Sobre la imposición de estar «siempre sosegada» y ese miedo social a ver que una mujer no controla sus nervios…
En nuestro imaginario la mujer moderna se nos presenta como una mujer que está en todas partes y todo lo hace bien. Trabajo, voluntariado, casa, hijos, compra. Monta superfiestas de cumpleaños y está metida en mil proyectos. Cuida a la perfección de su familia y va al gimnasio para estar en forma. Y si entre todas esas miles de actividades se desborda… no pasa nada, también está al día con las últimas técnicas de relajación superrápidas y efectivas y sabe cómo usarlas sin vacilar y con eficacia. Que nadie se asuste, la mujer moderna no se desborda.
Nadie quiere ver esto. Una mujer desbordada es una histérica. Y nadie quiere a las histéricas. La mujer moderna sabe contenerse. Sabemos ser correctas estemos como estemos, agradables, aceptables.
Aceptadas.
Ante esto las técnicas de relajación pueden ser también una trampa. Están ahí para que las usemos cuando queramos, pero hay una frontera muy fina entre el querer usarlas y vernos en la obligación de usarlas, en la que estas mismas técnicas pasan a imponerse por encima de nuestra decisión de llevarlas a cabo.
Y es que parece que esta técnicas se han convertido en otro complemento que toda mujer moderna lleva en el bolso. Como el monedero o las llaves, siempre ahí para usarse cuando sea necesario. Impecables para cuando estamos al límite.
Sin darnos cuenta a nuestro alrededor se ha creado un imaginario del relax como una obligación más que como una necesidad. Cuando no podemos más y se nos van de las manos nuestros nervios nos sentimos tremendamente culpables por ello. Pensamos que cómo puede ser que conociendo tantas técnicas de relajación no seamos capaces de mantener la calma, que no podamos usarlas cuando sentimos que más las necesitamos. Que ya nos vale por habernos puesto de esa manera, que tenemos que relajarnos y aprender a mantener la calma.
Y aunque sí, es interesante conocer técnicas de relajación para que las usemos cuando queramos, en ningún caso están para usarlas obligatoriamente. Porque no siempre las podremos usar. Hay veces en las que sencillamente no podremos y no pasa nada. De hecho, no siempre hay que usarlas, porque todo esto que nos lleva al malestar y el colapso también tenemos que sacarlo hacia fuera, hay que drenar lo que nos hace daño. Es una necesidad que rompamos con la serenidad femenina obligatoria y le demos cabida a la manifestación explícita de nuestro malestar.
Flaco favor nos hacemos si lo único que hacemos con todo lo que llevamos dentro es reprimirlo, transformarlo o sencillamente ocultarlo. Si utilizamos las técnicas de relajación como el único bastión ante la tormenta de la sobrecarga. Porque si estás desbordada, si estás llena de tristeza, rabia o nervios, no tienes por qué darle la vuelta y hacer como si no pasara nada, porque este sentir oscuro que también tenemos tiene que salir a la luz. También tiene que tomar forma más allá de nosotras mismas, para hacerlo real, tangible, para sacarlo hacia fuera y que no nos revuelva y dañe por dentro. Tragar sin sacar nos lleva al colapso, al bloqueo, incluso a la enfermedad.
Hacernos conscientes de esta necesidad implica buscar esos espacios para dar rienda suelta a nuestra bilis. Espacios que tenemos que construir entre todas, que tenemos que facilitar, potenciar, crear. Todas tenemos que estar dispuestas a dar cabida a la expresión emocional de las mujeres que tenemos alrededor y no ponerles diques. Olvidar los “pero mujer, relájate” y fomentar que nos expresemos tanto como sea necesario y más allá.
Abrir estos espacios y estar receptiva cuando alguien nos expresa todo lo malo que lleva dentro nos hará no sólo andar más ligeras y ser conscientes de nuestras emociones negativas, sino abrazarlas y comprender que también forman parte de nosotras y que tienen su función. No por ser dolorosas ni porque socialmente no se quieran ver implica que estén ahí gratuitamente. Las emociones nos indican, son nuestra veleta, y a veces una cosa tan sencilla -y tan complicada a la vez- como expresar cómo nos sentimos nos ayuda a situarnos, ver las cosas más claras, incluso a poner límites y cambiar las reglas.
