Cecilia nos propone reflexionar sobre cómo la vestimenta y la moda se inmiscuyen en la adolescencia, generando así una generación de «niñas-adultas».
La vestimenta es un fenómeno cultural y social que representa un modelo de vida, de moral, de conocimiento, de intereses y de gustos. Cada cultura ha hecho una interpretación propia de lo que es el crecimiento a través de la vestimenta y de la ropa que se usa (especialmente en niñas y jovenes). Claro está que nuestra época no es la excepción y por eso hoy nos gustaría analizar aquí qué de nuestra sociedad y de nuestro concepto de crecimiento podemos entender a través de la imagen.
¿Quién dijo que crecer era fácil? ¿Qué representa hoy en día para las sociedades occidentales el crecimiento? ¿Qué es esperable, deseable y buscado en una niña que crece y debe transformarse a sí misma en algo nuevo y distinto? ¿Cuáles son las pautas que determinan cuándo una persona ha crecido y madurado adecuadamente? Como todo fenómeno social, el crecimiento y el acto de crecer son realidades complejas que difícilmente puedan ser explicadas por completo. Sin embargo, mucho se puede decir si las pensamos a través de la imagen de la mujer a través del tiempo histórico y del tiempo personal.
A lo largo de la historia, el pasaje de la niñez a la adultez fue entendido como un proceso bastante directo que podía estar determinado por la edad pero principalmente por tradiciones morales y costumbres como un casamiento y la formación de una nueva familia. Para algunas comunidades, el paso de la niñez a la adultez también implicaba la puesta en marcha de prácticas sexuales que aseguraban la llegada a un mundo de responsabilidades y obligaciones que cumplir. En la actualidad, son pocos los países de Occidente que mantienen esta postura debido a la aparición y reconocimiento de aquello que entendemos como adolescencia, esa etapa difícil de caracterizar donde quienes fueron alguna vez niñxs empiezan a desarrollar nuevas características y formas de ver la realidad que las rodea, comienzan progresivamente a tomar responsabilidades, a madurar.
Pero a pesar de esto, es claro que en el caso de las niñas se imponen, aún en sociedades consideradas modernas y liberales, pautas de comportamiento, de belleza y de imagen que asocian a quienes todavía son infantes y pre-adolescentes con mujeres adultas en una percepción por demás confusa. El acto de crecer sigue siendo repentino, brusco e irreal. Así, es común ver que se combina con numerosas situaciones o circunstancias un doble discurso en el que se obliga a las futuras mujeres a ser tiernas e inocentes pero también sensuales, bellas y con cuerpos definidos, vestidas con tacos altos, maquillaje y peinados complejos (es suficiente ver las publicidades de productos direccionados a chicas jóvenes, los concursos de belleza o de sensualidad, las ídolas «teen» y las famosas desenfrenadas como Miley Cyrus y las otras ex-Disney).
Las modas y las tendencias de ropa más urbana pensadas para las jóvenes y adolescentes imitan fielmente la vestimenta de las mujeres adultas y llevan a quienes todavía no tienen la capacidad de decidir demasiado en su vida a exponer el cuerpo (que tampoco conocen demasiado todavía) de un modo irreal y ficticio. ¿Cuántos ejemplos se nos pueden venir a la cabeza en este momento? Muchos. La vestimenta veraniega, las pautas de vestimenta en diversas situaciones del día, la manera en la que las niñas asisten vestidas a fiestas y bailes con prendas que destapan cada vez más partes de su cuerpo, son una clara muestra de algo que quizás debería preocuparnos. En una época en la que se cometen tantos crímenes sexuales y en la que la libertad de la mujer no está todavía asegurada del todo, exponer a las niñas como cuerpos sexualizables cuándo aún no están preparadas para ellos puede generar consecuencias graves. Estos estándares de belleza que se difunden cada vez a menor edad se combinan con una adolescencia que se estira cada vez más y esto demuestra que aquella mentada y deseada madurez tarda mucho en llegar, tal vez porque los procesos de realización personal, de construcción de la identidad propia, de la sensación de libertad verdadera y de la satisfacción por lo logrado tampoco son reales ni se dan de modo paulatino.
Sabemos (tal vez porque todos hemos pasado por ella) que la adolescencia es tal vez una de las etapas más difíciles y complejas de la vida: es cuando comenzamos a darnos cuenta conscientemente de que estamos creciendo. En la búsqueda por crecer, son muchas las niñas y jóvenes que imitan, copian, recrean modelos de cuerpo, de mujer, de belleza, de estética que en otras épocas estaban reservadas a la mujer adulta y que hoy han perdido definición. Los problemas y desórdenes alimenticios son también en parte consecuencia de esto ya que son muchas las chicas que son expuestas a exigencias subliminales (y no tanto) respecto de cómo deben ser sus siluetas, cómo deben llevar el pelo, cómo deben mostrar el cuerpo, qué ejemplos seguir y qué hacer con una sexualidad que recién comienzan a descubrir. Nada es casual y muchas veces los pasos apresurados y las falsas realidades son difícilmente sostenibles en el tiempo.
El crecimiento es un proceso duro y complicado, no vamos a decir que no. Genera muchas incertidumbres e incluso mujeres adultas seguimos teniendo dudas, miedos y fantasías respecto de lo que la vida nos deparará. Sin embargo, el crecer con tiempo, con respecto hacia una misma, con la seguridad de que nuestra identidad está construyéndose lenta pero firmemente, son las cosas que nos pueden guiar en la vida hacia caminos de mayor satisfacción, con plena autonomía y una autoestima más fuerte. Crecer es aprender a perder y a ganar, a probar y a decidir, pero nunca debe ser evitado o anulado, simplificado o impuesto con estéticas y pautas de belleza que confundan y nos hagan dependientes de una imagen irreal.
1 Comentario
Me gusto la nota. Trabajo con niñxs y jovenes, y es algo que viene dandome vueltas por la cabeza cada vez que veo a las niñas con tacos o botas de mujer adulta, o maquilladas como adultas en la calle o en las fiestas familiares. Excelentes y bellicimas las ilustraciones de Carmen Navarro…un disfrute para la vista