Cecilia se suma al equipo de PK para hablarnos de la moda como un fenómeno cultural y social. Este mes nos cuenta sobre la importancia de la discontinuidad del uso del corset.
Nos pasa muy a menudo que cuando escuchamos hablar de moda pensamos antes que nada en la última colección de un diseñador, en lo exclusivo que será el nuevo perfume de aquella casa francesa o en lo ridículamente caras que son las joyas que diseñó esa celebridad para aquella otra boutique. Sin embargo, la moda es mucho más que eso. La moda es un fenómeno social y cultural de la cual mucho se puede aprender; es una expresión de la mentalidad de una época y, en el caso particular de las mujeres, el modo que ellas mismas tienen de representarse frente al resto de la sociedad.
Aprendí que el siglo XX es, sin duda, una luminosa vidriera de los grandes cambios que la mujer realizó en lo que respecta a la obtención de sus derechos. Aunque nos parezca increíble, todos esos cambios se ven reflejados en la evolución de su vestimenta, la moda, sus peinados y el modo de usar maquillaje. Sin duda alguna, puedo decir que el siglo XX fue el siglo de la mujer: fue el momento en que pudo acceder al sufragio, que pudo salir a trabajar, que pudo estudiar masivamente, que pudo acceder a cargos políticos, que dejó de esconderse en el ámbito doméstico. Pongámonos un minuto a pensar en eso… derechos que hoy damos por sentados se lograron en los últimos ciento cincuenta años, tras siglos y siglos de dominación.
Pero también fue definitiva la época en que se liberó del corset, pudo utilizar pantalones, pudo acortar sus faldas, pudo llevar el cabello largo y suelto, pudo sentirse bella porque así lo quería y no porque se lo imponía la sociedad, la pertenencia a una clase o la herencia genética. Y esto no habría sido posible en otra época. La moda de la mujer cambió muchísimo más que la del hombre y esto no fue casual.
En los albores del siglo XX, uno de los diseñadores más significativos y menos conocidos, el francés Paul Poiret, tuvo una idea que revolucionaría para siempre la historia de la indumentaria femenina y de la moda mundial: creó vestidos y prendas que no requerían el uso del corset, esa prenda tan odiosa y asfixiante pensada para afinar la cintura de las mujeres. El corset, invisible a los ojos de pintores y artistas que retrataban mujeres delicadas y gráciles, fue quizás uno de los elementos más tortuosos que la mujer se acostumbró a usar desde la época del Renacimiento.
Si no te lo podés imaginar, te cuento que el corset es una prenda rígida (de cuero, telas almidonadas o endurecidas) que se colocaba alrededor de la cintura y que podía ir desde la cadera hasta el pecho, con tiras para sujetarse y ajustarse a la silueta hasta la exageración. Haberlo sacado de circulación por considerarlo de mal gusto, poco grácil y anticuado fue quizás el mayor logro del diseñador francés. Los diseños de Poiret se inspiraban en vestimentas griegas, japonesas y de Medio Oriente. Adoraba las prendas sueltas, con caída natural y libre. Sus blusas campana alteraban la tradicional silueta femenina y le daban vuelo, le hacían perder rigidez. Esta pequeña victoria de la mujer liberó sus pulmones, su respiración, la hizo sentir más viva y poderosa.
Obsesionado con las culturas de Medio Oriente, Paul Poiret creó una famosa prenda que se conoció como “falda trabada”, una pollera larga que se afinaba a la altura de las rodillas o los talones y que hacía que la mujer que la llevaba debiera imitar los pequeños pasos que daban las geishas japonesas al caminar. Esta falda no encontró la recepción que él esperaba debido a que era muy incómoda y poco práctica. Muchos la consideraron una contradicción respecto a la liberación que el mismo diseñador había asegurado a las mujeres al hacer desaparecer de manera definitiva el corset. Su poca aceptación entre el público femenino nos deja muy en claro la fuerza que progresivamente empezaría a tomar la mujer como sujeto de la moda, un sujeto que fácilmente podía alterar los planes de diseñadores que osaban imponer prendas poco prácticas.
No vamos a creer que la mujer ganó fuerza sólo por la desaparición de una prenda, eso sería banalizar sus luchas. Lo que si podemos es establecer vínculos entre mujeres cada vez más seguras de sí mismas y las profundas transformaciones que a partir de entonces empezarían a demostrar en su vestimenta, en su aspecto, en su forma de pararse frente al mundo.
Cecilia
Los Comentarios están cerrados.