Vivimos llenos de prejuicios, miedos y preconceptos. El encuentro con nuevas culturas nos obliga a replantearnos infinidad de afirmaciones. Así somos, cambiantes.
Miro alrededor y veo decenas de personas. Todas estamos esperando lo mismo. El tren que está demorado. Familias con bolsos, hombres y mujeres con cajas inmensas, otros sin equipaje, un vendedor de té y una nena pidiendo monedas, una escena que se repite en India. Entre ese mirar a mi alrededor con cara de desconcierto y sorpresa (y también con ojos conocidos y familiares) me encuentro con sus ojos. Son brillantes y asoman debajo de su velo negro (hiyab). Casi sin pensarlo me sale sonreír y asentir con la cabeza. Sólo veo sus ojos y me imagino que también me sonrió. Al lado de ella hay dos mujeres más (también cubiertas) y un muchacho. ¿Serán familia, serán hermanos, será un hombre y sus 3 esposas? No tengo ni idea de cuál es la relación que los une, pero no sé porqué me inclino por la última. Me enojó conmigo misma y acuso a los musulmanes de machistas. Cuántas veces oí decir que es una religión hecha por los hombres y para los hombres, cuántas veces me dijeron que tenga cuidado, que son peligrosos. Escuché acusaciones terribles, que usan a las mujeres como animales, que sólo buscan la reproducción de la religión y no sé cuántas cosas más. Eso escuché, oí, me dijeron e imaginé. Pero a decir verdad, de las veces que hablé con mujeres musulmanas, nunca denunciaron nada de eso.
Ella me sigue mirando y empezó a mirarla con más detalle. A ella yo también le llamo la atención. Ella toda de negro y yo de tantos colores. Tengo el pelo suelto, sandalias, y mi novio está en la otra punta del andén hablando con algún indio. Y como si fuera a propósito, ella deja entrever parte de una de sus piernas y asoma una calza floreada, llena de vida y de colores entre tanto negro.
¿Somos tan distintas? Me enseñaron que las mujeres en Oriente son sometidas, son devotas, son objeto de otro. Son oprimidas, fanáticas o fundamentalistas. Me enseñaron a tenerles lástima. En cambio, en Occidente gozamos de más libertad (o eso se dice). Dicen que en Occidente podés estudiar, vestir y salir según se nos de la gana. Tantos meses lejos de Occidente me obligan a preguntarme si de verdad es así como dicen.
Para ellas (las mujeres orientales) es al revés. Las mujeres perdidas somos nosotras, nosotras somos las que damos lástima. Lo que nosotras llamamos libertad, ellas lo consideran perdición o libertinaje. Porque ellas consideran que la mujer en Occidente está deshumanizada, somos tratadas como objetos. Y que la felicidad depende de cómo los otros nos ven. De qué ropa nos ponemos y de pintarnos la cara.
Con cuántos prejuicios y preconceptos vivimos. La cultura, las costumbres, los países, las religiones, todo nos afecta y nos moldea. Los medios nos enseñan a temer, a discriminar y a segregar todo aquello que a simple vista se presenta como distinto. Con ese manojo de miedos y bagaje cultural salimos a la vida.
Esto no es más, ni menos que un llamado de atención que busca generar inquietud acerca de nuestro modo de pensar. Modo de entender, de sentir y de vivir que afectará todos los aspectos de nuestra vida. Nuestra cultura delimita nuestras relaciones sociales, nuestros sentimientos y nuestros juicios.
Antes de emitir cualquier juicio, pregúntate si eso te lo dijeron, te lo enseñaron o lo viviste.
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Lucas y Ludmila
1 Comentario
Este tema está buenísimo para extenderlo y profundizarlo más.