Pasión por los piropos

Cierro la puerta de casa y salgo a la calle. Me preparo, una avalancha de palabras se acerca. Ahí viene: es el primer piropo de la mañana.


Ilustración: Isa


Cierro la puerta de casa y salgo a la calle. Me preparo, una avalancha de palabras se acerca. Ahí viene: es el primer piropo de la mañana: «Mami, súbase a este bus. Va directo al reinado, usted se lo gana». Y en el transcurso del día seguramente me encontraré con uno del estilo: «Lengua pa’ esa choca, mami». Y así, todos llevan su grado de descaro.

Los románticos medievales usaban los piropos para cortejar y enamorar a sus damas. Hoy día algunos hombres, no tan románticos, los usan, y no precisamente para enamorar a las doncellas. Menciono esto, no por que añore el romanticismo de siglos pasados, sino porque considero que deberíamos pensar en cuál es la verdadera intención que los piropos llevan tras sus ociosos juegos de palabras.

Escuchar piropos, o insultos, en caso de que no resulte lo suficientemente atractiva para la persona receptora, es cosa del día a día y me parece que es evidente que la intención ya no es la de enamorarme. No, ese no es el objetivo, creo que para muchos es claro que ante un comentario como: «Esas son las patas que necesito pa’ mi cama», no interrumpiré mi camino para regresar con mi número telefónico escrito en un papel y jurar amor eterno.

En su mayoría, los piropos solicitan algo del receptor u ofrecen algo de quien manifiesta la frase. «Quisiera ser sudor, para recorrer tu cuerpo», «Quién fuera bronceador para derretirse en esa piel», «Se me perdió el corazón en medio de esa blusa, ¿me ayuda a buscarlo?», son algunos ejemplos y, como muchos otros piropos, tienen un acentuado contenido sexual.

Los piropos llevan un significado entre líneas. Más allá de un supuesto halago o un insulto, hay un deseo. Es lo que me ofreces y lo que consideras que tengo para brindarte, que no va más allá de mi cuerpo o mi rostro, y que no supera los límites del objetivo sexual. Los piropos no consideran mis pensamientos, mi carácter o mi visión de mundo; los piropos solo señalan mi carne.

Lo cierto es que esas frases, y los gestos que muchas veces las acompañan, tan inminentemente desinteresados, irrespetan mi sexualidad y mi condición femenina. !Vamos! Si quisiera hablar o follar contigo, no esperaría a que tu obsceno comentario llegara a mis oídos. Considérame más allá de mi cuerpo y mi cara. No soy solo eso, soy también persona.

Media Verónica (20), Cali (Colombia)
https://www.facebook.com/nathalia.arias.146

 

3 Comentarios

  1. Pero va más allá. Los hombres no nos piropean, los hombres opinan sobre nosotras sin que les hayamos pedido su opinión. Y como para ellos nosotras valemos lo que vale nuestro físico, opinan en base a nuestro cuerpo. Yo no voy por la calle diciéndole a los hombres o las mujeres qué opino de ellos, porque como soy mujer no estoy arriba en su misma situación. Ellos son el sujeto, ellos opinan. Y yo soy el objeto, yo soy opinada. Ellos arriba, yo abajo. El piropo es un modo más que tiene el hombre de reafirmar su masculinidad (pobres desgraciados que viven siempre teniéndose que demostrar qué hombres son), de reafirmar que son ellos los que mandan. Y nosotras a callar, o nos insultan o amenazan porque si les contestamos estaríamos cuestionando su autoridad, y ya digo que lo hacen para dejar claro quién manda.

  2. Ay Frida :c Yo tengo sólo 16 años y he llegado a vivir cosas horribles. A los 14 estaba en la parada del camión esperando a una amiga cuando pasó un señor ya maduro a mi lado y me dijo «mamacita, que rica». Recuerdo perfectamente que iba con una blusa rosa de corte super ancho y cero escote, jeans entubados y zapatos bajos. Me veía totalmente como una niña, más de lo que era. Podría fácilmente haber sido la hija de ese degenerado. No aguanté la rabia y volteé a gritarle cuanta cosa me vino a la cabeza. Es una de las experiencias más horribles de este tipo, más por el hecho de lo pederasta del señor que de la ya de por sí descarada manera de tratarme. ¿Pero sabes? El artículo me hizo reir mucho con los «piropos» que incluiste. Son tan corrientes que no pude evitar soltar una carcajada por cada uno de ellos xD

  3. Me encanto. Es horrible salir a la calle, ir caminando tranquilamente y escuchar este tipo de comentarios, me hacen sentir insegura en vez de «deseada». Es que los «piropos» son atentados contra nuestra integridad, recuerdo que un día un hombre me grito: «tanta carne y yo chimuelo», me moleste tanto que me voltie y le grite en su cara: «soy una mujer igualita a tu madre y ambas no somos pedazos de filete».

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