A la (re)conquista de la libertad

He pasado prácticamente toda mi vida dejando de hacer cosas por el qué dirán, pero ahora que me acerco a los treinta peligrosamente, me he dado cuenta de que la única que salía perdiendo con todo esto era yo.


Ilustración: Marta A.


Lo primero de todo, y para ser cien por cien sincera tanto conmigo misma como con las personas que nos leen, he de decir que no creo que sea plenamente libre. Pero ni yo, ni nadie. Hay muchas convenciones sociales y restricciones variadas que hacen que no podamos hacer siempre lo que nos apetezca. Es el precio que tenemos que pagar por vivir en sociedad (si ya es caótico el mundo en el que vivimos, no me quiero ni imaginar si hiciéramos lo que nos diera la gana en todo momento).

Pero hay veces en las que dejamos de hacer cosas que no dañarían a nadie simplemente porque creemos que pueden herirnos o criticarnos. En mi caso, durante muchísimo tiempo me impuse una serie de prohibiciones que hacían que no fuera libre. La mayoría estaban relacionadas con mi apariencia física o con mi alimentación. Puedo elaborar una pequeña lista para que os hagáis a la idea:

  • Hasta los dieciséis años no me puse una camiseta sin mangas. Me daba muchísima vergüenza mostrar mis brazos y pensaba que la gente haría comentarios negativos sobre mi cuerpo.
  • Siempre he evitado comer sola en público, sobre todo, si se trataba de productos poco saludables. Recuerdo ir en autobús de camino a casa desde la universidad prácticamente escondida entre los asientos mientras picaba unos ganchitos o unas patatas. En mi cabeza, la gente pensaba mira a esa gorda comiendo o bien imaginaba que se sentían asqueadas. He visto a miles de personas comer en todo tipo de sitios públicos y jamás he pensado nada raro sobre ellas. Pero mi cabecita se empeñaba en que a mí me sucedía todo lo contrario.
  • No utilizaba faldas ni vestidos. Al igual que me pasaba con los brazos, no me atrevía a mostrar mis piernas, como mucho utilizaba alguna falda larga o que me tapara media pantorrilla. ¿Minifaldas? Ja. Esa prenda estaba desterrada de mi armario. Tampoco me atrevía a ponerme unos leggings, no fuera a ser que reventaran por mis terroríficos muslos.
  • No he sido capaz de utilizar un bikini hasta el verano pasado. Vale que había empezado a ponerme faldas y vestidos más cortos, mostraba mis brazos sin ningún tipo de problema… Pero, ¿la tripa? Eso sí que fue un gran paso para mí.

Muchas de estas cosas ahora me parecen absurdas. Otras no, porque aún están recién superadas. Pero la verdad es que hay ciertos complejos que no he conseguido vencer aún. Me he puesto bikini este verano, sí, pero de momento sólo con mi pareja. Me da verdadero pánico ir a la piscina con mis amigxs. Si se propone un plan de ese tipo, sigo poniendo excusas porque no me siento nada cómoda. Soy consciente de que son personas que me quieren y aprecian, y en realidad dudo mucho que hicieran algún comentario malo sobre mí. Pero aún no me siento del todo preparada.

La edad nos trae algunas cosas malas: ya no aguanto como antes al salir de noche y quizá me he vuelto más comodona para algunas cosas. Pero creo que compensa cumplir años porque nos ayuda a volvernos más sabias y más libres. Cada año que soplas las velas del pastel te das cuenta de que debes poder ser capaz de hacer todo aquello que quieras. Si a los demás no les gusta… Pues que le pongan lazos.

También te das cuenta de que el resto de las personas están tan pendientes de sus cosas que ni siquiera reparan en tu presencia. Cuando yo voy por la calle andando insegura porque creo que se van a reír de mí por llevar una minifalda, la chica monísima que camina delante de mí está agobiada porque hoy no le ha dado tiempo a lavarse el pelo y cree que el resto pensará que es una guarra; y la de detrás se muere de vergüenza porque se ha manchado la blusa mientras comía en el trabajo.

En el fondo todxs somos un poco egocéntricos y nos pensamos que es terrible lo que nos está pasando en este mismo instante. Pero os aseguro que, como mi querido Rhett Butler en Lo que el viento se llevó, el resto de la gente don’t give a damn. Cada unx tenemos suficiente con nuestras propias rayadas mentales, así que os animo a que hagáis lo que os salga del alma.

Me he prometido a mí misma no volver a prohibirme hacer cosas ni a censurarme. Hace unas semanas hice algo que todxs lxs niñxs han hecho alguna vez y yo nunca había hecho por miedo a parecer torpe (que lo soy): me subí a un árbol. No sólo no me caí, sino que me encantó la sensación. Puede que la gente pensara que ya soy mayorcita para esas cosas. Quizá les pareció una idea divertida, o simplemente tenían cierta envidia sana por no atreverse a hacerlo. Pero, ¿sabéis qué? Pensaran lo que pensaran, me daba totalmente igual. Yo era feliz.

