¿Son tan diferentes México y Europa? Johana analiza y compara ambos sistemas.
– Yo no podría vivir donde tú vives. – Confieso mi sorpresa, pues no poca me invadió al escuchar las palabras de quien vive y, sólo ha vivido, en un país pensado con recelo por gran mayoría de extranjeros y nativos; y conocido a nivel internacional por ocupar las primeras listas en asesinatos, violaciones y narcotráfico. ¿Cómo así no querría vivir en la Europa adelantada, y la prefiriera al miedo de acompañante y a la angustia de sombra? – México es maravilloso, en la comida, en la calidad de la magia… Entiendo que sea así de violento; porque es pasional. Y en la pasión están los extremos.- Dirá una buena amiga.
México es un país, como cualquiera que se mencione, que ha sido forjado por el baile de espadas, lanzas y fuego, en mano de guerreros cuyo destino fue decidido antes de nacer. Un país, como muchos, en el que la divinidad celeste posó mano y decidió la suerte de brillantes, recolectores, de los hombres libres y esclavos y mujeres a los pies de una autoridad superior, según conviniese.
En la actualidad, a los pies del gobierno de una nación única e indivisible, según el 2º artículo de nuestra constitución; y, según fue ésta aprobada, en nombre de tal Dios Todopoderoso. Cabe decir, por cierto, que Aquél fue impuesto por el invasor del que tomó Independencia finalmente en el 1821, y después que éste demonizara la cultura y a los pueblos indígenas.
México, mi país, en el que, cierto: pasional, rico en arquitectura, artesanía y de solemne mitología, la corrupción representa 120 millones de dólares al año, lo que equivale al 20% del Producto Interior Bruto (PIB), de acuerdo a la Asociación Mexicana de Estudios para la Defensa del Consumidor. Según el Banco Mundial, un 9%. Desgraciadamente, un porcentaje que queda en manos de los áulicos capitalistas y políticos, y no en la de explotados, como verdaderos creadores de plusvalor.
– La corrupción es necesaria. Yo, cuando tengo cualquier problema lo soluciono con dinero. Eso es imposible siquiera pensarlo en Europa, me meterían en la cárcel sólo por intentarlo. La corrupción aquí es factible y, como necesaria, la defiendo. Por ella, una situación injusta que tardaría meses e incluso años en solucionarse puede tener fin en pocos minutos; lo que uno tarda en desembolsar unos billetes. La burocracia es lenta, absurda y falta de ética. La burocracia no conoce de justicia, es un lastre – Cuenta un allegado.
Ciertamente, es una auténtica plaga a erradicar. El sistema burocrático está dispuesto para defender los intereses de la burguesía (válgame la redundancia); es decir, la clase propietaria; la heredera de los medios de producción y terrenos de la clase ociosa ya vencida: la feudal. Y, sí, ello lo convierte en un sistema de naturaleza corrupta, mas no propiamente fraternal, como alguno la ampara.
Pensé en Europa, ese “idílico” en el que he vivido desde hace más de 15 años y que tanto me ha llevado a reflexionar en mi repatrío mexicano. – ¡Qué maravilla será vivir allá! – Me dicen muchos. – Los sueldos son más altos, la calidad de vida más elevada, socialmente es más tolerante y mucho más sensible en cuanto a corrupción. – Pero, ¿qué tanta verdad hay ello?, ¿ocultará alguna falacia desvergonzada el paraíso europeo?, ¿se habrá cumplido el mito griego y, acaso, la idea de una Europa solidaria ha sido secuestrada por un poder adulterado?
El sueldo medio es más elevado, cierto. Pero, ¿acaso la mayoría de europeos tienen un sueldo digno? Hasta el otro lado del Atlántico resuenan las carcajadas de millones de españoles, alemanes, griegos, polacos… Carcajadas que más que orgullo expresan rabia; una rabia que toma forma en actos como el 15-M, y que puede conducir a la que fuera la cuna de la democracia a una dictadura. Carcajadas, esas que se materializan al pretender la mandamás europea (Ángela Merkel, irónicamente, antigua estalinista…) imponer al resto de la UE su indecente opción laboral que, descarada, cínicamente amplía la brecha social entre clases: el minijob.
Y, así, bienvenid@s a Europa; la que a nivel de plusvalía, más explota a un obrero alemán que a un mexicano, pues la ganancia a obtener de la labor de la mano de obra alemana, en relación al sueldo, es considerablemente superior a la mexicana. Una Europa que en los albores de la incongruencia peca de intolerante al negar la adhesión del pueblo turco, visto su gobierno musulmán; eso sí, las “relaciones diplomáticas” de comercio, tanto a nivel de importación como de exportación no conocen de rechazo islámico. Esa Europa de cuyos países adheridos el 2004, la mayoría cuentan con un salario mínimo de un 75% inferior en relación al resto de países pertenecientes a la UE.
Será que Europa y América Latina comparten algo más que un océano. El sistema del que somos ambos títeres impera en cada resquicio social, hasta quedar tatuada en nuestra mente como el único viable. El capitalismo sojuzga y se enraíza en todo pensamiento; el patriarcado, cómplice, en cada coyuntura, como la religión, sin permiso, en los sentimientos. Compartimos algo más que un océano, tú, europea y yo, latina: la oportunidad y la voluntad de cambio; la capacidad y medios para lograrlo. ¿Y sabes por qué es posible?, ¿sabes por qué la revolución nada tiene de utopía? Porque la sociedad actual está constituida por personas. Son personas las que manejan el actual sistema económico, son personas los banqueros, son personas los corruptos. Persona eres tú, con la capacidad de elegir si formas parte del rebaño estático o te osas ave que renace y crea.
Johana G.
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