Una Frida nos aporta unas texto muy duro pero imprescindible. Una reflexión sobre el papel de las madres que se vieron obligadas a tener hijxs y nunca quisieron tenerlxs.
Mi madre me mira y parece que le moleste. Es la misma mirada que viene echándome desde que tengo memoria. He hecho esfuerzos sobrehumanos por llegar a ella, por entenderla y aceptarla como es. Y ha sido, y es, un proceso complicado.
Mi madre es una mujer dura, no es afectuosa, ni muy sociable. Sus gestos, sus palabras, suelen ser lanzas punzantes dirigidas directamente a donde más duelen. Al mismo tiempo, no deja de sufrir, de nutrirse del drama y de desgracias, llorando con frecuencia, aunque se esconda para que no la vean. Su mejor enemiga es ella misma, sin lugar a dudas.
He intentado dialogar con ella, compartir espacios, mostrar mi afecto, reforzarla positivamente y olvidarme de las disputas. He intentado expresarme y he dejado que se exprese, sin embargo, nada de esto parece nunca suficiente. “Yo soy así”, repite sin el mínimo ápice de auto-crítica, ni comprensión.
Mi madre dice que me quiere. Yo no he dejado de quererla, pero la quiero menos que en tiempos pasados. Su amor es un amor tóxico. Ha sido duro llegar a esta conclusión pero me ha servido para aceptarla a ella y para aceptar lo que hay, evitando implicarme demasiado, para no salir (más) herida.
Guardo en mi memoria todo tipo de reproches, de cumpleaños destrozados, de burlas, de lloros y llamadas desesperadas diciéndome que vuelva a casa, que ella no piensa lo que dice, de regresos repletos de dramas, de chantajes emocionales y de una tranquilidad que dura poco más de una semana. No es rencor. Lo juro. Es la realidad. Esta realidad que no tiene perspectiva de cambio salvo que sea yo misma la que dé un paso. El paso de vivir mi vida, alejándome cuando lo necesito, no implicándome demasiado.
¿Por qué soy tratada así? ¿Por qué me pide mi propia madre que tolere lo intolerable? ¿Por qué debo sentir afecto cuando sus formas me dicen lo contrario? ¿Por qué hace esto? He llorado mucho y gritado, en medio de un caos emocional que no sabía resolver.
La he analizado con calma, mirado sus gestos, lo que dice y sobre todo, lo que no dice. Lo que no se atreve a verbalizar. Lo que teme.
Mi madre ha sufrido las consecuencias de una sociedad machista que ha impuesto e impone la maternidad y las labores del hogar a la mujer. Y eso hizo; ser madre y ama de casa, sin demasiado convencimiento o ninguno. Debe doler verse en medio de una vida que la sociedad ha preparado para ti pero que tú no ves con claridad.
A menudo intenta contar su historia desde el sacrificio y la dedicación, ensalzando lo que supone educar y trabajar en el hogar. Es cierto, para mí es un trabajo costoso, de los menos valorados y en cambio, con un valor muy importante, incalculable. Sin embargo, presiento en su voz que lo dice con pesar, el pesar de una persona que se ha privado de hacer otras cosas porque no tocaban, por no ser una “mala” mujer, inconformista, rebelde, inapropiada.
También recuerdo frases suyas diciendo que no recomienda a otras mujeres ser madre o donde, en un intento por comprender a sus hijas y ver que los tiempos cambian, me anima a hacer lo que me dé la gana, sin mayores explicaciones.
Mi madre proyecta en otras mujeres que le parecen más libres: mujeres que se divorcian, que tienen relaciones diferentes (no monógamas, no “para siempre”), mujeres que trabajan fuera del hogar, mujeres que salen de cena o a bailar, etc. Mi madre proyecta en sus hijas, en las mujeres y no en los hombres, en esas que no han seguido sus esquemas.
