La diversidad de los sujetos cyborg

Este mes Mónica reflexiona sobre la diversidad de los sujetos cyborg, basándose en la propuesta de sujeto que lanza Donna Haraway en El Manifiesto Cyborg.


Ilustración: Conchi G.


¿La manera en la que nos pensamos como sujetos es respetuosa con la diversidad? O, por el contrario, ¿existe un modelo de sujeto hegemónico, monolítico, que crea la exclusión de todo lo que no es idéntico a él? Monique Wittig nos diría que sí, que ese sujeto que funciona como modelo de lo humano existe. Ese sujeto es, según Wittig dice en “Homo sum”: hombre, blanco, heterosexual, de clase media. Añadimos: de mediana edad, capacitado para realizar las tareas que la sociedad capitalista nos exige, delgado. Tener un modelo de lo que se supone que tiene que ser lo humano no es simplemente una cuestión teórica: tiene importantes efectos materiales sobre nuestras vidas. En este caso, según este modelo del heteropatriarcado capitalista, todas las que no somos hombres, blancos, heterosexuales, de clase media, delgadas, capaces y de mediana edad somos consideradas como seres inferiores, con todo lo que ello implica. ¡Imaginaos lo respetuoso que es con la diversidad este modelo! ¡Si nos quedamos casi todxs fuera!

Para paliar estos efectos perniciosos que tiene pensarnos de manera monolítica, desde el feminismo se ha hecho un esfuerzo por idear sujetos diferentes que sí sean respetuosos con la diversidad. Ya hablamos de la mestiza de Gloria Anzaldúa en otra ocasión, sería apasionante hablar de los sujetos nómades de Rosi Braidotti o del sujeto subalterno de Goyatri Spivak (¡ocurrirá!).

Judith Butler, en sus últimos libros escritos tras el 11-S (Vida Precaria, Marcos de Guerra, Dar cuenta de sí mismo), propone pensarnos no como sujetos monolíticos, aislados, sin fallas, que no cambian a lo largo del tiempo y son inmutables; sino como sujetos vulnerables, susceptibles de cambiar en interacción con las demás. Las interconexiones entre los sujetos son lo que precisamente nos convierten en sujetos: somos quienes somos gracias a los intercambios que, desde la cuna, realizamos con nuestro contexto (las personas que nos rodean, las normas sociales y culturales, etc.). Esto hace que nuestras identidades no puedan ser pensadas sin la comunidad, sin todo lo diverso que existe en nuestro mundo.

Me parece más que interesante la propuesta de sujeto que lanza Donna Haraway en El Manifiesto Cyborg. Haraway considera que somos sujetos cyborg: organismos cibernéticos híbridos, mezcla de orgánico y máquina, de naturaleza y de cultura. No es tan descabellado. Pensad en lo cerca que tenéis ahora mismo la pantalla del ordenador, o el teléfono móvil. Estos aparatos no son externos a nosotras: poseen información valiosa sobre nuestras vidas, nos sirven como manera de conectar con otros seres, como ventana a otros lugares y contextos. Son extensiones de nuestro propio cuerpo. Puede gustarnos o no, este sería otro debate, pero las conexiones cibernéticas cada vez están más cerca de nuestro propio cuerpo.

Ayer vi la película de Ghost in the Shell, muy recomendable para cuestionarnos estos asuntos sobre las identidades híbridas y diversas. Los cyborgs de esta película poseen implantes a través de los cuales pueden conectarse a la red y obtener información, y yo pensé: ¿realmente hay una diferencia si ese implante está insertado en mi cuerpo o si lo estoy tocando ahora mismo al tener el teléfono móvil en mi mano? A mí, ese momento de ayer me dejó aún más claro que somos organismos cibernéticos.

Una característica de estos organismos cibernéticos es su hibridez. Nos dice Haraway que son mezcla, que no respetan las divisiones binarias que la tradición occidental ha instalado con tanto empeño: hombre/mujer, naturaleza/cultura, humano/animal, cuerpo/mente, vivo/inerte, orgánico/artificial. Aúnan en su ser híbrido las mezclas de estos elementos considerados excluyentes por la cultura dominante occidental, quebrando así los dualismos y las jerarquías de nuestra cultura.

Otra característica de los cyborgs es que necesitan conectar: necesitan acoplarse con otros seres que nunca serán idénticos a ellos. Pensarnos como seres que viven en red nos invita a realizar alianzas, a reconocernos como afines, como seres que compartimos un mundo común. Este reconocimiento de nuestra necesidad de conectar nos lanza a la solidaridad, al apoyo mutuo, al desarrollo de comunidades de afectos diferentes a las que se generan al pensarnos como seres aislados.

¿Qué ventajas tiene pensarnos como cyborgs interconectados frente a sujetos tradicionales aislados? Los cyborgs son seres diversos por su propia configuración; por lo tanto, la perspectiva que nos proporciona sobre la diversidad es mucho más acogedora que la del sujeto hombre, blanco, heterosexual, etc., que sólo se respeta a sí mismo. De esta manera, nuestra forma de comprender el mundo se amplia. Acogemos identidades, cuerpos, vivencias diversas sin exigir que tengan que ser exactamente como las nuestras para aceptarlas. Nuestras experiencias corporales y afectivas son tan amplias que no le ponemos límite a nuestro reconocimiento de otras identidades diversas.

Los cyborgs somos seres multiculturales, transgresores, mestizos. Considerados abominables, aberraciones, por la cultura tradicional, abrazamos la diversidad con nuestros brazos biomecánicos que desafían los límites de lo que consideramos humano.

 

2 Comentarios

  1. Tienes que ver la película Her a mi me la recomendaron hace poco y la verdad es que no me dejo indiferente. Saludos

  2. Aletheiae

    Hola precioses!

    Solo venía a decir que creo que acabo de descubrir que soy un cyborg, y me encanta, muchísimo. Mil gracias por el artículo, sois una maravilla.

    Un abrazo muy fuerte 🙂

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