La revolución de los cuerpos y los dobles armarios

Sobre el problema de la diversidad funcional… o sobre nuestro problema respecto a ella. La diversidad funcional nos interpela, nos cuestiona, pone nuestros ideales del revés. Núria, de nuestro equipo de sexología, nos habla de ello.


Ilustración: Qam


Nos cruzarnos con muchas personas al día. Todas esas personas son únicas y por supuesto diferentes y sin embargo, no nos damos cuenta de la diversidad hasta que no nos topamos con una persona en una silla de ruedas, alguien con un bastón o dos personas hablando con sus manos. También la reconocemos cuando esa persona que nos sirve el café parece una chica, pero va vestida con ropa de chico. O cuando nos presentan a un amigo de un amigo que “tiene pluma”.

Entonces ¿qué significa la palabra diversidad? ¿Qué palabras vienen asociadas a ella? ¿Estamos asociando diversidad a riqueza? ¿Estamos valorando la construcción de una sociedad plural? Si pensamos en el modelo normativo imperante, nos guste o no es el que hay, seguimos asociando diversidad a “lo diferente” siendo esto lo raro, lo que está fuera y no encaja y, por supuesto, nadie quiere estar ahí.

Sin embargo, los colectivos LGBTQI (lesbianas, gays, bisexuales, trans, queer e intersex) y las personas con discapacidades alzan la voz orgullosxs apropiándose de la palabra diversidad poniendo en valor la diferencia. Reconocemos que hay diferentes formas de amar, diferentes cuerpos, capacidades, …. que cada persona tiene derecho a vivir, ser y estar con quien le dé la gana, pero ¿por qué se sigue discriminando a ambos colectivos?

Pero, ¿y si rizamos el rizo? ¿qué pasa con las personas con diversidad funcional que son LGTBQI? ¡Dios mío! ¡¿Pero esto existe?! Tener una discapacidad/ser una persona con diversidad funcional no quita lo otro, es decir, tu discapacidad no discapacita ni tu orientación del deseo ni tu identidad de género. ¿Por qué iba a hacerlo? Ah, sí… ya sé por qué: porque la silla, el bastón, la lengua de signos, tu forma del cuerpo hacen de efecto catalizador, así que lo único que vemos de la persona es lo que no puede hacer, lo enfermo y lo raro. Entonces, si sólo vemos esto…¿cómo vamos siquiera a pensar que esta persona es capaz de amar, de sentir, que su identidad no se corresponde con el sexo que le asignaron al nacer y mucho menos, pensar que esta persona se excita, desea/es deseada o recibe y da placer?

Ambos movimientos, tanto el de la diversidad funcional y los movimientos LGTBQI, nos están diciendo algo que muchxs seguimos sin ver u oír: ¿tendremos la sociedad una discapacidad, seremos ciegos o sordos? ¿Nos lo estaremos haciendo? Nos están ayudando a pensar que algo no va mal, y no son precisamente ellxs. La diversidad sexual y la diversidad funcional, nos están lanzando preguntas, nos plantean, nos cuestionan sobre cuál es el modelo de belleza, quién nos ha dicho que el modelo capacitista es el válido, por qué seguimos el modelo heteronormativo.

¿Quién dice qué es lo sexy? ¿Cómo es un cuerpo deseable? ¿Quién ha dicho que las personas con diversidad no pueden disfrutar de sus cuerpos? ¿Por qué nos cuesta ver la sexualidad de las personas con diversidad funcional? ¿Qué hay detrás de esto? Seguimos asociando diversidad a enfermedad, por tanto, lo demás no nos interesa. Nos da igual que ame, que desee, que se enamore, que disfrute, que sea coherente con su identidad… Sólo nos preocupa que pueda acceder a los museos, que haya intérpretes de lengua de signos en los congresos y sistemas de comunicación alternativa en las aulas.

Decía Lucas Platero, activista, en una entrevista para el documental “Yes, we fuck” de Antonio Centeno y Raúl de la Morena (que por supuesto os recomiendo) : “vale, les hemos puesto rampa para que accedan a las discotecas y una vez allí, si nadie les habla ¿qué?”. La sociedad tiene que dar un cambio, no podemos sólo fijarnos en lo que no se puede, en lo que no es accesible o en adaptar los entornos, si hacemos esto ¿cuál es el foco, lo que pueden o lo que no?, ¿la capacidad o la discapacidad? Nuestro papel tendría que ser justo replantear, cuestionar nuestras actitudes frente a las diversidades.

Empezar a ver por ejemplo, que son personas, no sillas andantes. Creernos de una vez que todas las personas somos diversas, únicas e irrepetibles. Que todas las personas a veces, necesitamos ayuda, eso incluye que algunas personas con diversidades funcionales la necesiten para disfrutar su sexualidad. Cuestionemos el modelo de belleza, queramos o no a todas las personas con y sin diversidades funcionales nos influye, nos puede hacer infelices si no lo alcanzamos entonces, ¿por qué no unirnos para cambiarlo?

Por todo esto, os animo a sumaros a esta bonita revolución. Han empezado ellxs, “lxs enfermxs” ,“lxs desviadxs” pero ¿quién no se ha sentido un bicho raro alguna vez?

 

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