Pasado de moda: cartas en la literatura

La sección de libros vuelve a la carga, Abel escribe esta carta en su regreso 🙂


El reverso del jardín postal antigua Leningrado Mikhailovsky año 1930.


Querida/o Frida/Khalo:

Reinauguramos la sección de libros escribiendo sobre, quizá, el subgénero literario que más ha utilizado la humanidad desde los tiempos en que comprar un trozo de papel y algo de tinta era asequible para los simples mortales, el género epistolar o simplemente, las cartas.

Este medio de comunicación único entre personas ha propiciado de alguna manera que todxs seamos escritores y escritoras del mundo, aunque hoy esa bella costumbre de escribir cartas se está perdiendo para siempre, o sea más acertado decir que esta transformándose con las nuevas tecnologías.

Recuerdo cuando era un chaval e internet y los móviles estaban en pañales. Si cambiabas de población por trabajo, conocías a otras personas durante el verano, ibas a un campamento o simplemente, escribías a un familiar de otra ciudad, las cartas eran las reinas de la comunicación a distancia. Cierto que existía el teléfono (sino era el de casa podías bajar y llamar desde las cabinas), pero las cartas tenían ese halo especial que siempre te aportan la propia caligrafía, la manufactura de tus palabras y pensamientos, de tu propio lápiz, boli o pluma al papel. Requerían un momento de intimidad mucho menos directo y rápido que el teléfono, pero más madurado y reflexivo. Algunxs dejaban volar su imaginación, sus actitudes más artísticas, con dibujos, poemas o cartas de bella factura. También eran la mejor manera de decirle al chico o la chica que te gustaba tus verdaderos sentimientos, sin que la posible reacción adversa te golpeara en la cara.

Pero hay más.

Las cartas han supuesto el medio clave para el avance científico y tecnológico, poniendo en contacto a científicos de medio mundo cuando los mensajes viajaban en caballo, barco o locomotora, en vez de en autoestopistas de información telemática.

Y como no, también es un medio predilecto dentro de la literatura.

Existen grandes ejemplos de correspondencias dignas de ser leídas como la que tuvo lugar entre la poeta argentina Alejandra Pizarnick y el escritor Julio Cortázar, las hilarantes cartas del famosos actor Groucho Marx u otros cientos de ejemplos más que puedes encontrar entre libros de epístolas de políticos, músicos, reyes y otros personajes famosos.

 

«Citadme diciendo que me han citado mal» Fuenta: wikipedia
 

Sin embargo, tal vez mi libro favorito de cartas sea el de 84, Charing Cross Road, de Helene Hanff.

Este libro muestra la correspondencia entre una escritora de guiones de New York y una librería de segunda mano de Londres, solicitándole libros clásicos y ediciones antiguas que eran imposibles de conseguir en EEUU. Las cartas son del todo ciertas (no basadas en hechos reales, sino hechos reales) que intercambiaron los trabajadores de la librería de Londres de postguerra, con mucha clase pero sin una lata de comida que llevarse a la boca, y la excéntrica y divertida Helene, sin un dólar en el bolsillo, pero con una biblioteca en el salón de su casa más que interesante. Este libro se convirtió más que en un clásico moderno en un libro de culto, con fanes por todo el mundo que iban a visitar el lugar donde estaba la antigua librería. Es por encima de todo, un homenaje a los libros, que se lee muy fácil y que conquista por el tono irónico de Helene y la relación cada vez más estrecha que surge en torno al encargado, Frank Doel. Como dirían los británicos: “Un libro delicioso”.

 

La bonita libreria de Marks&Co. Fuente:http://laniersbooks.com/2010/08/16/84-charing-cross-road/
 

Otro libro muy parecido al anterior pero, en este caso, de ficción es La sociedad literaria y el pastel de piel de patata de Guernsey, de Mary Ann Schafer. Como el anterior, este también se sitúa en la Inglaterra de postguerra, recién terminada la Segunda Guerra Mundial. Trata de la correspondencia entre una escritora londinense y ciertos habitantes de la Islas del Canal de Guernsey -ocupada por los alemanes en la contienda-, donde además se mezclan subtramas de la propia protagonista con telegramas y notas entre sus amigas, pretendiente y editor.

Es otro esplendido homenaje a los libros que va más allá, y nos cuenta la historia de estos simpáticos y peculiares habitantes de Guernsey y las penurias que tuvieron que atravesar mientras “alojaban” a sus visitantes alemanes. Aunque más extenso que 84, Charing cross Road, carece del ingenio de las cartas de Helene, y en ciertos tramos pueda parecer demasiado “tierno”, sin embargo, se hace agradable de leer y entretenido.

Para acabar, un clásico de la literatura romántica Carta de una desconocida, escrito por Stefan Zweig en 1922. La novela corta, redactada como una sola carta, relata la historia de un amor anónimo entre una chica sencilla (la remitente), enamorada de una manera casi obsesiva de su vecino de al lado, un escritor intelectual y adinerado (el destinatario). Aunque en mi opinión, me parece una lectura menos atractiva a priori que las dos anteriores, simplemente porque particularmente, no me ha gustado tanto, sí que puede dar lugar a un posterior análisis mucho más rico, por ejemplo, poniendo sobre la mesa el modelo de mujer que refleja Zweig en su obra o el estilo de enamoramiento pasional. Me parece el libro ideal para comentar en un taller de género o en cualquier sociedad literaria que todavía exista, puesto que la discusión que puede plantear, será sin lugar a dudas del todo enriquecedora.

 

Stefan Zweigen en Viena, 1900. Judío de nacimiento se suicidó junto a su mujer convencido que los Nazis conquistarían el mundo. Fuente: Wikipedia
 

Como te contaba al principio, amiga Frida, los actuales medios de comunicarnos, las redes sociales y los smartphones han supuesto una transformación en el estilo y las propuestas de mensajes, cada vez más cortos y directos. Esto ha supuesto que el mensaje llegue a un mayor número de personas en poco tiempo, pero ha cambio de vender nuestra alma.

¿Dónde esta la literatura en un tweet con faltas?

Se despide afectuosamente:

Abel

 

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