Mi heroína

Elo se abre de par en par en este relato personal para dar las gracias a su heroína, su madre, su modelo a seguir.


Mi madre y yo


Sé que, salvo algunas excepciones, en general la gente siempre tiene buenas palabras sobre sus madres. He oído de boca de mucha gente frases como mi madre es la mejor o mi madre es única. Y me parece lógico; porque muchas veces nuestras madres son casi superheroínas. La mía también, por supuesto.

Uno de los primeros recuerdos que tengo de mi madre es de cuando yo era muy pequeña, quizá tenía cuatro o cinco años. Mi madre era muy joven, ya que me tuvo con 20 años, y por aquel entonces trabajaba en diferentes turnos, si mi memoria no me falla. Esto hacía que no me pudiera ver tanto como quería. Así que recuerdo que algunas veces, cuando ella libraba un día de diario, en lugar de llevarme al colegio, aprovechaba ese día para que pudiéramos hacer algo juntas. De uno de esos días conservo una tira de fotografías de un fotomatón en la que salimos poniendo caras divertidas.

También recuerdo claramente cuando empezó a trabajar de noche en el hospital. Cuando alguien llamaba a casa por teléfono, yo, con mis cinco o seis años, lo cogía y, si preguntaban por mi madre, siempre contestaba que mi madre estaba descansando porque había trabajado toda la noche y no la podía despertar. Creo que ya entonces me daba cuenta de todo el esfuerzo que hacía, y para mí sus horas de descanso eran sagradas.

Porque sí, si una palabra define a mi madre es luchadora. Se casó muy joven, y también lo era cuando yo nací. Pero eso no fue un impedimento para terminar sus estudios. Imaginaos: una niña de cinco años, un trabajo en horario nocturno en la UCI de un hospital y clases por las mañanas para sacarse las dos asignaturas que le faltaban para terminar BUP. Y las dos aprobadas con sobresalientes. Miro hacia atrás y me pregunto de dónde sacaría las fuerzas para hacer todo eso y seguir teniendo una sonrisa en la cara para mí. Creo que sólo por esto es más que lógico que mi madre sea la persona a la que más admiro en el mundo.

De mi infancia tengo recuerdos preciosos con mi madre. Pero fue durante mi adolescencia, cuando mis padres se separaron, cuando nuestra relación se estrechó aún más. Resumiendo, tras la separación, mi padre se desentendió de mí. No sólo dejó enseguida de pagar la pensión acordada, sino que no se preocupaba por mí en ningún sentido. Quizá esto sea lo más duro a lo que me he tenido que enfrentar en mi vida. Para una chica que está en los años que probablemente más hagan por forjar tu carácter es muy difícil, si no imposible, entender que tu propio padre te da la espalda. Sentimiento de culpa, miedo, desconcierto… Una mezcla explosiva.

Pero, por suerte para mí, mi madre siempre estuvo a mi lado. Jamás me dijo una mala palabra sobre mi padre, ni me coaccionó para que no fuera a verle o no hablara con él. Puedo decir muy orgullosa que he podido tomar mis propias decisiones al respecto de este tema y que mi madre siempre me ha apoyado. Me ha aconsejado, me ha escuchado, pero nunca ha intentado influir en mis actos. Y ahora entiendo que esto ha debido ser difícil para ella. Porque seguro que ella ha sentido mucho dolor y mucha rabia al ver lo que mi padre hacía, pero me dejó tomar mis propias decisiones y le estaré siempre agradecida por ello.

Es imposible no sentirse orgullosa de una mujer que se levantaba a las seis de la mañana y llegaba a casa a las nueve de la noche para que no me faltara de nada y pudiese estudiar. De una mujer paciente con mi legendario mal genio, que me ha perdonado mis errores y no me guarda rencor por mis tonterías y salidas de tono. De una superheroína, sí, como tantas otras superheroínas anónimas que están entre nosotrxs cada día. ¿Cómo no voy a sentir orgullo? Jamás podré devolverle, ni en cien vidas, todo lo que ha hecho por mí.

Ambas hemos pasado por momentos muy duros en la vida. Pero siempre unidas, la una al lado de la otra. Esto ha hecho que mi madre sea para mí mi mejor confidente, aquella persona en la que puedo confiar para todo. Si necesito consejo o desahogo, sé que siempre puedo acudir a ella, porque nunca me va a defraudar. Y, además, tengo la suerte de que tiene un humor a prueba de bombas; y las mejores risas siempre son a su lado.

Este año he estado tres meses fuera de España haciendo prácticas laborales. Cuando volví, mi madre vino a buscarme al aeropuerto y lloré abrazada a ella como si fuera una niña pequeña otra vez. Nunca habíamos estado separadas tanto tiempo, y tantos días sin su risa, sin sus abrazos, a veces se hacían insoportables. La experiencia me ha servido para darme más cuenta aún, si cabe, de lo importante que mi madre es en mi vida. Y que si a alguien admiro y a alguien quiero parecerme, es a ella. Gracias por todo, mi heroína. Gracias por todo, mamá.

 

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