La treintañera: casarse no es un logro

Maureen se pregunta si no deberíamos hacer una celebración en torno a las mujeres en lugar de celebrar bodas. Un punto de vista diferente e interesante.


Ilustración: Patricia


Me encontré recientemente con un artículo cuyo título era Casarse no es un logro en el que la autora afirmaba que, desde que está comprometida, sus amigues y familiares están muy entusiasmades; mucho más entusiasmades de lo que nunca han estado por otro gran evento de su vida; lo que le llevó a preguntarse por qué en 2016, en la vida de una mujer, el anuncio de un matrimonio siempre se celebra más que sus logros académicos y profesionales.

El matrimonio es una institución antes de todo; es el cambio de actitudes y tradiciones lo que ha hecho posible el matrimonio por amor. De hecho, poder elegir tú misme , en el nombre del amor, a la persona con quien te vas a casar, es un concepto muy nuevo, especialmente si eres mujer. Este mismo cambio de mentalidades hizo posible el matrimonio entre personas del mismo sexo en algunos países y ¿quién sabe cómo esa institución va a evolucionar en el futuro?

Por desgracia, aún en muchos lugares del mundo, el matrimonio en su forma tradicional es una fuente de violencia contra las mujeres (conflictos relacionados con la dote, exigencia de la virginidad, matrimonios y embarazos precoces y forzados, violación marital, violencias domésticas, etcétera). De hecho, a nivel mundial, el matrimonio aún está lejos de ser el resultado de una libre elección; e incluso en países donde se practica el  matrimonio por amor, todavía se considera como la última aspiración que debería tener una mujer.

Una mujer puede tener estudios, ser independiente, astronauta o cirujana, pero siempre será juzgada sobre el estado de sus relaciones con el sexo opuesto. El miedo a acabar solterona lo demuestra; ademas se supone que el día de su boda es el día más feliz de la vida de una mujer, lo que nos enseña que toda la narrativa en torno al matrimonio se dirige en gran parte hacia las mujeres. Como dijo Chimamanda Ngozi Adichie: El matrimonio puede ser una fuente de alegría, de amor y de apoyo mutuo pero, ¿por qué enseñamos a las niñas a aspirar a casarse cuando no enseñamos la misma cosa a los niños?

Una muy buena amiga mía tiene una colega treintañera, hermosa, inteligente, excelente en su trabajo, que habla varios idiomas y ha vivido en varios países. A pesar de todo eso, otra colega dijo una vez sobre ella: sí, pero está soltera, estoy triste por ella. Esta mujer probablemente ha logrado todos los objetivos que se ha fijado en su vida, pero sigue siendo un objeto de lástima ya que no tiene ningún hombre en su vida porque no importa su nivel intelectual. A una mujer se la considera incompleta si no es la esposa o, al menos, la novia de alguien.

Es hora de que el mundo entienda que no todas las mujeres tienen el matrimonio como aspiración en su vida. Es hora de que la gente críe a sus hijas para que alcancen sus sueños y  las metas académicas y profesionales que se fijaron y no para convertirse en la futura esposa de alguien.

Sin embargo, entiendo a las mujeres que optaron por casarse. El matrimonio viene con un reconocimiento social que no se les da a las parejas de hecho, a pesar de que el amor que ellos tienen sea a veces más sincero que el de una pareja que se casa por las apariencias, por dinero, para complacer a sus familias, para la fiesta, los regalos… Este reconocimiento social me parece realmente muy atractivo.

Para cambiar la idea de que una mujer está incompleta o no es digna de respeto si no está casada, tuve la idea de crear una ceremonia: la treintañera. Inspirada por las fiestas de quinceañera en América Latina, la treintañera será una fiesta organizada para celebrar la vida, los logros y los éxitos de una mujer en su trigésimo cumpleaños. ¿Por qué 30? Porque esa es la edad en la que una mujer empieza a ser vista como anticuada y atrasada si no ha cumplido con las exigencias sociales. Es la fecha límite, el umbral crítico.

