Dios salve al punk

El mundo punk forma una de las identidades más únicas y singulares de los últimos años. Con su fuerza, su violencia y su anarquía le supo decir a la sociedad que ya no había más lugar para lo impuesto y unívoco.


Ilustración: Laura F.


Para comprender y analizar el fenómeno cultural conocido como ‘punk‘ y el estilo de indumentaria e imagen que implica, debemos caminar unos pasos atrás para recordar que desde los años `50 ciertas marcas y la misma sociedad de consumo habían encontrado en los jóvenes y adolescentes un nuevo nicho donde colocar productos, servicios, ideales, siluetas, conductas y protocolos. Este esquema de adolescentes correctos y sumisos comenzó a romperse en los `60 cuando el movimiento hippie transformó los valores de una sociedad tradicional, machista y conservadora en libertad, igualdad y lucha por los derechos de las minorías. Muy a pesar de todos los idealistas, ese mundo mejor nunca terminó de llegar y así, los que tuvieron que ser jóvenes una década después, en 1970, se enfrentaron a una realidad mucho más cruel, dura y con las esperanzas mucho más derrumbadas. Así nace el punk.

Nunca pudo haber habido mejor lugar para el surgimiento del punk que la metrópolis londinense, una de las ciudades más importantes del mundo donde todavía la modernidad, sin embargo, seguía siendo inasible para los sectores trabajadores de la población. Con gobiernos conservadores y liberales que no se interesaban mucho por los reclamos sociales y que reprimían toda forma de desacato, algunos jóvenes y adolescentes del `70 entendieron que el lema de ‘amor y paz‘ no los iba a llevar muy lejos y que, si las cosas no iban a mejorar, al menos tenían que tener la fuerza de expresar su descontento.

Descontento puede ser fácilmente la palabra que caracterice al punk y su estilo e imagen. Rebeldes sin causa, los punk nunca quisieron mejorar el mundo, pero sí quisieron demostrar su bronca, ira, violencia, desapego, resignación, desesperanza en todo aquello que los mostrara al mundo, por ejemplo, su vestimenta. Podríamos describir el estilo punk de mil maneras distintas, difícilmente podríamos llegar a abarcarlo todo. Con elementos rupturistas que hasta el momento nunca antes se habían visto como los ideales de la anti-moda, los punk llevaban sus ropas rotas, sucias y desgreñadas para mostrar las ganas que tenían de transgredir ese mundo conservador y represivo. Rotas a propósito, sus remeras muchas veces contaban con insignias violentas, con frases repulsivas y con gestos considerados de mal gusto o irrespetuosos en ese momento (imagínense, llegaron a vestir la bandera del Reino Unido hecha harapos o la cara de la misma reina de Inglaterra distorsionada!)

A todo esto, el estilo punk sumaba elementos que buscaban ya no solamente transgredir sino gritar a los demás todo lo que el mundo adulto quería ocultar. Cabezas rapadas, crestas teñidas en colores fluorescentes, botas militares, cuero y accesorios como alfileres de gancho, tachas, piercings y obviamente tatuajes en las partes más controversiales se convirtieron en parte fundamental de la identidad punk que ya nada quería saber con la moda y que sólo buscaba oponerse de la manera más descarnada posible.

Así, podemos decir que la identidad punk es un ejemplo claro de eso que se construye desde abajo, con el aporte y creatividad particular. Las mujeres punk ya no se vestían de acuerdo a lo que diseñadores o creadores de alta costura imponían: ellas mismas creaban y destruían sus propios atuendos, creando y destruyendo cada vez y al mismo tiempo su propia identidad en un ciclo interminable de búsqueda personal.

Los Comentarios están cerrados.

Navegar

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies