Ruralismo como herramienta de cambio

Crear comunidades rurales con perspectiva anticapitalista no es suficiente, el feminismo y el cuestionamiento de nuestra forma de vida serán necesarios para el cambio.


Ilustración: Isa


Este artículo se ha creado a partir de las humildes reflexiones de una urbanita sobre ciertas formas de comunidad que se pueden dar en ocupaciones de espacios rurales. La ocupación de espacios deshabitados y la creación de pequeñas comunidades puede proporcionar herramientas para cambiar el actual modelo heterosexista y capitalista.

Por una parte, al establecer una comunidad rural con perspectiva anticapitalista se transforman las estructuras económicas a través de las cuales nos relacionamos, fomentando la sostenibilidad, a través de la soberanía energética, alimenticia y laboral. Se puede reducir el coste energético de producir, transportar y almacenar alimentos y energía, asegurando así una asignación de recursos más eficiente.

Además, el trabajo se convierte en algo que haces para la comunidad, no para unos jefes que quizás ni siquiera conozcas. De esta manera, se puede crear una forma no alienada y autónoma de trabajar; para, en un futuro, poder formar redes de economía solidaria.

Este tipo de estructuras económicas fortalece lazos comunitarios y de grupo. Sin embargo, creo que se hace necesario un trabajo paralelo para crear nuevas comunidades de afectos que se alejen del heterosexismo. Recordemos que el capitalismo es buen amigo y compañero del patriarcado y, sin duda, se refuerzan mutuamente; sin embargo, existía el sexismo bien antes de que el capitalismo apareciera como modelo económico. Por esa razón, la lucha anticapitalista puede paliar ciertos rasgos machistas de nuestras sociedades, pero convendrá realizar un trabajo feminista extra, aunque sólo sea por si acaso. No vayamos a quedarnos en un perfecto mundo lleno de anarcomachos y machistas-leninistas.

Uno de los objetivos del feminismo contemporáneo es la revolución de las relaciones afectivas, que están teñidas de machismo y lgtbfobias. Este es un objetivo difícil de conseguir en nuestras sociedades capitalistas, en las que impera el egoísmo y el individualismo. Estas nuevas comunidades económicas, por ello, pueden ser un buen escenario para crear también nuevas comunidades de afectos; y las nuevas comunidades de afectos y deseos, hacen a su vez posibles nuevas formas de acción social y de convivencia social. Se hace necesario también una transformación de las estructuras con las que sentimos, deseamos y nos reproducimos. En este sentido, cabe destacar la labor del feminismo que aboga por la crianza natural y en comunidad, así como la labor sobre maternidades subversivas de María Llopis.

Por otra parte, tenemos mucho, muchísimo que aprender del feminismo postcolonial. Para comenzar en estas lecturas, puede ser interesante leer a Audre Lorde, feminista radical americano-caribeña, o Gloria Anzaldúa, pensadora chicana. El feminismo comunitario de América Latina (los colectivos Mujeres Creando de Bolivia o la Asociación de Mujeres Indígenas Xincas de la Montaña Xalapán -Jalapá, Guatemala- son algunos ejemplos), resulta inspirador para comprender cuál es la situación de las mujeres en comunidades rurales actuales y cuáles son sus herramientas de lucha.

Establecernos en pequeñas comunidades, en pueblos ocupados, también puede contribuir a establecer nuevas formas de relacionarnos con el medioambiente. En este sentido, creo fundamental leer a las pensadoras ecofeministas Vandana Shiva y Wangari Maathai, que han denunciado incansablemente las duras condiciones de vida de las mujeres en comunidades rurales en el llamado Tercer Mundo, y que han abogado por el mantenimiento de la diversidad del medioambiente. El ecofeminismo se preocupa por la relación con el medioambiente en un marco de democracia radical y que tenga como objetivo el máximo respeto por los Derechos Humanos.

En este sentido, resulta también fundamental, antes de embarcarse en un proyecto comunitario rural, reflexionar detenidamente sobre los derechos de los animales. Si queremos establecer una comunidad en la que se establezcan estructuras económicas y afectivas que respeten la diversidad, los Derechos Humanos y el medioambiente; tenemos que tratar de luchar en contra de todas las opresiones, y eso incluye las opresiones que se ejercen en base a la especie. Como lecturas, recomiendo a Peter Singer, el pionero en todo este asunto del animalismo, a Carol J. Adams y a Salvador Cotelo.

Tras estas reflexiones podemos concluir que echarse al campo y tratar de comenzar una comunidad rural no soluciona absolutamente nada si no viene acompañado de un cuestionamiento global de todas las estructuras que nos rodean. Hoy en día, la vida en los pueblos capitalistas no es especialmente agradable para mujeres, personas lgtb o animales; no se respeta tampoco el medioambiente, sino que lo considera como un mero recurso, ni se establecen relaciones laborales no alienantes. De esta manera, para conseguir cambiar en cierta medida nuestra vida y tratar de que se expanda el cambio tenemos que tratar de hacer saltar por los aires el sistema establecido, que hoy en día es muy capitalista, muy especista y muy heterosexista.

 

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