Mi relación con la comida

La comida es una necesidad básica que en muchas ocasiones produce pasión, en otras rechazo absoluto, una mezcla de ambas, o, incluso, una máxima indiferencia. Algunas de nuestras fridas nos cuentan su relación con la comida. ¿Cuál es la tuya?


Ilustración: Javitxuela


Ahora mismo tengo una relación de amor maduro con la comida. Como absolutamente de todo y me encanta probar cosas nuevas, excepto los productos lácteos, que no los puedo tomar por motivos de salud, y a veces los echo de menos. Aunque poco a poco me estoy acostumbrando. De lo que estoy orgullosa es de haber dejado ya lejos una etapa de mi vida en la que me daba atracones a escondidas por la ansiedad, y luego me pasaba unos días sin comer ( incluso llegando a tirar la comida a escondidas) por tener sentimientos de culpa. Después, el tirar la comida y el negarme a comer me producía una mayor culpabilidad y aumentaba mi ansiedad. Me costó aceptar que eso sólo me creaba inestabilidad mental y física, ya que me preocupaba más por la comida que en vivir mi vida.
Y mientras, el mundo no se para, la gente no sabe lo que te pasa, solo opinan de los kilos de más o de menos que tienes siempre. Y punto. Menos mal que duró poco y fue hace mucho, pero lo bueno es que aprendí bastante de ello.

Marta


Mi relación con la comida es de un amor profundo, aunque me suelan presuponer lo contrario por el hecho de estar delgada. La gente nunca me cree cuando les explico lo que llego a comer a lo largo del día porque hacen una asociación inmediata de “delgada=no come/come como un pajarito”. Me encanta comer y no como poco. Para mí es uno de los mayores placeres de la vida. Me ilusionan las recetas y los restaurantes nuevos, a ver qué es lo que me ofrecen. Miro con cierta asiduidad recetarios y cuando tengo tiempo me gusta hacer recetas elaboradas. En mis planes perfectos siempre hay comida.

Esto conmigo siempre ha sido así, incluso desde antes de ser vegetariana. Y cuando cambié de dieta… si ya me suponían de poco comer la gente ya pasó a pensar que me alimentaba de lechuga y aire. Este cambio de dieta me supuso muchas discusiones y justificaciones, como si la gente estuviera enfadada porque dejara de comer animales. Mucha gente se rió de mí y mi decisión, y son gente que desterré de mi vida por su falta de respeto.

Me decían que “no puede gustarme comer” si no como animales. Como si no fuera posible el equilibrio de sentirme bien con lo que como y comer a gusto y variado. De hecho gracias al vegetarianismo he descubierto ingredientes y recetas que seguro que no habría conocido de seguir comiendo animales. No puedo imaginarme volviendo a comerlos, me parece injusto y salvaje. Y además mis digestiones han mejorado muchísimo, me siento más vital y menos pesada. Y más en paz conmigo misma.

Sí, amo comer. Y sí, soy vegetariana y sin ninguna intención de dejar de serlo.

Irene


Dejé de comer carne de manera paulatinamente, las razones fueron diversas. Aún hoy no puedo colocarme el título de vegetariana, hay algo por lo que no me apropio de esa palabra (no lo sé).

Pero lo que sí he podido adquirir, es sentirme mejor conmigo misma (física y mentalmente). Y sí, ha cambiado mi aspecto y por supuesto mis hábitos (aprender a cocinar de verdad, ha sido un reto), pero lejos de la manera en que me vea, lo más importante es que ha cambiado la manera de sentirme y la forma de interactuar con mi entorno.

Por supuesto todo esto no es exclusivo de la alimentación, pero ha contribuido en mucho en esa construcción de vida que quiero seguir teniendo y disfrutando.

