Trabajar envilece VII

Frida se prepara para unas vacaciones que no tiene. Pero los demás sí, así que le toca trabajar en lo que no le pagan.


Ilustración: Daniela.


Qué ganas tenía de que llegara el buen tiempo para guardar las medias. Prefiero no hacer las cuentas del dineral que me he gastado estos meses. Una de dos: o me lo gasto en pedicura y depilaciones o en medias. Laura dice que hay que tener los pies siempre arreglados, pero es que entre manos, pies, pelos de las piernas, el bigote, las axilas y todo lo demás, no me da tiempo a llevarlo siempre todo bajo control. Cuando no me salen por una parte, me salen por otra. Y si sumo el total que me cuesta, igual me compensa en lugar de las medias… No sé, qué ganas de que llegue el invierno y ponerme leotardos.

Y de vacaciones, para ponerme al día con las facturas. ¡Qué descontrol! Yo, que tenía ganas de trabajar en serio para tener todo el dinero colocadito, saber cuánto tengo, cuánto gasto, cuánto ahorro. Me da la risa, el vecino va a pensar que estoy majara. Y hasta dentro de dos meses no vuelvo a tener ni un día libre.
Pero bueno, entre que Sonia está preparando sus vacaciones con su maravillosa familia y que ya ha encontrado un hotel de superlujo donde puede tener absoluta intimidad de sus hijos porque la guardería es de lo mejor del resort, y así disfrutar de su pareja con la que hace meses que no sale a cenar, y que el tocaculos agacha la cabeza cada vez que nos ve, el trabajo se hace un pasatiempos divertido. Mañana veremos si al final se va a Tenerife o a Mikonos . Quince días de vacaciones de su parienta, decía entre risas el otro día a los comerciales mientras se tomaban el café. ¡Qué asquerosidad!

Qué guapo es, por favor, qué guapo. Su sonrisa me pone de buen humor. Desde que lo arreglamos, todo va mucho mejor. Está claro que su turno de noche le da más beneficios, bueno, le da para vivir y para que me trate genial. No se puede juzgar a nadie por su trabajo, está claro, ya lo dice Laura, pero en este país parece que si no tienes un puestazo no eres nadie. Cuando les conté que era taxista, no sé, se imaginarían al típico cincuentón entrado en carnes que escucha las emisoras de fútbol, pero este hombre es distinto: educado, ilustrado, cosmopolita, ideal. Se preocupa por mí, y me encanta; me trae y me lleva al trabajo, me acerca y me recoge cuando quedo con éstas, viene conmigo de compras, me lleva a los nuevos bares y restaurantes que abren o han abierto hace poco, vamos al cine y al teatro, me recuerda la pastilla todos los días, y me pide que me ponga su ropa favorita. Es perfecto. Ay, voy a tener que empezar a contar garbanzos para no pasarme de estación. No puedo llegar tarde otro día o Pablo me despacha.

Jolín, Pablo, no puedes mandarme, a las cuatro de la tarde, plena siesta, tú lo sabes, ensobrar trescientas cincuenta cartas no es mi tarea, ya sé que no hay otra cosa que hacer en pleno verano, pero que esto es muy aburrido, con la necesidad de ponerme al día con el facebook que tengo. Por cierto, no entiendo cómo han conseguido mi facebook personal en la oficina, si tengo dos cuentas, y en la profesional subo fotos serias y sólo soy amiga y seguidora de lo políticamente correcto, ¿por qué, de repente, me mandan solicitudes de amistad gente de esta oficina con la que únicamente me doy los buenos días?

Me explota el wasap, Maca que si le puedo cuidar a los críos este jueves, que le han regalado unas entradas para un estreno y que no hace nada fuera de lo normal desde que fue a ver El Hobbit y se durmió en el cine; espero que me los deje cenados y empijamados, no como la última vez que monté un tinglado en el cuarto de baño que yo no sé cómo me pide de nuevo que le eche un capote. Laura, que si cuándo nos vemos las dos a solas que tiene que contarme una cosa muy importante que no puede decirme por teléfono porque lo trascendente se dice cara a cara, vamos, me lo veo venir, que se ha comprado un trapo nuevo y no sabe si quedárselo o no, o con qué tacones llevarlo. Mi hermano, que si le dejo el coche, que sólo él utiliza los fines de semana, para darse una escapadita a la playa, total tú ya tienes chófer privado, me suelta, qué jeta tienes, hermanito; Mamá, que qué le compra a Papá por el aniversario, y que si no estoy muy ocupada que se lo lleve el sábado por la mañana sin falta porque le corre prisa, que ella el viernes por la tarde estará en la peluquería, en el spa que le regalamos mi hermano y yo el año pasado por las mismas fechas, pero que va con su amiga Aurora, porque a mi padre no le gusta remojarse, pero que a ella le viene muy bien porque así se desestresa de tantas cosas malas que ve en los telediarios y después se irá a la pedimanicura para estar mona el sábado que igual Papá ha reservado algo. Sí, Mamá, vais a ir a un tailandés muy chulo que os hemos reservado nosotros, a Papá jamás se le hubiera ocurrido levantarse del sofá. Se me acaba la batería, ahí os quedáis, tengo que ensobrar todavía doscientos noventa y tres sobres y me voy en veinte minutos. Pablo me cruje.

 

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