Pasión, ese oscuro objeto del deseo

Este mes Abel nos regala su visión apasionada sobre la Literatura. Enganchada quedas.


Foto: Beso en la Noche. Mario Leclere.

 


Es curioso cómo el significado de pasión puede denotar tanto un “apetito descontrolado por algo o alguien” como un “padecimiento, un sufrimiento”. Aunque en un primer momento pueda parecer que estas dos acepciones son similares, es el sentido de acción que parte del sujeto lo que provoca la divergencia. Mientras la primera genera una percepción de movimiento, de acción incluso violenta para llegar a un fin, la otra sugiere más una ausencia de acción, una inactividad que provoca un estado pasivo del sujeto.

Y, sin embargo, en las dos se intuye un componente incontrolable.

Desde luego, cuando hablamos de pasión en la literatura lo primero que nos golpea la cabeza es el amor en su sentido más erótico de la palabra.

Actualmente, es imposible hablar de literatura erótica sin pasar por 50 sombras de Grey de E. L. James. La triología nos presenta la historia amorosa de Anastasia Steele y Christian Grey, regada con un caldo rico en escenas eróticas con elementos de dominación y sodomasoquismo. EL libro ha despertado muchas antipatías y pasiones por igual y se ha convertido en fenómeno fan en todo el mundo. (Para un aproximación más en profundidad, mira el artículo de nuestra sexóloga aqui).

Otro libros, como Las edades de Lulú, comparten similares controversias aunque éste último es infinitamente mejor en calidad literaria. Este cuenta la biografía sexual de Lulú, desde sus primeras aproximaciones eróticas siendo a una adolescente de 15 años hasta la búsquedas de nuevas experiencias ya en su edad adulta.

 

 

Ocean Nymph (1904), de William-Adolphe Bouguereau

Y es que, los libros eróticos siempre han estado revueltos en las críticas más atroces, muchas veces lanzadas sin tan siquiera haber acercado los dedos censores a sus lomos, oscuros objetos del deseo. Quizás la novela más famosa y polémica en ese sentido sea Lolita, de Vladimir Nabokov, que habla de la pasión patológica de un hombre por su hijastra de doce años. Para algunos, clásico instantáneo, para otros, obra pornográfica que retrata a un depravado.

«Era Lo, sencillamente Lo, por la mañana, un metro cuarenta y ocho de estatura con pies descalzos. Era Lola con pantalones. Era Dolly en la escuela. Era Dolores cuando firmaba. Pero en mis brazos era siempre Lolita.»  Vladimir Nabokov, Lolita

No sólo de carne vive el ser humano y en el amor más romántico ha tenido siempre cabida la pasión. A propósito recomendamos los libros de las llamadas “Reinas de la literatura inglesa” los escritos por Jane Austen y Emily Brontë. Sus obras Orgullo y prejuicio y Cumbres borrascosas, tratan las pasiones escondidas a flor de piel como bombas a presión siempre inmensas en el universo de su sociedad coetánea, aparente pero opresiva.

Cuando uno se atreve con estos clásicos se da cuenta de cuánto ha cambiado el papel de la mujer, reflejadas en estos libros como superitada a la dependencia legal del hombre y al matrimonios. Estas dos autoras, que publicaban bajo seudónimo masculino, se enfrentaron a los cánones establecidos. No hay que olvidar, por ejemplo,  que tanto una como otra criticaron duramente muchas de las normas y cánones de la época, como con quién y cuándo casarse. Sin duda, pequeñas ideas revolucionarias en grandes obras de la literatura.

 

 

Retrato de Jane Austen basado en un dibujo realizado por su hermana.

