Si existe un sentido que destaca por encima de todos en nuestras relaciones sexuales, éste es el sentido del tacto.
Podéis estar pensando “a mí lo que me pone a 100 es ver a mi pareja desnuda” o “lo que realmente me excita es su olor” o “cuando me susurra cosas al oído” y mil millones de cosas más. Y sí, tenéis razón, todo eso ayuda pero sin tacto, sin el contacto entre nosotros, no tendríamos lo mejor.
Y es que, que nuestra pareja nos atraiga por la vista está fenomenal, que nos guste cómo huele y cómo sabe, requetebien, que su voz nos encienda cual interruptor está genial pero ¿qué sientes cuando te toca? Eso. Eso es lo mejor.
¿Sabéis lo bueno del tacto? que la piel nos cubre todos enteros, de los pies a la cabeza y el modo en el que recibamos los estímulos, nos puede llevar a lo más alto. Que si caricias, mordisquitos, con las manos, con la lengua, cuerpo contra cuerpo, piel con piel. Uhmmm…
Si me permitís un consejo, deshaceos de las barreras, no os dejéis prendas de ropa, fuera las pulseras y pendientes si los lleváis y dejad vuestro cuerpo al 100% libre para recibir esas caricias sin ninguna traba o dificultad. Podéis meterlo como parte del juego ya que desnudarse el uno al otro es un calentamiento muy bueno y altamente recomendable.
También es importante saber qué le gusta a nuestra pareja, ya que hay gente que prefiere caricias suaves mientras que otros esas mismas caricias las viven como cosquillas, y les hace salirse de la clave erótica y entrar de lleno en «modo risas». Y no, eso no es lo que queremos.
Lo ideal si queremos potenciar el sentido del tacto es limitar alguno de los demás sentidos, ya que sabemos que cuando no poseemos algún sentido los demás se fortalecen para compensarlo. Por eso la privación sensorial puede ser una grandísima aliada y compañera de cama (o sofá, coche, campo…) y todos deberíamos aprovecharnos de ella.
¿Cómo hacerlo? Sencillísimo: tapándonos los ojos. Algo tan tonto y tan simple como un pañuelo puede convertirse en un auténtico instrumento para el placer. Cuando tenemos los ojos tapados nuestro cuerpo está alerta, las caricias se perciben magnificadas, los besos llegan por sorpresa… ya que no ves por donde viene y todo se vuelve más y más excitante.
Se pueden incluir otros “juguetes caseros” como pueden ser los cubitos de hielo y jugar con esas sensaciones masajeando el cuerpo de nuestra pareja con ellos. O lamiéndole, tras tenerlos un buen rato en la boca. Esa lengua fresquita puede hacer maravillas y más en un caluroso día de verano…
También podemos utilizar algo suave como una pluma o nuestro propio pelo para dibujar el cuerpo de nuestra pareja o utilizar cremas para hacer las caricias aún más fluidas. ¿A que nunca te habías parado a acariciar, por ejemplo, las rodillas de tu pareja? ¿Y si descubres que eso es uno de sus puntos «¡wow!»? ¿Y el interior de los muslos? ¿Y el de los brazos?
¿Lo mejor? Ir definiendo el mapa del placer en nuestra pareja mediante el tacto. Ir recorriendo todo el cuerpo desde los pies a la cabeza, por delante y por detrás, con tiempo, disfrutando de ello y de lo que nos hace sentir. No dejar ni un recoveco y volver a esos puntos que haya marcado con un gemido o un movimiento. Estos viajes dentro del universo sensorial de otra persona son realmente maravillosos y no se necesita pasaporte.
Muchas veces los momentos piel con piel hablan solos, no necesitan nada más y un “inocente” abrazo puede ir transformándose hasta convertirse en un sentimiento realmente increíble y sensual que nos podría llevar directas al orgasmo.
Disfruta de su piel, disfruta de la tuya y ten un verdadero contacto… con tacto ;).
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