Hellen


Mi relación con la comida siempre ha sido de amor absoluto. Creo que parte de culpa la tiene mi padre. Mi hermana Almu y yo cuando éramos pequeñas queríamos comer siempre lo mismo que él. Así que como buen manchego aprendimos a disfrutar de los torreznos, las gachas, el mojete, el cocido, los huevos fritos para desayunar…mi padre siempre ha dicho que “a burro viejo, poco verde” ¿cómo no íbamos a querer comer lo mismo que él? Además ir con él significaba terminar en algún bar tomando algo: una fanta, unas patatillas…que luego a la hora de comerte todo el plato, nos pasaban factura. Ahora todavía nos encanta reunirnos toda la familia alrededor de una mesa. Y aún hoy se nos sigue quedando grande el aperitivo frente al plato de sopa de cocido.

Ahora también lo que ha cambiado ha sido “el metabolismo”, me ha tocado ese de “no puedo comer todo lo que me gusta en las cantidades que quisiera” así que tengo que tener en cuenta de no pasarme. Sin embargo, no soy capaz de hacer dieta. Un año hice dieta y no me compensaba. Me obsesionaba con comer, deseaba dulces (sin ser nada golosa), comía a escondidas…Fue un horror. Así que ahora he decidido cuidarme, comer de todo, disfrutar de salir a cenar, de tomarme una caña o dos, y hacer algo de ejercicio. Porque no quiero volver a obsesionarme con la comida y comer bombones a escondidas.

Núria


Mi relación con la comida se resume a una palabra: glotonería, creo que también es parte de mi personalidad exagerada. Lo que me gusta más es ir a un restaurante con amigxs, todxs sentadxs alrededor de una mesa, hablando y riendo. Me gusta que la comida sea un medio para compartir momentos. Creo que siempre he sido glotona, pero no como ninguna “mierda” porque no me gusta : ni refrescos, ni dulces, ni tartas etc. A veces sí me compro una caja de Fresas Tagada de Haribo, son los únicos dulces que me gustan, pero acontece dos veces al año máximo.

Mi madre siempre se queja de que como mucho pero siempre he tenido el mismo peso desde la adolescencia, a mis hermanas que no paran de subir y bajar y subir peso, no les dice nada. Creo que tengo un buen metabolismo, no me quejo jeje.

Hice una dieta una vez en mi vida, estaba en el colegio y ni siquiera era gorda,perdí mucho peso en poco tiempo porque no comía nada, pero sólo duro unos dos meses. Ahora cuando lo pienso me parezco tonta. En la cultura marfileña se alaba las curvas femeninas pero viviendo en Francia, supongo que los cánones de belleza euro-flaco-céntricos me alcanzaron. Pero una crece y aprende ¿verdad?

Maureen


Con pocas cosas tengo y tuve a lo largo de mi vida una relación tan compleja como con la comida. Por años, desde mi adolescencia hasta hace un tiempo atrás el vínculo con los alimentos fue bastante impositivo; dietas de aquí y de allá para alguien que no encajaba en los parámetros de belleza ni delgadez. Sufrimientos de gran variedad por tener que aguantar comer ensaladas y cosas sin demasiado sabor frente a personas que podían darse gustos sin culpa.

Eventualmente yo misma terminé aceptando el rol que se me imponía y llegué a creer que mi vida sería siempre estar bajo algún tipo de dieta o régimen. Hace unos años atrás incluso me inscribí en uno de esos institutos para hacer dieta de algún doctor mercachifle famoso y bajé muchos kilos pero inmediatamente los volví a recuperar, con todo lo que eso implica: recuperar los kilos y recuperar la baja autoestima.

Hace un tiempo ya que, cansada de las dietas y obligaciones, me decidí a no imponerme nada más y la realidad es que cada vez voy aceptando más el cuerpo que tengo y la comida sin sufrir.

Otro capítulo es mi decisión hace casi ya diez años de hacerme vegetariana. Es una de las decisiones que más me satisface de mi misma, poder comer sin que eso implique sufrimiento y dolor para otros seres vivos, aún a riesgo de extrañar todo lo que tuviera que ver con la carne. Con esto también siempre senti imposiciones y juicios desde afuera, desde nutricionistas que cuestionaban mi decisión pasando por familiares que lo ven como algo artificial hasta desconocidos que gozan cada vez que pueden en marcarme que cómo hago con el cuero, o argucias para poder hacerme sentir incómoda.

