Una lectora reflexiona sobre la desconexión con el exterior y la conexión con el interior que supone caminar en soledad.
“Caminar es algo que está decisivamente relacionado con la independencia y la libertad”
Juan Marqués en el prólogo de Caminar William Hazlitt y Robert Louis Stevenson.
Una de las cosas que aprendí, creciendo en un pequeño pueblo, fue “el arte de caminar” mundialmente conocido como dar el paseo: las mujeres, las lobas, las fridas suelen ir en pequeños grupos o solas, comentan su vida cotidiana, se ríen, se escapan, respiran aire fresco, las puedes encontrar trepando árboles, saltando, soñando, oliendo el romero, recogiendo tomillo y flores.
También las hay que caminan solas, pensativas, relajadas y es que este arte, como el de amar, solo se aprende practicándolo. Uno de sus grandes maestros fue y será David Henry Thoreau, quien, en su magnifico tratado Caminar, describe el don de deambular.
“¿Porqué resulta a veces tan arduo decidir a dónde caminar? Creo que existe en la naturaleza un sutil magnetismo y que, si cedemos inconscientemente a él, nos dirigirá”.
Esta es una de las tantas reflexiones que Thoreau, quien se retiró varios años a los bosques, escribió y que se pueden aplicar a la vida misma, no sólo al caminar. Los japoneses tienen una palabra que define un baño forestal, interiorizarse en el bosque donde todo es silencioso y tranquilo para relajarse, Shirrin-Yoku. Pero no hace falta salir de la ciudad para practicar este arte; la misma Virgina Woolf escribió que caminar sola por Londres era su mayor descanso.
Nos hemos olvidado de los pasos, del silencio. Muchas veces me sorprendo caminando por la ciudad con el móvil siempre en la mano, esperando la respuesta a un mensaje, atenta siempre. ¿Es que no estamos solas nunca? Está claro que estar 24 horas disponible no ayuda mucho a la tarea de andar por andar, sin plan, sin rumbo, solo disfrutar de lo que nos rodea. Es difícil sacudirnos las dudas a pasos; las expectativas, los agobios, problemas y emociones, si no encontramos un momento de soledad.
“Pasear es un rito civil , caminar es una acto animal, pasear es algo social y caminar es algo más bien selvático, aunque sea por las calles de una ciudad, quienes caminan suelen anhelar la soledad” Juan Marques.
Es indudable que la compañía -sobre todo cuando es buena- es una maravilla. Muchas son las ventajas de tener personas que te inspiran a tu alrededor, que te ayudan; trabajar en equipo o compartir y colaborar en proyectos. El problema es cuando dedicamos toda nuestra energía a esto, y no a nosotras mismas. Caminar media hora al día libera endorfinas que ayudan a reducir el estrés y la ansiedad, fortalece el corazón, te da energía para continuar con la jornada, entre otras cosas.
Hay quien de un paseo al día pasa a viajar o incluso vivir caminando, todos los profetas en algún momento acudieron al desierto, hicieron peregrinación. Son muchas las rutas y senderos para peregrinos: el Camino Inca, 43 kilómetros en una maravillosa naturaleza que te llevan hasta el Machu Pichu en Perú; en Escocia el camino de St. Cuthbert, o el famoso camino de Santiago en España. La mezcla de superación personal, el reto físico y conocer personas muy diferentes a nuestro entorno hacen de estos peregrinajes una herramienta esencial para la búsqueda de nuestro bienestar y momentos claves para cerrar etapas o comenzar nuevas. Cada une tiene sus motivos: religiosos, espirituales e incluso, como defendía William Hazlitt, la búsqueda de la libertad:
“El alma de una excursión es la libertad, la completa libertad para pensar, sentir y hacer exactamente lo que uno desee. Salimos de excursión principalmente para hallarnos libres de todo impedimento y toda inconveniencia, para dejarnos a nosotros mismos atrás en mucha mayor medida que para librarnos de otros.”
Victoria Martín (28), Valladolid (España)
http://dearmomo.com/
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