Transexualidad y feminismo

Un lector nos pregunta acerca de la postura de ciertos feminismos en contra de la transexualidad, y sobre el término «igualitarismo» en contraposición a «feminismo». Mónica, nuestra experta en teorías de género, nos lo explica muy bien.

Lo primero de todo quería agradeceros vuestra labor en este proyecto; como hombre me ha ayudado mucho leeros para ser más consciente de mis privilegios y para tratar de mejorar como persona a favor de la igualdad.

Y a colación de esto sale mi duda. Desde que empecé a informarme sobre feminismo, he ido descubriendo mis privilegios no solo como hombre, sino también por ser de raza «blanca» y cis. Y ha sido a raíz de darle vueltas a las cosas y leer, cuando he visto que por algún motivo hay mujeres feministas, algunas más conocidas dentro del movimiento por sus obras, más intransigentes con su concepción del género. Es decir, que por ejemplo no ven bien que una persona se sienta mujer pero sea un hombre biológicamente y a efectos prácticos en la sociedad, entiendo que lo consideran una especie de perpetuación del patriarcado.

Imagino que la gran mayoría de feministas son respetuosas con las personas que viven su identidad de género de ese modo, pero en ciertas discusiones me han argumentado que para incluir a todo el mundo que está en situación de opresión, ya sean mujeres, personas de color, discapacitados, transexuales, etc. lo más apropiado es el término «igualitarismo», mientras que yo defendía el feminismo porque ya lucha por la integración y normalización de todos esos colectivos.

¿Qué opináis de estas cosas, de la diversidad de género, la teoría queer… y de la inclusión de estos en la lucha feminista? ¿Debería hacerse todo bajo un movimiento denominado mayoritariamente «feminismo»? ¿No es precisamente el igualitarismo un término empleado por personas que realmente no luchan por la igualdad, sino que niegan que existan dichas desigualdades?

Siento si me ha quedado muy larga la pregunta, y muchas gracias por vuestra atención.

Las cuestiones que plantea Sergio son relativas a debates muy pertinentes en el seno de nuestros feminismos y que todas nos hemos planteado en algún momento.

Es cierto que existen ciertos tipos de feminismos que, por sus bases teóricas y trayectoria, no contemplan la existencia de otras identidades divergentes como personas trans, inter, con géneros fluidos, sin género o con sexualidades subversivas. Es el caso de personas que se acogen bajo ciertos tipos de feminismos de la segundo ola (alrededor de los años 70-80) como el feminismo radical. Sin embargo, existen también muchísimas feministas radicales que sí han actualizado el discurso de su feminismo para adaptarlo a las necesidades de nuestras realidades políticas, mucho más diversas que las existentes en los años 70-80 del siglo pasado.

El feminismo queer surgió precisamente como una manera combativa y activista de visibilizar esa multiplicidad de identidades, deseos y afectos que no se veían representadas en otros tipos de luchas. El feminismo queer pretende acoger de una manera respetuosa y no coercitiva identidades diversas que se salen de la heteronorma.

El feminismo queer es un feminismo interseccional que hace hincapié en que las categorías identitarias que nos transitan y que nos constituyen en gran parte como sujetos son interseccionales: se entrelazan, se refuerzan mutuamente, se oscurecen en ocasiones, y nos afectan de maneras diferentes en distintos contextos. Por ello, hemos de atender a todo tipo de opresiones en nuestras luchas: por razón de clase, de género, de sexo, de sexualidades, de etnia, de capacidad, de edad, y un largo etcétera. Además, hemos de situar en el mapa político-social nuestros propios privilegios para poder realizar un análisis respetuoso del lugar desde donde partimos para hacer política. Así, llama a la constante autocrítica para revisar nuestros privilegios y poder constituir movimientos acogedores para identidades disidentes.

Con respecto al término “feminismo” o “igualitarismo”, hay un gran debate. Parece que el término “feminismo” tiene sobre sí una carga tan negativa que hay personas que quieren evitarlo. Una manera de evitarlo es hablar de igualitarismo; pero, como bien señala Sergio, parece una forma de igualar las diferencias sin entrar realmente en el análisis de las distintas opresiones y sin cuestionar su origen. Es como la respuesta de “All lives matter”, enarbolada por personas blancas, al movimiento “Black lives matter”: por supuesto que todas las vidas importan, o deberían importar, pero hagamos hincapié en visibilizar que unas están importando menos que otras.

Personalmente, abogo por utilizar el término “feminismo” por varias razones. Una razón es pedagógica, por así llamarlo: al tener que justificar el término, lo explicamos y diseminamos esa información en el mundo. Si después de esto la gente quiere seguir odiándolo, que lo odie, pero por lo menos ya saben de qué estamos hablando y no sólo circula así el discurso proveniente del machismo. Otra razón es combativa: me niego a que el discurso machista se salga con la suya y acabe matando al feminismo. Y la última razón es reivindicativa: con el uso del término “feminismo” me uno a una larga tradición de personas que han dado su vida por luchar contra las opresiones del machismo, y autodenominarme feminista es mi homenaje cotidiano.