Sobre las cosas que dejamos de hacer al cumplir años, y todo lo que nos perdemos con ello.
Hace unas semanas mientras ojeaba la prensa de los quioscos, me encontré con uno de los descubrimientos más sobrecogedores de la historia de la humanidad. Desde una de aquellas portadas, una joven de unos 20 años me miraba luciendo impreso un gran cartel sobre su cuello: Joven para siempre, ahora es posible. Alguien había descubierto cómo volver atrás en el tiempo, ¿debería haber avisado a Stephen Hawking para que actualizara teorías?
Al final dejé que siguiera haciendo su trabajo tan maravillosamente bien y decidí no molestarle. Espero que no se enfade. Semanas después, la naturaleza siguió su curso y cumplí 30 años. Con ellos llegó una pequeña reflexión sobre las cosas que dejamos de hacer con la edad porque así nos lo enseñaron y nunca lo hemos cuestionado. Aquí va:
Querida década de los 20, tranquila, no voy a insultarte. Gracias por hacerme cada día un poco más infantil, más ilusa, más fácilmente impresionable y más libre de prejuicios de adulta.
Gracias por enseñarme a amar lo diferente. Quien no haya tenido una madre tan moderna como Angelina Jolie probablemente se haya vestido como querían sus padres y no como quería ella. A veces no nos damos cuenta de que seguimos haciéndolo de mayores. En mi caso (ya llevo 30 años siendo yo y me conozco) hay épocas en las que me da por llevar el pelo largo, vestidos y hasta tacones; pero muchas otras en las que me gusta más llevar el pelo corto y ropa masculina. Antes me planteaba si la gente me tomaría en serio cambiando de aspecto físico cada vez que soplaba el viento. La gente, la gente, siempre pensando en lo que pensará la gente. Yo soy yo. Puedes verme cada año en la misma fiesta de Navidad y te aseguro que nunca, jamás, verás a la misma persona. Simplemente no va a ocurrir. Si yo no soy la misma, ¿por qué debería reprimirme y no expresarme como quiero?
Gracias por enseñarme a divertirme como una niña sin que haya una persona de menos de 10 años a mi lado. Un sábado invernal comiendo chocolate y aprendiendo inglés con las aventuras Peppa Pig y su familia, ¿por qué iba a tener que justificar algo tan maravilloso? Otra pregunta: ¿quién ha dicho que a partir de cierta edad ya no se pueden colorear dibujos? Ahora que están de moda los libros para colorear de adultos, me alegra mucho que estemos pintando en público algo más que mandalas. Yo lo hacía antes de que estuviera de moda (tenía que utilizar esa frase) y reconozco que la etiqueta para pequeños dibujantes me molestaba un poco. Pero bueno, no guardaré rencor.
Gracias por permitirme hacer uso de mi expresión corporal como quiero. Gracias por haberme mantenido en plena forma para poder bailar hip hop cuando me da la gana. Podría haber sido bailarina si a los 8 años no hubiera decidido que estaba muy estresada con tanta tarea absurda del colegio y tantas matemáticas y le hubiera dicho a la profesora muy seriamente que no podía hacerlo todo a la vez. Quién sabe. Pero no hagamos conjeturas ¿Es raro inventar coreografías de hip hop con 30 años sin ser bailarina profesional cuando una está sola en casa? Quién sabe y, sobre todo a quién le importa.
Gracias por enseñarme a invertir tiempo en lo que me apetece sin juzgarme. Intento leer ficción, pero no puedo evitar que mi mesilla de noche esté llena de clásicos como Tus zonas erróneas porque no puedo dejar de maravillarme con ellos. Nunca he ocultado de qué está llena mi estantería. ¿Por qué creemos que ocuparnos de nuestra mente es algo que debemos esconder? Lo realmente preocupante es que no lo hagamos. Me asombra la cantidad de personas que se niegan a visitar una consulta psicológica porque han aprendido que eso sólo es para gente con problemas graves. Gracias por dejarme mandar a paseo esa idea y ser mucho más feliz.
Gracias por animarme a cambiar de idea cuando me apetece. Probablemente cambiar de idea sea tan sano como comer brócoli e incluso más importante para crecer. No pasa nada por dejar de sentirse identificada con algo y reconocerlo públicamente. Lo único que eso dice de ti es que eres fuerte y tienes la cabeza bien amueblada. Si te equivocaste de estudios, no tienes por qué cursar más asignaturas. Si le dijiste a tus amigas que sólo saldrías con mujeres y te enamoraste de un hombre, o viceversa, no tienes que ocultar nada. Si el partido político al que apoyabas hace cosas que no apruebas, no tienes por qué defenderlas. Si defendías una postura en algo y ahora te has dado cuenta de que quieres defender la contraria, hazlo.Recuerda que es tan sano e importante como el brócoli.
Gracias por hacerme soñar despierta. ¿Sabes que muchxs niñxs ya no tienen tiempo para soñar despiertxs? Entre las actividades extraescolares y la casi adicción a las nuevas tecnologías, apenas están disfrutando de tiempo para descansar, para procesar información e identificar cómo se sienten. Yo lo tengo claro, la imaginación es el arma más poderosa que hay y soñar despierta es fundamental. Por eso sigo teniendo nuevos amores platónicos a los 30 y espero ser una de esas señoras que a los 60 años van al concierto que un día se perdieron y se emocionan hasta las lágrimas cantando y soñando.
Gracias por todo lo aprendido y, claro, por todo lo desaprendido también.
Amanda
3 Comentarios
Me encantó.
🙂 Siempre siempre desaprendiendo! un abrazo con alma viajera para los dos.
Que lindo Amanda!
Gracias a vos, a la Amanda de los veinte y a las de los diez.
Que lindo de cada vez tener menos prejuicios de adultos!
abrazos