¿Por qué no dejamos a las madres que lo fueron sin realmente quererlo, que se expresen? Y cuando hablo de expresarse, no me refiero a despreciar a los hijos e hijas, o a hacerles partícipes de esta confesión, sino a reconocérselo a ellas mismas. Porque estas mujeres no han hecho otra cosa que aliarse con el silencio, educadas en la resignación como un valor a tener en cuenta para pertenecer al club de “Las Mujeres de Verdad”.
Quizás a través de reconocérselo, de soltarlo y de compartirlo, podrían sentirse más libres. Aceptando que son hijas de una determinada generación y que han hecho las cosas lo mejor que han sabido hacerlas. Que no son menos válidas, menos mujeres, ni malas personas. Que todavía pueden hacer con su vida lo que deseen y que esa proyección que hacen sobre sus hijas e hijos, es injusta y no sirve de nada.
No justifico a mi madre, me sigue doliendo. Pero la entiendo un poco más. Y sinceramente, siento cierta compasión por ella.
Kar M. (30).
«Si eres neutral en situaciones de injusticia, has elegido el lado del opresor» (Desmond Tutu).
11 Comentarios
Yo tengo 25 años. A los veinte mi madre se enteró que ya tenía relaciones con mi actual esposo y nos obligó a casarnos. Así, en pleno siglo XXI, he sido obligada a contraer matrimonio con un chico menor que yo por dos años, quien se empeñó en cumplir con ese «deber» a pesar de pedirle que se marchara. Tuvo que trabajar, pero con un miserable sueldo, y aunque está mal que lo diga, era el dinero que su padre le daba cuando era «hijo de familia» lo que nos costeaba los condones. De modo que me embarace. Ahora tengo a un pequeño de 4 años a quien amo profundamente, Pero el amor que siento por él no me impide sentirme culpable. Quisiera que hubiese tenido una madre más madura, más grande y mejor preparada. Una madre que estuviera siemore contenta, y fuera más paciente y nada frustrada. Mi esposo trabaja mucjho y es un buen hombre, perol jamás voy a sentirme plena, no con una vida que no elegí. Podrán haber momentos agradables, atesorables. Pero jamás voy a ser feliz.
Estoy embarazada de ocho meses y yo no quería…. obviamente no fui responsable y ahora hay que hacerse cargo. Después de este embarazo ligo mis trompas, no quiero saber más nada. tampoco quiero que la críen sus abuelas, así que deje de trabajar y me quede con el papá de mi bebé, un buen hombre. De todas maneras no soy feliz ni lo seré. Siento que arruiné mi vida aunque tengo 32 años. A seguir….
No digas que nunca lo serás… la vida da muchas vueltas, no te des por vencida, no te diluyas, no desaparezcas por ser madre.
Un abrazo.
Gracias Elisa por este artículo. Mi madre reconoció que realmente no le vuelven loca los niños, pero que los tuvo porque «era lo que se hacía». Su madre trajo al mundo 10 hijos prácticamente en la pobreza en el pueblo (como mano de obra). Es importante mirar a la procedencia de nuestras madres, sus padres, los padres de sus padres, su entorno, y así poder conocerlas y conocernos. En mi caso aquí se acaba la linea de hijos no voy a decir no queridos, pero si no deseados con todo tu corazón, puesto que libremente -por fin- elijo que no deseo tenerlos y dedicarme a otras personas.
Nunca suelo comentar en artículos ni expresar mi opinión pero este me ha llegado tanto que me siento en la obligación de hacerlo.
Desde los 18 años, que conseguí salir de mi casa para irme a estudiar a otra ciudad, empecé a darme cuenta que mi madre siempre se ha comportado de manera extraña, ya que me fijaba en otras madres, en su comportamiento, y algo en mi interior me decía que había algo en ella que no estaba bien. Gracias a diversas personas me dí cuenta de que mi madre era tóxica y con este texto, sé que no estoy sola en esto.