Tengo que confesar que soy fanático hasta límites insospechados de este tipo de novelas y que esa pasión, me ha llevado a serios problemas de relación social. En cierta ocasión, en una reunión con amigas y amigos propuse ver la adaptación cinematográfica de Orgullo y Prejuicio y a los veinte minutos de visionado surgió la unánime opinión de asesinarme para que de alguna vez por todas “pasara algo en esa habitación , a parte de ver en la pantalla a hombres y mujeres sobradamente conocidos tratarse de usted y hablarse de cuestiones banales que nadie entendemos…”

Nelly, yo soy Heathcliff, él está siempre, siempre en mi mente, no como un placer, como yo no soy un placer para mí misma, sino como mi propio ser. Así pues, no hables de separación de nuevo, es imposible(…)  Emily Brontë, Cumbres borrascosas.

Como comentábamos al principio cuando explicábamos los diferentes significados de la palabra pasión, muchas veces el foco al que va dirigido nuestro deseo no se trata de alguien sino de algo. Pasión por el rock, la cocina, el arte, el bricolaje, los videojuegos, la jardinería o las bicicletas son posibles dentro de este nuestro universo donde afortunadamente existe el libre albedrío y las posibilidades ilimitadas de elegir como afición casi cualquier cosa.

La literatura, que es un modo de simbolizar el universo, también se dan estas características y, por lo tanto, las temáticas pasionales de un objeto dado son también incontables.

Haciendo un ejercicio de homenaje a la propia literatura, propongo hablar de una novela que trata sobre la pasión por los libros.

 Firmin, de Sam Savage, cuenta la biografía de una rata de biblioteca. Literalmente.

No quiero contar mucho más, porque es una de esas obras pequeñas que te dejan un sabor de boca colosal pero sí que quiero precisar que esta original historia es una arrebato triste y filosófico del individuo como soledad. Sí, repito, la protagonista es una rata comun (Rattus rattus) aunque puede que sea la más singular de las ratas y también la más humana.

“Siempre imaginé que la crónica de mi vida, si acaso alguna vez llegaba a escribirla, tendría una primera frase excelente: algo lírico, como «Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas», de Nabokov; y, si no me salía nada lírico, algo arrollador, como «Todas las familias felices se asemejan, pero cada familia desdichada es desdichada a su manera», de Tolstói. La gente recuerda estas palabras incluso cuando ya ha olvidado todo lo demás que hay en el libro. En lo tocante a frases de apertura, la mejor, a mi modo de ver, es el comienzo de El buen soldado, de Ford Madox Ford: «Éste es el relato más triste que nunca he oído.» Docenas de veces lo habré leído, y sigue dejándome patidifuso. Ford Madox Ford era uno de los Grandes.” Firmin Sam Savage

 

 

Firmin, ilustración.

Es de sobra aceptado que lo que para uno puede provocar una total fascinación y una pasión desbordada, para otros incita sentimientos neutros, de apatía o de una manera más intensa, de autentico sufrimiento. En “Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer” David Foster Walace se embarca en un viaje por el Caribe en un crucero de lujo que más que relajarle lo que le provoca es una horrible experiencia. Menos mal que mientras vemos como David “sufre a lo gonzo” en lo que a priori se anunciaba en los folletos de los cruceros como “diversión asegurada”, nos hace reflexionar sobre la cultura americana y sus personajes alegres y despreocupados. Que nos haga reír con su humor mordaz y negro como el dinero de los políticos es el mejor aliciente del de la historia. Atentos a sus notas al pie de varias páginas.

 

 

He visto playas de sacarosa y aguas de un azul muy brillante. He visto un traje informal completamente rojo con las solapas evasé. He notado el olor de la loción de bronceado extendida sobre diez mil kilos de carne caliente. Me han llamado “colega” en tres países distintos. He visto a quinientos americanos pijos bailar el Electric Side. He visto atardeceres que parecían manipulados por ordenador y una luna tropical que parecía más una especie de limón obscenamente grande y suspendido que la vieja luna de piedra de Estados Unidos a la que estoy acostumbrado. He bailado (muy brevemente) la conga. David Foster Walace, Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer

La pasión, posible horrible final y maravilloso principio, contradictoria es su origen y significado, pero sobre toda, musa para infinidad de escritos y poemas.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos.»

El viento de la noche gira en el cielo y canta.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.

Pablo Neruda, Veinte poemas de amor y una canción desesperada

Abel

 

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