¿Se puede hablar de personas objetivamente bellas, o eso depende del color con el cristal que se mire? Elo reflexiona sobre cómo afecta el papel de la cultura en el concepto de belleza.
Cada vez que me miro al espejo y empiezo a sacarme defecto tras defecto, repito mentalmente un mantra: La belleza es un constructo cultural. Eso no quita que a veces ni con mi particular meditación deje de quejarme de mis michelines; pero es un primer paso para asumir lo que no quieren que asumamos: que la belleza puede variar según el momento histórico, la sociedad o la cultura en la que esté enmarcada.
Alguna vez ya lo he comentado: mientras que tengo amigas que son piropeadas cuando pasean por las calles de Madrid, a mí prácticamente nunca me ha pasado algo así (afortunadamente, he de decir). Sin embargo, cuando hicimos el viaje de ecuador de carrera a Túnez, pude comprobar en primera persona lo que supone ser objeto continuo de miradas, comentarios e incluso obscenidades. No me gustó la experiencia, porque considero que los piropos son simplemente una de las manifestaciones del sistema patriarcal; pero sí que hice una reflexión: ¿por qué en España no, pero aquí sí?
En ese momento me di cuenta de que el concepto de belleza es maleable y cambia según la cultura. Yo en Occidente soy una chica gorda, lo cual me despoja de poder ser atractiva o sexy; pero basta con cruzar el Mediterráneo para que mis lorzas se consideren síntoma de hermosura. Si decidimos viajar en el tiempo, en lugar de en el espacio, basta con observar un cuadro de Rubens para ver que los culos gordos y la celulitis eran lo que pegaba fuerte.
En este vídeo que se hizo viral hace unos meses podemos comprobar cómo ha evolucionado el canon de belleza femenino en los últimos cien años. Creo que una de las cosas que más llama la atención es que muchas veces estos cánones son irreales. Con la llegada de los medios de comunicación de masas en el siglo XX, la difusión de estos modelos empezó a llegar masivamente a las mujeres, que se han ido viendo cada vez más obligadas a tratar de cumplirlos. Pero si te paras a pensarlo, ¿cuántas mujeres de las que te rodean los cumplen?
Hay proyectos como el de Mihaela Noroc, una fotógrafa rumana que ha tratado de mostrar los diferentes tipos de belleza que hay en el mundo (aun así considero que su proyecto muestra un tipo de mujer diferente en rasgos pero parecido en cánones). La mujer que es guapa en Japón quizá no lo sea en Francia; una belleza etíope puede que no resulte nada guapa en Argentina. Es más, en un mismo país, la mujer que para mí puede ser preciosa, quizá no lo sea para ti. Creo que es fundamental que nos planteemos la relatividad de la belleza así como su importancia. Si una lo piensa fríamente, de aquí a veinte o treinta años lo que hoy es bonito quizá haya dejado de serlo; o lo que ahora es feo en tu país, sea precioso en la otra punta del planeta.
Otra cosa que me chirría muchísimo de los modelos de belleza imperantes es que obvian la diversidad de la belleza. Seguro que mucha gente me dirá que cada vez se hacen más campañas por la belleza real. Pero esto es cierto sólo en parte porque incluso las mujeres gordas que aparecen en esos anuncios tienen un cuerpo armónico y sin atisbo de estrías o celulitis. ¿Aparecen mujeres negras, asiáticas o latinas en esas campañas? En contadas ocasiones y, cuando aparecen, siempre están pasadas por el filtro de la mirada occidental. Las guapas oficiales que no son de raza blanca muchas veces tienen rasgos poco marcados o se llega a extremos como aclararles la piel a mujeres negras cuando son portadas de revistas de moda.
Visto lo visto, simplemente puedo aconsejarte que cada vez que pienses que algo de tu cuerpo es feo, utilices la frase que comentaba al principio de este texto. La belleza es un concepto construido y que cambia según el lugar del globo en el que te encuentras o de la época en la que te haya tocado vivir. Entonces, ¿habrá merecido la pena maltratarse a una misma para encajar en un canon efímero? Yo, sinceramente, creo que no.
2 Comentarios
Que buen artículo y que buen comentario el de Esther. Estoy totalmente de acuerdo con lo de la relatividad cultural. Aplica a la belleza y a otras tantas manifestaciones de eso q llamamos cultura. Aceptamos lo conocido, lo propio despreciando lo distinto lo que nos es » ageno», no lo tomamos como correcto y hasta lo comparamos en términos despectivos con nuestros patrones. En antropología se llama » etnocentrismo» ( tal vez ya lo saben ) y no imaginan cuanto me ha abierto la mente el haber incorporado algunos conceptos para entender de donde viene todo esto.
Gracias chicas por el tiempo que toman para escribir lo que piensan.
Saludos desde Montevideo Uruguay
En primer lugar, decir y repetir que el articulo es francamente sincero y real ( un texto que muchas personas deberían leer y releer en muchas ocasiones). No obstante añadir, y sin menospreciar ni objetivar la gran premisa del articulo, una relfexión para tod@s (los que lean este comentario, que seran pocos jajaja): no sería mejor pensar que la sociedad, en concreto la sociedad de consumo, que nos infunde estos sentmientos de desprecio hacia nosotr@s mism@s y que establece un canon de belleza, no sea presente en nuestras vidas. Es decir, a mi me da igual que intenten en las proximas campañas de publicidad introducir diferentes tipos de mujer, que tambien cabe decir que no introducen hombres de diferentes canones y bien se que hablamos desde un patriarcado y no un matriarcado, ya que a mi hablando vulgarmente mi importa un pimiento lo que una sociedad consumista me diga lo que me depara. No dependo de un anuncio de television. Aunque esto lo esta diciendo mi yo de ahora, con un poco más de conocimento y autoestima, creo que tampoco quiero que me reivindique un anuncio, ya que creo que cualquier persona en contra de este sistema consumista, y por ende patriarcal, no querra estar representad@ en un anuncio, o en una campaña de publicidad. Creo que es contraproduente. Por eso decir, que estoy orgullosa de no ser el cánon de belleza representado en los desfiles, ni en los anuncios, no es mi modelo de vida.