Ir vaciando nos asegura salud mental a nosotras cuando expulsamos, pero también funciona al revés: nos asegura bienestar cuando recogemos esos pedazos de negatividad de nuestras compañeras porque así reconocemos a las mujeres en toda su complejidad y dimensiones, quebrantando poco a poco la imagen de mujer que hay en el ideario colectivo. Viendo que no hay emociones que solamente nosotras a nivel individual sintamos, fomentando la empatía y la sororidad. Haciéndole el camino más fácil a las demás también nos lo hacemos a nosotras.
Porque además sacar todas estas emociones negativas va más allá de una misma: pasa por matar el mito de la mujer ángel, de la mujer hiper-buena, hiper-correcta. Por matar a la superwoman de las emociones que se supone que también somos (porque no basta con que lo hagamos todo, sino que también nos tenemos que controlar), esa mujer que lo aguanta todo y a la que nadie oye quejarse. Es necesario airearlas, vaciarnos, quejarnos, expresarnos. Y no sentirnos culpables cuando lo hacemos.
Estoy cansada de los “pero mujer, relájate” cuando lo último que quiero es relajarme, cuando lo último que quiere una mujer que está expresando su malestar es calmarse. Porque calmarse está muy bien, pero cuando una quiere. Hacerlo por obligación o demanda externa implica tragarse ese malestar por no sacarlo, por no querer mostrarlo. Y es que nos han enseñado que eso no se muestra, que los nervios no se muestran, que la rabia no se muestra. Una mujer de las de verdad aguanta y lleva la procesión por dentro, ¿no?
Tenemos que ser capaces de darles voz a estas emociones y de estar dispuestas a escuchar a nuestras amigas que quieran expresarse. Tenemos que dejar de decir “pero mujer, relájate” y demandar bajo esta frase que todo lo que expresemos sea desde la calma y la serenidad, es decir, desde un filtro. Un filtro que implica haber sentido esas emociones y haberlas transformado, razonado y digerido, para expulsarlas en un formato más agradable y correcto. Lo que implica que la parte cruda la hemos tenido que digerir nosotras solas. Las demás nos tienen que ayudar a expulsar para que este proceso sea más ligero.
Crear y conquistar estos espacios, que pueden ir desde una sencilla llamada telefónica a hacer una quedada semanal con el objetivo de soltarlo todo, nos llevará a reconquistar nuestra expresión emocional y así vivir bajo el abrigo de la aceptación de todas nuestras partes -y de todas las partes de nuestras compañeras-. Esta es una fórmula más que necesaria para dejar de sentir que nuestras emociones son incorrectas o inapropiadas. Para romper con la mujer de sonrisa eterna que nos dicen que tenemos que ser. Para crear lazos más estrechos y profundos, para crecer cogidas de la mano.
Técnicas de relajación, sí. Pero cuando tú quieras. Porque no estás obligada a relajarte siempre que te sientas desbordada. Y menos para que tu cara al mundo sea más amable.
*Texto originalmente publicado en En tu propia nube.
5 Comentarios
y cuando ya no se puede invisibilizar el desborde, nos medican, por ejemplo, como para mantenernos en la oscuridad…
Leerlo me ha dado una idea muy buena de lo que pasa, muchas gracias.
Algunos hombres deberían leer este tipo de artículos jajaja, gracias en serio. 🙂
Está genial 😀
Me encantó, justo he estado leyendo y meditando mucho sobre el tema, como es que siempre se espera de nosotras una calma total, el no hacer escenas y si lo hacemos entonces somos una histericas, como dices.
Si creo importante el aprender a controlarnos, relajarnos y ser capaces de ver una situación de diferente manera antes de explotar, pero hacerlo como parte de nuestro crecimiento personal, no como imposicion social e incluso en esta idea de ser más Zen en la vida en general, las explosiones para drenarnos son necesarias.
Interesante artículo ! Gracias !
Un poco cansada de tanta contención para no ser tachada de histérica por algunos hombretones !
Decidída a practicar la asertividad que le enseño a mi hijo pero que soy incapaz de aplicarme a mi misma…
Ole, ole y oleeeee, eres genial Irene! 🙂