Cuando cuento mi historia, la gente suele salirte con un «pero es tu madre, tienes que quererla». A veces pienso «sí, por desgracia». Sus comentarios hirientes, sus risas, sus burlas y su poca comprensión, añadida a la frase tan horrible «yo nunca he querido tener hijos», que duele hasta el alma, es horrible. Gracias a estas palabras, puedo seguir mi vida un paso más, al sentir que no estoy sola, que no soy la única que sólo siente desprecio por parte de su madre.
Gracias y seguid así, hacéis una labor enorme.
Mi madre a los 16 se casó, se cambió de casa y tuvo que tener a la criatura que estaba en su vientre. Mi hermana mayor.
Era «lo que le tocó no más». También tuvo que dejar el colegio, en el cual solo un estudiante tenía notas más altas que ella.
Ahora todos sus compañeros de ese entonces son empresarios, contadores o ingenieros. Ella aprendió a tejer.
Y teje y teje, teje con su angustia y con su miedo para dejarlo en la lana y convertirlo en abrigo para nosotras, sus hijas y sus nietas.
Le gustaba mucho leer así que puso un kiosko y vendió diarios.
Aquí (en Chile) el aborto es un asesinato y la anticoncepción es un privilegio.
Mi madre se aferra a nosotras y proyecta en sus 3 hijas un futuro lleno de logros, títulos y libertad. Pero ella es prisionera de su miedo.
Se arrepiente de haberse dedicado tanto a alguien que no se preocupó por ella ni por nosotras, solo por su trabajo y su carrera. Él terminó siendo un gran maestro y director de escuela, ahora con una gran jubilación. Ella hace aseo en una farmacia y teje, teje mucho y tiene amigxs en facebook de todo el mundo, todos tejen y comparten sus tejidos.
Pareciera que hace 40 años atrás a mi madre la hubiera asustado un monstruo y de ahí que quedó así, pequeñita, como en piloto automático, dirigida por sus ideales y tratando de «apechugar». Una hija, un matrimonio obligado, una casa y la dictadura militar en Santiago de Chile. Lo único que puedo decirle es «nanai, mamita, nanai» y ponerle al hombro pa que llore lo que no ha podido durante todos estos años.
Nanai a todas las mamis que no quisieron serlo.
🙁
También me identifiqué. No sé bien la historia de mi madre, pero sí recuerdo que muchas veces, ante situaciones difíciles, decía: «es que yo no quería hijos, yo no quería tenerlos» Sobra decir que es tóxica y ahora en mi adultez me he logrado alejar de ella sin tanto remordimiento gracias a muchos años ya, de terapia psicológica. Por ese rechazó y dolor de escucharla y sentir sus actitudes, creí que no quería tener hijos tampoco, aunque en el fondo sí me veía como madre. Pues un día, ya alejada de ella, me empecé a sentir atraída hacia la bebés y todo lo relacionado…a las semanas me embaracé, ha sido un muy bello viaje. Qué bueno que logré llegar hasta acá. :3
La maternidad forzada es lo que me ha impedido tener una relacion «normal» con mi madre y con mis hijos. Siempre he notado que mi madre me mira con desprecio y me trata peor. Mis hijos me han dicho que nunca he sabido ser madre y eso duele mucho. Estoy escribiendo un cuento con este tema y me ha gustado mucho su opinion.
Tienes tanta razón en lo que relatas. Inmediatamente identifique esta historia con la historia de mi familia. Donde varias de mis tías, e incluso mi propia madre fueron enfrentadas a la realidad de ser madre, sin quererlo, sin esperarlo, sin desearlo, lo que ha llevado a desgastar la relación con sus hijas e hijos. También he analizado la situación y me da «cierta compasión» como tu lo dices.
Bastante identificada. Dices lo que pienso y, sin embargo, jamás me he atrevido a decir a otrx sobre la relación con mi madre.