Hace pocos días me hicieron otra vez una pregunta que ya llevo escuchando durante más de un año: ¿Cómo es eso de tener una relación sentimental con una persona de otra cultura?
Cada vez que me lo preguntan, la gente hace especial hincapié en que, emocionalmente, la cultura colombiana y la irlandesa no se parecen en casi nada. Aquí cobra peso el tópico de la mujer colombiana como persona apasionada, de carácter fuerte, celosa, posesiva y dependiente. Por el contrario, la idea que se tiene del hombre europeo es la de ser libre; muy independiente, reservado y poco cariñoso (por no decir que muchos piensan que son fríos).
Yo siempre respondo lo mismo, que es lo que pienso y lo que siento; que con paciencia y comunicación no hay frontera cultural que no se salte.
Pero me callo algo, porque hay una parte de mí que odia admitir que soy posesiva, y que eso es una barrera muy personal y emocional que en ocasiones afecta mi relación. Considero que no hay persona más crítica conmigo que yo misma, siempre analizo de dónde provienen ciertos comportamientos, hábitos y creencias en mi persona. Gracias a esto, a lo largo de los años he ido creciendo y siendo educada por mí misma en los valores que considero importantes y necesarios. Es por eso que cuando alguien me dice que soy posesiva, me duele y me molesta, porque no me veo reflejada en esa característica, porque no quiero serlo y porque me hace daño.
Es en este punto, es cuando me pregunto cuánto puede llegar a influir la cultura en tu personalidad y, por ende, en tu relación con otras personas. Yo no recuerdo a mi madre siendo celosa con mi padre o viceversa, tampoco recuerdo haber tenido mucha influencia de mujeres celosas en mis primeros años de vida en Colombia, ni durante los años de instituto y universidad en España, ni siquiera en mis últimos años en el Reino Unido. Quizás sea eso lo que más me irrita, el hecho de que no consigo identificar de dónde me viene ser así, y de ahí que me lleve a concluir que la cultura moldea nuestras personalidades.
Yo creo que la cultura que nos toca moldea una parte de nosotrxs, y es bonito sentirse parte de algún lugar y empaparse de sus aspectos positivos; pero también es cierto que los tópicos hacen daño, especialmente si no son constructivos.
El tópico que se vende y se consume en la sociedad de la mujer latina nos hace daño; no creo que a ninguna mujer le guste el sentir celos, rabias infundadas y esos retortijones en el estómago cuando ves algo que no te gusta. Es por ello que creo que debemos empezar a educarnos nosotras mismas para desintoxicarnos de esos aspectos culturales que se reflejan en las películas, las series, la música, etc. Y que generan una influencia negativa en nosotras desde pequeñas.
Por eso,debemos educar a nuestras hijas a ser libres e independientes, a amar sin tener que poseer, a tener la mente abierta a otras personas y otras formas de ver la vida, a hacer caso a su interior y no sentir lo que los productos de consumo cultural les dictan.
El término fronteras culturales debería ser un término positivo referido a esa diversidad entre las culturas que nos hace enriquecernos como seres humanos. No deberían entenderse como las diferencias que nos hace a veces difícil el convivir con otros, y mucho menos, si son diferencias basadas en características personales; herencia de culturas a veces muy machistas y demasiado pasionales para mi gusto.
La verdad es que las fronteras culturales habría que tomárselas en un tono positivo y no como una barrera; en mi caso, veo que las fronteras siempre están allí para ser rotas, y esta vez tampoco será la excepción.
Eli González Castro, 25 años de Colombia.
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