Mi consejo es que ya bastantes cosas nos prohíben externamente como para andar poniéndonos normas absurdas a nosotras mismas. Si te apetece cantar, canta aunque te salgan unos gallos impresionantes. Si te quieres reír a carcajadas, ríe aunque la gente a tu alrededor te mire raro. Si te apetece ponerte un vestido, póntelo, te digan lo que te digan. Reconquista tu propia libertad, no hay una sensación más bonita.

9 Comentarios

  1. Jennifer

    Hola, siempre los artículos son buenisimos, su peruana a 27 días de cumplir 30, querida Eloisa que bien me cayo tu articulo, yo al contrario tuyo soy re flaca nunca he pesado más de 48 kilos pero que identificada me he sentid con tu articulo, jamas voy a las piscinas ni uso ropa de baño porque mis piernas con flaquitas siempre pongo la excusa de mi alergia, y las faldasni hablar, es paradójico como la sociedad nos censura y tener que seguir prototipos que nos ponen en vitrina.

  2. Siempre es mejor meterse a un gimnasio y construir un cuerpo del cual sentirse orgulloso, a andar lamentándose por la imagen personal. Aparte que la actividad física levanta mucho el ánimo y la auto estima producto de las endorfinas y por poder ver el cambio en el cuerpo mismo.

  3. Hola, te envio un saludo a lo colombiano pero desde veracruz. Permiteme expresar mis ideas que surguen a partir de tu escrito acerca de a la re conquista de la libertad: en primera medida soy snsciente del molďe externo que nos ha impuesto la sociedad ya que sobre aquel nos juzgan como mujer. Hasta el punto de valer la pena o no. Esas son solo ataduras y un mecanismos para controlar nuestros cuerpos. Querida que nadue ni nada te asuste a ser y a hacer lo que quieras la libertad va mas allá de lo que uses o de lo que muestres la verdadera libertad consiste en hacer con nuestras almas una mejor versión para nosotros mismos de ahi para nuestra familia luego al mundo. Se feliz que carajos lo que opine el resto del mundo. Esa si que es una verdadera conquista de la libertad.

  4. No lo sé, debo ser una gorda muy extraña. Me gustan los vestidos, me encanta ir a la playa, como sola muchas veces y como lo que me provoca, como acompañada lo que me gusta, y lo peor de todo es que me siento atractiva y lo he comprobado siempre. He tenido todos los novios que he querido, me he casado, divorciado, tenido dos hijas encantadoras, vivo en pareja con alguien a quien amo con el alma. Camino sola muchas veces para pensar, leo todo lo que consigo, trabajo todo el tiempo, escribo ocasionalmente y cuando me miro en el espejo, sin ropa, me gusta. En fin no me siento una gorda, me siento lo que soy, una mujer. Un ser humano, al que le toca vivir esta experiencia que es la vida y que no me pienso perder, porque tenga una capa de grasa extra, para los tiempos de frío y glaciación que mis genes creen que podría sobrevenir.

  5. Hola, no sabes lo identificada que me siento con este post.
    Toda mi vida me he sentido con reparos de mostrar mi cuerpo, me gusta el nudismo, y es algo que solo puedo practicar en mi departamento independiente universitario.
    En el colegio cuando una día nos tocaba piscina use un traje de baño de tres piezas, tenía sobre peso pero soy consciente de que no tanto como ahora. Las niñas de la siguiente clase me vieron en el borde de la piscina y pasaron susurrando «que asco»
    Desde ese dia no volvi a usar traje de baño, blusas o camisetas sin manga, y solo como ropa de casa shorts.
    Mi madre siempre ha dicho que tengo unas piernas bonitas, pero no había podido superar el reparo hasta el año pasado, cuando me compre el vestido perfecto: de mangas tres cuartas, cuello bandeja y en falda hasta la rodilla, me lo probé y me sentí libre, no me gusta estar apretada por ningún lado y el vestido me encantó. Me lo he puesto siempre con reparos de que me griten algo en la calle, cosa que me ha pasado, pero me sentía bien conmigo misma, cuando me lo puse por primera vez para ir a la u, estaba súper tensa por que sentía la mirada de todo el mundo sobre mi, es algo que no puedo dejar de notar o sentir, es difícil sobrellevarlo pero a este día, tengo cuatro vestidos cortos, con casi el mismo estilo, y me siento muy bien con ellos.

  6. Viviana Paredes

    Como puedo escribir en el proyecto? Soy ecuatoriana enamorada del portal y la opinión con ganas de hablar del goce absoluto de la soledad femenina sin necesidad de la compañía masculina para sentirse completa!

    Saludos

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