Medias de rejilla

Adoptar papeles durante las relaciones sexuales puede ser muy refrescante y divertido, pero ¿hay que hacerlo para complacer a nuestra pareja si no nos sentimos a gusto en ese rol?


Imagen: Conchi


“¿En donde rayos deje mi media de puta?” me pregunté mientras estaba buscando como una histérica entre las cosas que tenía metidas y hechas bolas en mi bolso adentro del baño de la casa de mi novio. Pues sí, me encontraba en una de esas situaciones en las que la mayor parte de las mujeres y quizás algunos hombres también se han encontrado en algún momento de su vida. Ese momento en el que estas forzándote a ti misma a ser eso que a tu pareja o alguien a quien quieres agradar le gusta, a ser eso que desea y que tú por ese momento consideras que está bien, ya que, después de todo es solo para darle gusto de vez en cuando, ¿o no? Me llamó mi novio por la tarde para informarme que su casa estaría sola y ya que estudia lejos ¡no podíamos desaprovechar esta excelente oportunidad mientras pasaba el fin de semana en la ciudad!

Si me sentía de humor o no para tener intimidad con él esa tarde, poco importaba, ya que era mi pareja y si pasaba la mayor parte del tiempo en una ciudad lejana yo tenía que cumplirle mientras estuviera cerca, Dios sabe qué podría hacer si lo dejaba irse con las ganas.

Toda mi vida he sido una persona seria y algo pudorosa en cuanto a mi intimidad, pero aun así decidí ser lo que a mi pareja le agradaba y le gustaba; al solo haber estado con él, mi sexualidad estaba basada en lo que él había querido. Sin embargo, una parte de mí sabía que esa era su sexualidad, no la mía. Tratando de apartar estos pensamientos de mi mente decidí aceptar su invitación a su casa y a la vez tomar un papel, el papel de puta, que tanto le gustaba, porque ¿a qué hombre no le gusta tener a una novia agradable y respetada que en la intimidad se comporte como todo lo contrario?

Fue así que me vestí para irme con mi ropa común y corriente, aquella con la que me siento femenina y linda, una linda blusa, unos jeans ajustados y sandalias; para luego empacar en mi bolso una falda negra de encaje, una blusa de tirantes roja, unas medias de red en rollo, una tanga claro con un sostén a juego, además de unos tacones, todo esto para lucir como toda una mujer de la calle, aunque todo debía ir oculto en mi bolsa, porque salir vestida de ese modo de mi casa habría sido catastrófico. Con mi destino puesto a casa de mi novio, tomé las cosas y me retiré de mi casa.

No hace falta mencionar que al llegar a mi destino, mi pareja ya tenía preparado todo para una tarde de pasión, pensé que tal vez ya no era importante el cortejo antes de la intimidad, ni el compartir algo más aparte de sexualidad o hacerme sentir hermosa por cómo me veía antes de convertirme en puta, ya que después de una larga relación quizás eso quedaba sin importancia, eso pensé, equivocadamente por supuesto.

Le pedí a mi pareja me prestara su baño para poder “prepararme” para él. Una vez dentro, me quité el pantalón y mi ropa interior, mi blusa y mi sostén, quedé completamente desnuda frente a un espejo, observando mi cuerpo, mi rostro y mis formas; he de decir que me gusto bastante y me considero feliz conmigo misma, pero eso no es suficiente, tenía que lucir como prostituta para ser lo suficientemente sensual para él, no para mí. Tome la nueva ropa interior y me la puse, la falda y la blusa también, y en ese momento me di cuenta de que tan solo tenía una de mis medias… No entendía cómo fue que solo había tomado una media de puta, mi vestimenta no estaría completa sin ella, decidí entonces que no podría usarlas esta vez y tan solo usaría los tacones. Me miré en el espejo, “bien cariño, luces como lo que buscabas, es tiempo de salir y representar tu papel”, aunque esta no seas tú, aunque te sientas incomoda en esta ropa, aunque a veces pienses que quizás si estuvieras con otra persona no tendrías que hacer esto, sabes que debes hacerlo. Tienes que hacerlo. “Ojalá esto termine pronto”, pensé.

Pasé una tarde en la que no fui yo misma, en la que hice algo que no haría para hacerme feliz a mí, sino para hacer feliz a alguien más. Pasado mucho tiempo comprendí que no tengo que lucir como prostituta para sentirme amada, que valgo más que el deseo sexual que pueda despertar y que ese deseo no va dirigido a nada más que una cortina de humo. Gracias a haber olvidado esa media y haber pensado “¿dónde dejé mi media de puta?”, esos pensamientos han llegado de a poco a mi mente y me he dado cuenta de que no tengo que volver a usar unas medias de ningún tipo a menos que desee usarlas y me sienta feliz y cómoda haciéndolo.

En ocasiones hacemos cosas “por amor”, por agradar o justificándolas en que es para que las cosas se encuentren “bien”, pero las cosas jamás estarán bien hasta que sintamos amor y agrado hacia nosotras mismas, sin buscar darle gusto a alguien más. No hay justificación para actuar de una forma falsa, ya que a la larga esto trae un desgaste emocional enorme.

Maggie C. (21), México

1 Comentario

  1. ¡Excelente historia! Me sentí super identificada con ésto, así lo viví con mi primer novio hace muchos años atrás.
    Él quería que fuese alguien que no era, que actuara, que dijera ciertas palabras, que posara; y yo, siendo él mi primer compañero sexual, pensaba que así debía ser, que probablemente la del problema fuera yo, sobre todo con lo que veía en los medios de comunicación: una mujer hiper sexualizada al servicio del hombre.

    Con el correr de los años, comencé a perder las ganas de tener sexo, y pensaba «¿seré frígida?», pero no… irónicamente, seguía masturbándome como solía hacerlo siendo virgen (épocas en las que me sentía una «sexópata» porque sólo pensaba en eso).

    Por suerte corté con este novio, el tiempo pasó, y viví mi sexualidad con diferentes hombres; pero donde realmente aprendí fue en mi soledad, probando y pensando «esto me gusta, así lo quiero, así lo disfruto».
    Ahora me siento una sexópata otra vez jaja, reinterpretando el sexo como un momento de disfrute para los dos (o más) involucrados. =)

    ¡Viva la libertad y la creatividad! ¡Viva el sexo!

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