Hecha un completo lío entre primeras, segundas y terceras impresiones, a nuestra Frida le dan un golpetazo de realidad. ¿Será capaz de aceptarlo o piensa devolverlo?
Qué bonito París. Muy bonito, qué ganas de llegar a casa. Quedamos en que me recogería cuando saliera del aeropuerto, pero sigo sin tener su móvil y no me acuerdo de la matrícula. Y mañana al curro. ¿Por qué no se mueve esta cola? Vamos a ver, si no nos dejan meter más que una bolsa, ¿por qué narices tardan tanto en sacarla ahí arriba?. Panda de lentos. Hombre, mira tú, los que no dejaban de discutir. Chicos, menuda escapada romántica que os habéis pasado, y el viajecito de vuelta que nos habéis dado, majos. Arreglad vuestras cositas en casa. Si hubiera estado aquí Laura, les habría dicho algo, pero bueno, ¡qué más da! ¿Estará esperándome?
Ya ni me acuerdo de las vacaciones. Tengo la casa que parece una lobera. Y Sara dándole al wasap como si no hubiera un mañana. Voy a quedar con ella, necesito contacto cara a cara. Está todo sin planchar, no sé qué ponerme. Sentada frente al armario. Otra vez. La misma ropa de siempre. ¿Por qué daría la blusa blanca? Si es un must, es un must. Y yo voy y la dono. Como se la vea puesta a alguien, se la arranco. Ayyyyy, pelos en las piernas, carreras en las medias, malo, malo. Vaquero, camiseta, tacones azules. Bolso pequeño, llaves, móvil, dinero, coleta. Ya estoy.
No vuelvo a salir. ¿Dónde dejaría yo el ibuprofeno? ¿Dónde está escrito que salir con tus amigas aumenta la hormona de la felicidad? Lo que yo tengo es un dolor de cabeza guapo, cruzado con uno de ovarios estupendo, junto a uno de riñones de mearse de la risa, el juanete a reventar y treinta y dos euros menos. Creo que he copado toda la conversación. Ahora le mando un wasap para pedirle disculpas. Es que no me lo quito de la cabeza, y me da mucha rabia que se hayan convertido en el centro de mi vida. Dos tíos que me quitan el sueño, uno por guapo, que me ignora, sé realista, chica, te ignora y el otro, el angelito, que me hace la vida imposible. Dice que no me preocupe, es la mejor, ¡qué paciencia tiene!
Sara dice que ninguno de ellos me hace la vida imposible, que me la hago yo misma. Intentaré aclararme esta semana. Mañana en cuanto ponga los pies en la oficina, me armaré de valor y le preguntaré con quién estaba hablando aquel sábado por teléfono. Si era con Sonia, estoy perdida, aunque Sara tiene razón, no lo sé y me estoy volviendo loca gratis, cuando lo sepa con seguridad, entonces podré, al menos, quedarme tranquila, porque tendré algunas cartas con las que jugar la partida. Pero, claro, decirle que le oí significa reconocer que estaba en el baño de hombres, cosa absolutamente prohibidísima dentro de la empresa. Me puede caer un marrón de los buenos. En fin, mañana lo pienso.
Y el guapo… anda que… Ya no soy una niña para saber cuándo un tío pasa de mí, pero hay cosas que ni a Sara ni a mí nos cuadran. Que al tío le va el misterio, las dos lo tenemos claro. Pero no sabemos por qué, después de recogerme en el aeropuerto y haberse comportado durante semanas como el novio perfecto, desaparece. Un principio bonito de vernos un poco, un medio estupendo de cariñitos y complicidades, un broncón de los que tengo con mi hermano, wasaps de buenos días, de buenas noches, hoy no madrugues, que yo te llevo al curro… Lo normal, según todas las chicas que conozco. Y, de pronto, no sé nada de él desde el lunes. En fin, lo pienso mañana.
Gracias, Pablo, sabía que en realidad eras un gran tipo. Bueno, no lo sabía, pero ahora lo sé y eso es lo importante. Yo no he sabido reaccionar a tiempo y tú has estado al quite como un campeón. Te debo una, una muy grande. Laura y él me han aconsejado escribir un informe con lo que ha pasado, y luego ya veré lo que hago con él. A ver si me da tiempo a hacerlo en el metro, porque en cuanto pise la calle quiero olvidarme de esto: sentada en la centralita, llamada del gordo de ventas que no entiende el email. Ahí que voy yo, que no tengo porqué, pero voy. Cierra la puerta, me siento y leo el correo. Traduzco su duda. Llama a la puerta Pablo y entra. El de ventas me da las gracias por ayudarle y me acompaña a la puerta, cuando voy a salir me palmea el culo. Me doy la vuelta de un salto y miro a Pablo. No le he calzado una hostia porque me echan. Pablo está indignado. El gordo sonríe porque lo que ha hecho es muy gracioso.
MLuz
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