¿Cómo iba a meterse un hombre soltero, joven y educado con una divorciada con dos hijos? Una historia de la superación de las propias inseguridades y del miedo al «qué dirán».
Tengo 34 años, soy profesional licenciada en Ciencias de la Educación. Estando soltera de 19 años me enamoré y fruto de esa relación (que fracasó) tuve a mi primer hijo. Después de muchos esfuerzos terminé la universidad y me volví a enamorar a los 27 años. Me casé y al año siguiente tuve a mi segundo hijo.
Lamentablemente, mi perspectiva sobre la convivencia en pareja estaba relacionada con la sumisión, así que perdoné dos infidelidades antes de tomar la decisión de divorciarme. Sólo duré tres años casada.
En noviembre del año pasado, retomé la amistad con mi compañero de tesis de la universidad, un hombre serio e inteligente que desde siempre he admirado por su forma de ser.
Él estaba soltero y sigue guapo…
Entre visita y visita, risas, bromas y películas terminamos besándonos. En unas semanas los besos fueron más intensos y tuvimos que hablar de sexo; acordamos no engancharnos, pues ninguno quería nada serio, solo disfrutar.
Como él trabaja lejos, nos veíamos solo los sábados aprovechando que mis hijos no estaban. Con el pasar de los meses yo me enamoré y se lo dije. Su respuesta fue que de su parte no quería nada con nadie y que tampoco quería perder la amistad. Seguimos con nuestros encuentros y ya en junio yo empecé a ver cambios en él.
Sus mensajes eran más expresivos, decía que me extrañaba, que la pasaba bien conmigo y ya no solo llegaba el sábado sino que dormía en mi casa y se iba el domingo… Él también se enamoró.
Ahí empezó mi dilema, él no le ha contado a su familia que está conmigo. Su madre me conoce solo como la amiga y compañera de tesis, ella le ha insistido que le diga con quién pasa los fines de semana y él la evade, su madre me ha bautizado como «La Clandestina».
Cuando yo vi que él estaba tomando las cosas más en serio, entré en pánico. ¿Qué podría ofrecerle yo a él? Y empecé a atacarme a mí misma. Yo, una mujer divorciada, con dos hijos, con un pasado… Él, un hombre tan estructurado, lindo, soltero, profesional, que había tenido como novias mujeres muy interesantes y también profesionales que viajan por el mundo, él se merecía algo mejor que yo. Pensaba en el rechazo de su familia, ¿¿cómo iba él a meterse con una mujer divorciada y con hijos?? Me atormentaba «el que dirán».
Lloré mucho, me sentí menos, me autoflagelaba con estereotipos sociales, y en julio terminamos. Fue un mes de terror, ninguno de los dos podía pasar mucho tiempo sin llamar al otro, pero el orgullo de ambos nos ganaba.
En agosto, durante una llamada telefónica, ambos depusimos armas y decidimos intentarlo de nuevo, ese mismo día nos vimos y retomamos la relación.
Desde ese día me prometí a mi misma que lucharía por lo que siento, que voy a dejar que él mismo decida si soy la mujer que quiere para su vida, pero aún más importante, voy a merecerme a mí.
Soy una mujer inteligente, bonita, luchadora, profesional, tengo una casa, un auto y dos bellos hijos. Yo, E., merezco un hombre que me valore, que me dé amor y por supuesto que me respete.
Junto a él he crecido como persona, me ha enseñado que el amor va más allá de nuestras expectativas y que llega cuando menos lo esperamos. Que cuando ese amor nos lleva a evolucionar, es porque vale la pena la compañía de esa persona.
Me hice mucho daño pensando que no estaba a su altura, casi pierdo la oportunidad de estar con él por serrucharme el piso, fui mi peor enemiga.
Aunque sigo de «clandestina» para la familia de él, ya hemos hablado de cómo lo tomaran cuando se enteren, él dice que no le interesa lo que digan y que lo importante es lo que hemos construido juntos. Por mi lado en mi familia sí saben que estoy con él, mi hijo mayor lo toma con naturalidad, mientras que al pequeño aún no le he hablado abiertamente al respecto, piensa que solo es un amigo más.
Seguimos viendonos los sábados y domingos y cada encuentro refuerza los lazos que nos unen, ambos nos demostramos amor y lo más importante es que nos hemos entregado a la confianza de querernos sin temor.
Ahora pienso que ambos nos merecemos y que ha sido una gran dicha reencontrarnos.
Comparto mi historia pues, hablando con otras mujeres separadas o divorciadas, me he dado cuenta que también han interiorizado el discurso de que valen menos y que ningún hombre que valga la pena se fijará en ellas.
Ojalá que poco a poco vayamos desechando esas ideas tan retrogradas que nos limitan e impiden que encontremos la felicidad, ojalá que muchas mujeres tengan acceso a la información que abra sus «ojos» y las liberen de las cadenas que las atan a una vida de sufrimiento.
De verdad les digo que su página es un tesoro, no desistan de Proyecto Kahlo, ¡¡cambian vidas!!
Un abrazo desde el otro lado del mundo.
Anónima
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