Así que para contrarrestar esta institución patriarcal y edadista que es el matrimonio, todes deberíamos incorporar la celebración de la treintañera en nuestras tradiciones organizándole a nuestras hermanas, primas y amigas una gran fiesta donde sus vidas serán celebradas en presencia de todas las personas que les aman. Si conseguimos hacer de la treintañera una tradición global, reduciremos la presión del matrimonio y de la eterna juventud que cargan las mujeres. Finalmente se darán cuenta de que su valor no reside en el hecho de estar casada o no  y que sus meras existencias y sus logros individuales valen la pena ser celebrados. Personalmente estoy ansiosa de celebrar mi treintañera, y si mi mejor amiga lee esto: nena, quiero la fiesta de treintañera más chula del mundo; todavía te quedan algunos años para prepararla, no me decepciones.

 

3 Comentarios

  1. Esperanza

    Hay un «no sé qué» en ésta generación treintañera que me deja pasmada.
    Tengo muchas cosas qué admirarles e imitarles, desde el valor qué han tenido de manifestarse independientes a edades muy tempranas, hasta las decisiones que toman, atinadas y directas. Por citar algunas: pensar en su futuro, su estado civil y lugar de residencia sólo para ellas; tolerar estoicamente la avalancha de preguntas e imposiciones sociales, y ni se diga sus credenciales que no ostentan, pero demuestran, como si las llevasen tatuadas en el rostro, el porte, la ropa y su andar seguro.
    No nos engañemos. Desde pequeñas, se han perfilado de ésa manera, tan sólo ha bastado un poco de impulso y se han elevado hasta alturas insospechadas. Quizá en cuanto abrieron los ojos, les ha bastado con una mirada hacia el panorama de la Vida, desde lo alto de su propia montaña.
    Sólo basta mirarlas tan competentes, dueñas de sus decisiones, de su dinero, de su departamento; algunas decidieron tomar, ¡por fin! el volante de su propio auto o el volante de su existencia sin presiones y sin dudas.
    La pareja ha dejado de ser la opción primordial, y, al deshacerse del tabú, van ligeras y felices aún cuando la sociedad las quiera cargar con equipaje de culpa, de miedo o de desaprobación.
    No soy treintañera, pero igual armaría una buena fiesta para celebrarlas.

  2. WonderNeus

    Queridas,

    acabo de cumplir 32. No tengo ningún tipo de pareja, ni estable, ni inestable, y no me he reproducido. Curiosamente es por lo único que me pregunta la gente con quien me encuentro después de mucho tiempo. Poca gente pregunta por mi trabajo y menos por si soy feliz.

    Cuando respondo a las preguntas: «no, no tengo hijos» y «no, no tengo pareja», las reacciones os aseguro que son peores que si confesara una enfermedad grave.

    Así que desde aquí, hago un llamamiento a que las preguntas «estas casada?» o «tienes hijos?» pasen al menos al quinto puesto. Después de «que haces por aquí?», «que tal todo?», «como se encuentra tu familia?» y «a que le dedicas tu tiempo?».

    Este domingo, con todo el tiempo que me sobra de no tener ni marido ni hijos, he preparado una gran fiesta. Porque sí, estar soltera tiene graaandes ventajas.

    Muakys.

  3. ¡Vaya con las cincronicidades de la vida! Este 2016 ha estado lleno de bodas en mi vida: inició con la de mi hermana menor y continúa el siguiente mes con la que fue mi mejor amiga de la escuela secundaria. En el inter, se han casado primos y amigos como nunca lo habían hecho en años anteriores. Aunque sólo tengo 27 años (se me hace excelente idea lo de la fiesta de 30 años) comienzo a sentir una especie de «autopresión» por el hecho de que ni siquiera tengo una relación estable en este momento de mi vida. No es tanto que los demás me lo señalen, sino que de alguna manera siento que me estoy «quedando atrás»… Gracias por publicar una edición tan atinada al respecto! Creo que voy a estar haciendo mucha introspecciòn para encontrar la razón por la que me siento así.

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