TRABAJAR ENVILECE XIII

Nuestra Frida se debate entre lo que está bien y lo que está mal. Dinero y escrúpulos: ¿qué ganará?


Ilustración: Patricia


Malditos tacones. No puedo esperar al momento de llegar a casa y cortarme esta uña que me está matando. Ahí, clavadita la tengo desde el domingo por la tarde. Ha pasado tres días haciéndome un daño mortal cada vez que doy un paso, pero no he tenido un momento para sentarme, poner el baño de agua delante de la tele y hacerme mujer sapiens. Porque estoy cromañona. Entre las puntas abiertas, que parecen tridentes, los pelos de todos los sitios y las uñas largas y cuadradas que se me llenan de negro a nada que toco, de verdad que necesito un paso en la evolución. Nada que no cure una hora corta de dedicación. Qué ganas de llegar a casa y sacar el espejo y la pinza.

Esto me pasa por preguntar. ¿A mí qué me importa que Sonia tenga cara de mustia? Pues ¡hala!, otro marrón que me como. No aprendo. Nos vamos de copas porque me tiene que contar algo importantísimo. Sobre trabajo. Ha contratado a la nueva porque no puede contratarme a mí para dos tareas distintas. Ya hace un esfuerzo, que no se enteren arriba, te lo ruego, con haberme subido el sueldo por echarle un cable cuando lo necesita fuera del trabajo. Será mala, la tía. Tiene una esclava y se lo paga la empresa. Me parece fatal lo que hace, pero me  quedo con los quinientos pavos. La nueva cobra mucho menos y trabaja todos los días. Va por el tercer rioja. No me extraña que esté engordando, con lo que pimpla.

Cinco meses, está de cinco meses. Sólo le pido a la madrenaturaleza, a buda, a dios, a todos los santos del calendario que no sea una niña. Otra pobrecita con tacones, no. Y me suelta que cuando le vea la cara sabrá qué nombre ponerle. Depende a quién se parezca. De los tres, digo yo, porque no me lo ha dicho abiertamente, pero es que hay que ser muy lerda para no tomar precauciones cuando tienes un amante. Reconocido. En fin, no hay mal que por bien no venga; su hija mayor pasará más tiempo con su madre cuando se coja la baja por maternidad.

Y la otra, ¡anda que no! Ha debido flipar. Pobre, en realidad me da pena. Laura se moría de risa cuando la hemos visto salir del despacho del Asqueroso. A mí no me ha hecho ni pizquita de gracia. Me ha recordado a mí, a la cara que debía tener cuando me sobó el culo. Y el tío no aprende. Otro wasap de Pablo. Oye, Pablo, ¡me estás hinchando las narices con la niña ya! Voy a tener que darle la razón a Sara y a Laura cuando me toman el pelo diciéndome que hablo de Pablo más de la cuenta. No me lo quito de la cabeza. Sobre todo, desde que llegó la nueva y sólo tiene ojos para ella. Me gustaba cuando se preocupaba tanto por mí al principio y me enseñaba todo lo que tenía que hacer, y me hacía reír constantemente con sus ocurrencias, y se venía con Laura y conmigo los jueves después del trabajo, y se le cambiaba el semblante cuando venía el casado del taxista.

Pero, ¿me vais a dejar que me corte las uñas ya? Odio el wasap. Ahora Maca, que hable con la nueva y que me solidarice con ella. ¿Quién se lo ha contado? Madredelamorhermoso, si llevo una hora en casa. Estoy cansada ya del tema. Está bien, mañana hablaré con ella, pero no sé si debo preguntarle directamente o no. Ya he tenido bastante con lo de Sonia hoy, pero claro, ellos no lo saben. Paso de tener otro marrón entre manos. Que se las apañe solita, como hice yo. Bueno, yo no me las apañé, me vino solo, pero esta chica tiene una flor en el culo, así que ya le vendrá la oportunidad. Yo tampoco lo pasé bien cuando me ocurrió, pero tendrá que aprender a valerse por sí sola, ¿no? Todas aprendemos a base de tortas. Que no, hombre, que no. Voy a ponerme un vino.

Otro wasap y tiro el teléfono por la ventana. Ya está bien. Increíble: han creado un grupo de crisis Pablo, Sara, Maca y Laura. Y me han metido. Sólo falta mi madre. No voy a preguntarle a la nueva qué ha pasado en ese despacho. Que os quede claro, si quiere algo, que hable ella. Salgo del grupo. Diosesdelolimpo. Ahora llama Sonia. Dejadme en paz. Me voy a vivir a Pernambuco. A ver qué quiere. No, Sonia, no. Son las diez de la noche y no te voy a terminar los deberes de inglés porque te he mentido y me voy al cine y cuando vuelva estaré muy cansada porque llegaré tarde. Sí, sí, que tengo muchísima suerte de ser soltera, de no tener hijos, de no tener novio y de no tener responsabilidades en el trabajo. Y de tener quince años menos que tú, es que no me ha dado tiempo a ser tú todavía, pero esto estoy deseándolo. Manda narices. Vete un rato a la mierda, maja.

Las nueve menos cinco en el reloj de la pared detrás de mi silla. Mi puesto está perfecto. Alguien ha puesto flores frescas. Qué chulas. Me quito el abrigo, enciendo el ordenador y me siento a ver el desfile de caras soñolientas. El asqueroso, asqueroso. El megajefe tampoco me saluda. Sonia me sonríe y me dice: al final he sacado un huequito para hacerlos. Claro, mujer, tú puedes con todo, le contesto sonriendo. Si me pinchan, saco veneno. Los contables, chico y chica con sus secretario y secretaria. Me encantan. Esos cuatro están liados entre sí y han cambiado entre ellos. No me lo quita nadie de la cabeza. La de las nóminas. Ay, qué mono el abrigo nuevo, le va superajuego con las botas. Los comerciales. Sólo vienen cuando tienen clase, éstos directos a atacar la cafetera. Qué majos son. O no, no sé, son vendedores. La nueva. Bueno, pobre, la nueva no. Ya lleva aquí dos meses. Tiene cara de haberse agarrado un pedal esta noche. Hace bien. Hay que ahogar penas. Se acerca y me pide que hablemos, que tiene un problemita y que no cree que lo pueda contar a nadie más. Claro, belleza, nadie más habla inglés en esta empresa, si no, pronto ibas a estar tú aquí. Aunque ella no tenga la culpa de ser quien es, no tengo ganas de hablar con ella. No puedo evitarlo. Lo intento, pero no puedo. Me lo cuenta. Efectivamente. No podía ser de otra manera. Me enerva el cerdo asqueroso.

Por lo que me ha contado Sonia, que no ha entendido nada, ni falta que le hace, ha hecho exactamente lo que le he pedido: que empezara la clase escribiendo en la pizarra chupitoconalegría.

 

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