Por suerte, con el pasar de los años he logrado ser feliz con mis decisiones y mis deseos y ya dejar de preocuparme por lo que los demás digan.

Cecilia

2 Comentarios

  1. Mi relación es amor-odio, sigue representando mi falta de organización.

  2. Mi relación con la comida fue siempre complicada. Si hay una palabra para calificarla es esa, complicada. A veces se tranquiliza un poco, otras,, no.
    A los 11 años, cuando todavía era una niña, me dí cuenta que no era como el resto: Era mucho mas alta que todas, lo que conlleva a que también era mas «grande». Si me pongo a pensar ahora, una persona que mide 1.70 no puede pesar 40 kilos como mis amigas de ese entonces, que median como mucho 1.60. Bueno, ahora pienso así, en esa época pensé que yo estaba mal.
    Me sometí a mi misma, y lo digo así por que siempre tome la responsabilidad de mis actos aún siendo tan chica, a suprimir dulces, carbohidratos y todo aquello que tenga mas calorías de las que me plantee a mi misma que necesitaba. Empecé natación, y a los 12 años tenía 15 kilos menos, 57 kilos y 1.75 de altura. Todo el mundo, familia, amigos, todos, me decían que estaba hermosa. Y yo todavía creía que estaba gordísima. Y jamás me creí eso de que era linda. Veo todavía una imagen completamente distorsionada de lo que ven los demás. No me creo un «sos linda mina».
    Con la adolescencia cruda, el tema se fue poniendo mas serio. No solo comía poco, sino que empecé a vomitar. Lo hacía por meses, paraba un par de semanas, y seguía. Situaciones familiares demasiados tensas también influyeron en esto. Cuando vomitaba, por mas retorcido que parezca, sentía alivio. Durante mucho tiempo lo callé, es más creo que solo un infame ex novio lo sabia pero mucho no le importaba decirme «engordaste este mes?» cuando yo le había confesado algo que venía arrastrando desde muy chica. Lo callé años. Y realmente no me parece que ir a un psicólogo hubiera sido una solución a esto. Hoy, a mis 27 años, vivo sola, tengo mi título universitario, me mantengo sola, soy soltera pero la paso bien, y engordé lo suficiente como para empezar hacer algo otra vez. Cuando me mudé de la casa de mis padres, pensé «si como mucho, ahora que vivo sola, tengo miedo que otra vez aparezca el fantasma de la bulimia atrás mío, como voy hacer?». Y saben que? No apareció. Ni va a aparecer por que aprendí a disfrutar de muchas cosas sin culpa, a disfrutar comer una pizza con amigas sin contar las calorias en la cabeza y pensar como ir corriendo a vomitar al baño mas cercano y como hacerlo sin que nadie me escuche, a salir con chicos que acepten como soy yo hoy, a disfrutar una cena solo conmigo. Empece el gimnasio, estoy bajando de manera sana y no me mato de hambre como antes. Cuando pienso en años anteriores cuando comía 3 manzanas por día por semanas para estar flaca otra vez, no puedo creer lo que me hice. Lo que le hice a mi cuerpo, con tal desprecio que afectó mi salud. Quizás el que me lee (si es que leen esto) pensaran «¿la familia no se dió cuenta?». Dejenme decirles que mi familia es grande, nos amamos mucho, nunca, jamás, me faltó nada por que mis padres me dieron todo.. pero yo siempre fui una gran simuladora. Y eso es algo que también arrastre por años y de lo que,a los 16 años, estaba orgullosa. Hoy, mas grande, mas madura, mas mujer, me doy cuenta del desastre que hice. Jamás se lo diría a mis padres, a mis hermanas o a mis amigas. Hay cosas que tienen que morir con una.
    Besos desde Argentina, siempre los leo!

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