo más obvio, esta conversación muestra las más que típicas creencias de que las tareas de cuidado, de limpieza, o de crianza, son “cosas de mujeres”. En el sentido de que a nosotras se nos da mejor. Que estamos más pendientes. Que, de alguna forma, estamos hechas para ello. Y no nos vamos a engañar, la realidad social es que somos las mujeres las que nos encargamos mayoritariamente de las tareas de limpieza y de cuidado. Pero ¿a costa de qué?

Porque lo que me llamó realmente la atención de la conversación que tuvieron, es el enorme peso que supone para ellas, para nosotras, tales afirmaciones. Cargar ya no sólo con el tiempo y el esfuerzo que suponen estas tareas, sino con la idea de que si no lo haces tú, otra persona no lo va a hacer. Que si vives en pareja y ésta es un hombre, tienes que responsabilizarte tú de llevar la casa, de cuidar a los niños, porque claro, él no se va a fijar… Es una responsabilidad sisífica, ¿no creéis?

Como os decía, es cierto que somos nosotras las abanderadas en este tipo de tareas. Y la problemática la veo precisamente ahí, en que es algo que se nos supone a nosotras, eximiendo de responsabilidades a los hombres. Digo que la problemática está ahí, porque donde no lo veo es en el hecho en sí de llevar a cabo estas tareas. Me explico.

Puede gustarnos más o menos, pero lo cierto es que las tareas de limpieza y cuidados son imprescindibles. Yo no me puedo imaginar qué pasaría si en el centro en el que trabajo, por el que pasan cientos de personas cada día, no se limpiara. O que en mi casa nadie cogiera una escoba nunca. Me duele imaginar qué pasaría si a la gente mayor enferma nadie les cuidara. Me resulta terrible la perspectiva de que nadie se encargara de la educación y del cuidado en el hogar de las niñas y niños. Todo eso hay que hacerlo. Es una necesidad, una responsabilidad que tomar. Lo que sí que no es justo es que esto caiga siempre en las manos de las mujeres, y que además nos hagan creer que es, obviamente, nuestra tarea y que tenemos de forma espontánea más capacidades para llevarla a cabo. Que está como inscrito en nuestro código genético.

A riesgo de caer de nuevo en lo obvio, lo cierto es que ni yo, ni ninguna mujer, hemos nacido sabiendo limpiar, sabiendo cuidar. No tengo por qué tener, necesariamente, mayor capacidad que ningún hombre para educar a un hijo o quitar la cal de los grifos. Todo eso se aprende. Y lo puede aprender tan bien un hombre como una mujer.

 

«Ellos pueden hacerlo». Fuente
 

Hemos asistido en los últimos años a la salida de las mujeres al mercado laboral. Algo realmente loable, necesario y justo para nuestra independencia. Pero me pregunto qué pasa con estas tareas tan poco valoradas y tan invisibles que se nos han asignado siempre a las mujeres. ¿No es acaso algo que también se debería llevar a cabo por hombres? Quiero decir, las mujeres hemos salido del hogar, pero nadie más ha entrado a tomar la faena que hay dentro. Nos hemos hinchado a demostrar que nosotras somos igual de válidas para trabajar, para estar en sociedad. Aunque siga habiendo gente que no le vea así -increíble pero cierto-, lo hemos demostrado con creces. ¿Y qué pasa con ellos? ¿Como ya estaban en el mundo laboral lo tienen todo hecho? Nosotras seguimos cargando con esa responsabilidad tradicionalmente asignada, mientras que, además, tenemos un trabajo fuera. Nace el mito de la superwoman, la tendencia a hacerlo todo nosotras. Cierto es que algunos hombres sí que asumen estas tareas (y esto me recuerda al fenomenal artículo de Abel sobre  las nuevas masculinidades), pero son realmente muy pocos, y muchos lo hacen con la idea de “ayudar”. ¿Cómo que “ayudar”? ¿No son acaso todas estas tareas responsabilidad de todo el mundo? Todavía nos queda mucho por repensar y por lo que actuar.

Hay algo debajo de todo este asunto que me fastidia profundamente. Si ya no es poco con que todo esto se nos carga a nuestras espaldas, que es algo que se nos da por supuesto que conocemos (¿por qué cuando estoy con mi pareja –hombre- y alguien pregunta cómo limpiar loquesea, las miradas se dirigen hacia mí?), sino que, para más inri, no se valora en absoluto. Se da como “por sentado”. No se le presta atención ni valoración alguna. Y sólo se tienen en consideración cuando fallan, cuando ya no están. Entonces es cuando vemos la necesidad. Pero antes no se ve, y creo que fundamentalmente no se ve porque no se valora. Todo lo que se valora, como tener una carrera, tener un buen trabajo, formar una familia… está en boca de todos. Pero de esto apenas se escucha hablar. Como decía, socialmente se da “por sentado” que se hacen. Porque no se tiene en cuenta que estos trabajos que resultan invisibles, son la base de una vida decente. Es más, posibilitan la vida.

Me canso del desprecio implícito que hay hacia estas tareas. Me canso de que se dé por supuesto, que no se le dé importancia, invisibilizando algo asignado a las mujeres, una vez más. Me toca la moral que nosotras, mujeres jóvenes y formadas, nos permitamos mirar por encima del hombro a nuestras abuelas porque se han dedicado al hogar. La lástima es que no se les diera más opción, no que hicieran ese trabajo. Trabajo ni remunerado, ni reconocido. Porque ya es hora de darnos cuenta de que sin el trabajo que han ofrecido de manera gratuita y silenciosa nuestras abuelas, nuestras tatarabuelas, y todo el legado de mujeres que nos precede, nada hubiera sido posible.

 

Fuente
 

Lo que me gustaría es que este trabajo se visibilizara más. Que se hablara de él y se comenzara a valorar como merece. Que se tome más en cuenta y que los hombres lo acojan como una responsabilidad que también es suya. Que no asumamos que “pobrecitos no saben”. Sabrán si quieren saber, y sólo dándole el valor real, dándole la importancia que realmente tiene saldrá del escondite al que ha sido relegado a lo largo de la historia. Todo esto, por supuesto, tenemos que comenzar por hacerlo nosotras. Si no damos el valor que realmente tiene y no les damos las riendas a ellos porque “es lo que nos toca a nosotras”, siempre nos veremos en la misma tesitura: seguir cargando la piedra de Sísifo. Por eso es nuestra responsabilidad aprender a delegar, no querer cargar con todo esto, porque “es lo que hay que hacer”. Compartir estas tareas será enriquecedor. Porque ellos no sólo pueden hacerlo, sino que deben. Si sostenemos el mundo de forma compartida, no sólo resultará más justo, sino más ligero, más amable, y más enriquecedor. ¿Comenzamos a hacerlo?

Irene

 

Los Comentarios están cerrados.

Navegar

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies