La pasión se mezcla con la política. O al menos, eso logró Evita, la madre de los descamisados. Una de las figuras femeninas más influyentes de la historia argentina.
«Cuando elegí ser Evita, sé que elegí el camino de mi pueblo. Ahora, a cuatro años de aquella elección, me resulta fácil demostrar que efectivamente fue así.»
Evita
No hay dudas de que mujeres apasionadas hubo muchas en la historia, son interminables e incontables los casos en los que mujeres de diferentes partes del mundo, más o menos reconocidas, pudieron entender la importancia de demostrar y sentir pasión por una causa, por una idea, por un colectivo de gente. Algunas de estas mujeres incursionaron en la política, otras dedicaron su vida a la ciencia, muchas otras lo hicieron desde el arte y tantas otras en el ámbito social. Hoy queremos dedicarle este artículo a una de las mujeres más apasionadas, amada por muchos y odiada por otros, controvertida desde su juventud hasta su muerte, pero inolvidable en el corazón del pueblo: María Eva Duarte de Perón, Evita.
Nacida en 1919 en una localidad humilde de la provincia de Buenos Aires, Eva decidió en su adolescencia que quería trascender las fronteras de su pueblo natal y convertirse en estrella; deseaba ser admirada y querida por el público, exactamente igual que muchas jóvenes de su época (y también de la actualidad)… Pero Eva tenía otro camino por escribir, lejos de las tablas y de las luces, mucho más cerca de la gente, rodeada de abrazos e idolatría. Un año antes de que sucediera el hito fundacional del peronismo aquel octubre de 1945, Eva conoció a su futuro marido Juan Domingo y entabló desde entonces con él un amor de película que convertiría su vida en una obra de las que ella hubiera deseado protagonizar.
Juan Domingo y Eva fueron, son y serán siempre una de las parejas más destacadas de la política y de la historia del siglo XX. En ellos se traslució uno de los movimientos políticos y sociales más importantes y populares, pero sería a través de la figura y de la pasión de Eva, ahora Evita como la bautizó su pueblo, donde se construiría una relación incondicional de amor y protección con los más necesitados, olvidados por las oligarquías, despreciados por las clases altas, traicionados por los sectores poderosos.
Evita siempre fue una mujer apasionada y así lo demostró cuando desde el poder se hizo una con el pueblo argentino y buscó a través de su fundación asegurarle a los trabajadores derechos y dignidad. La Fundación Eva Perón supo, bajo su dirección, recibir donaciones y financiamiento de los sectores más poderosos (a quienes les convenía contar con el beneplácito presidencial y que muchas veces usaban a la fundación para lavar su imagen ante un pueblo fervoroso) para luego convertir lo recibido en obras, acciones y proyectos sociales, planes de salud pública, organizaciones de socorro y hasta competencias deportivas para niños y jóvenes. Una especie de Robin Hood moderna de los «descamisados» (como se conocía a los trabajadores de las fábricas), plena de carisma, belleza y pasión.
Evita fue también la responsable de instaurar el voto femenino por primera vez en la historia argentina y si bien el proyecto venía desarrollándose en manos de otras mujeres como la socialista Alicia Moreau de Justo, la verdad es que sin la decisión política de Evita de hacerlo realidad el proyecto se habría demorado por décadas.
Muchos llamaron y siguen llamando a Evita demagoga, entendiéndola como alguien que usó las necesidades del pueblo para glorificarse a sí misma. Olvidan que los pueblos también sienten y que Evita fue para ellos la madre que muchas veces el Estado había negado ser, la abanderada de los pobres que envolvió su cuerpo y su alma con sonrisas, vitoreos, amor y eterno acompañamiento, que dejó su vida por la causa de los más necesitados, luchando ferviente y apasionadamente por ellos, como una madre que protege a sus crías de un peligro constante. Así lo demostró el pueblo cuando Evita partió de este mundo tras una larga enfermedad y los hombres, mujeres y niños que tanto la habían movilizado salieron a la calle en procesión, recordando tal vez aquella histórica jornada del 17 de octubre, para despedirla y convertirla con flores para siempre en su heroína más amada.
Les compartimos el último discurso que dio Evita, quienes no la conocen, sabrán de que hablamos cuándo decimos: Eva apasionada.
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