Aunque sepamos que el capitalismo nos engulle, seguimos alimentándolo, como si no hubiera alternativas. Mónica reflexiona sobre nuestras incoherencias.
¿Por qué nos cuesta tanto cambiar nuestros hábitos de consumo para que se ajusten mínimamente a un consumo ético y responsable? ¿Por qué seguimos comprando en lugares que teóricamente detestamos? ¿Por qué seguimos consumiendo ocio en lugares cuyo comportamiento nos parece teóricamente reprobable? ¿Por qué centramos nuestro ocio en consumir productos que, sabemos, son dañinos y perjudican a personas de nuestro alrededor, o a nosotres mismes?
Quiero comenzar señalando que este artículo está escrito en primera persona del plural: a todes nosotres nos cuesta llevar a las prácticas de consumo las ideas de justicia social que tenemos en la cabeza. Todes tenemos incoherencias, pues vivimos en un mundo que nos pone muy difícil encontrar alternativas. Sin embargo, existen. Y hay cosas muy sencillas que podemos hacer para cambiar de hábitos de consumo y tratar de ser más coherentes con lo que pensamos. Estas líneas pretenden ser una invitación a dejar de acomodarnos en los hábitos de consumo que nos marca el capitalismo en muchísimos ámbitos de nuestra vida. Voy a poner a continuación numerosos ejemplos de hábitos marcados por el sistema imperante que nos cuesta abandonar.
Sabemos, por ejemplo, que la ropa que compramos está teñida de sangre, sudor y lágrimas de trabajadoras que están siendo explotadas en otros países del mundo. Sin embargo, nos siguen seduciendo con camisetas a 3€ que, por otra parte, llevan la obsolescencia programada más que inserta en cada fibra: nos las ponemos tres veces y ya se rompen, les salen bolitas o empiezan a oler mal. Y nosotres, contentes porque podemos volver a la multinacional que sea a volver a gastarnos sólo 3€ en otra camiseta. Comprar, tirar, comprar.
Sabemos, también, que la carne es asesinato. Parece una redundancia, y aún así hay que seguir repitiéndolo como si fuera algo muy loco. Es de lógica: el filete que te comes era el músculo de un animal que no hace mucho tenía vida. Un animal que no vivía feliz en el campo, sino hacinado en una granja que lo trata como un medio de producción cuya vida no vale para nada más que para acabar en tu plato. Seguir comiendo carne es seguir apoyando una industria cruel que, además, tiene unos efectos nefastos en el medio ambiente: contaminación de aguas potables y de tierras, gasto ingente de agua, emisiones de gases, etc.
Más sangrante es la actitud de total incoherencia de las personas que ya son algo conscientes del maltrato animal y están en contra de las corridas y demás festejos, pero siguen comiendo carne. No olvidaré nunca a una señora en una manifestación antitaurina con una bolsa de ComeJamón. También está la gente que deja de comer carne, pero no lácteos ni huevos. Ya sé que este tema levanta ampollitas, pero hay que reconocer la incoherencia que se da aquí y realizar ejercicio de autocrítica. Sabemos perfectamente que la situación de las vacas es deplorable, y sabemos perfectamente que las pobres gallinas sufren, y mucho, en las granjas que producen huevos. En serio, ¿tanto cuesta dejar de consumir productos que, sabemos, están manchados de sangre y que producen, de manera directa, tanto sufrimiento?
La carne de los animales es uno de los pilares de nuestra alimentación y de nuestro ocio (no hay más que mirar las tapas en cualquier bar), y cuesta mucho ir contracorriente. El alcohol y las drogas son otro de estos pilares. Hay personas que saben perfectamente que el alcohol les sienta fatal (en muchos niveles, algunos verdaderamente chungos), pero que aún así siguen basando su ocio en beber. Seguro que todes conocéis a alguien así. ¿Tanto costaría dejar de basar el ocio en el alcohol, en salirse de sí? ¿Por qué nos cuesta tanto abandonar este imperativo social de consumo?
El caso de las demás drogas que son consideradas ilegales es también algo digno de ser pensado con detenimiento. Sabemos perfectamente la cantidad de dinero y de muerte que hay detrás de las drogas duras. Tráfico de drogas, de armas, de animales y de mujeres: los cuatro tráficos mundiales que no deberíamos apoyar en ninguna medida. Sin embargo, parece que nuestro ocio tiene que basarse en consumir este tipo de sustancias, que no sólo son perjudiciales para el cuerpo de cada cual, sino para la justicia social global. Me contaron la experiencia del grupo de punk Inservibles, de Monterrey (México), cuando vinieron a Europa. En Monterrey la escena punk había prácticamente desaparecido por la participación de las mafias de la droga en conciertos y lugares de encuentro. Al venir a Europa, veían un consumo totalmente acrítico de estas sustancias que, en su ciudad, habían causado estragos. No solemos pensar en las consecuencias que nuestros actos tienen a nivel global, pero debemos hacerlo porque, nos guste o no, vivimos en una sociedad globalizada cuyos mercados, legales e ilegales, están interconectados. La droga que se consume no mata a nuestres colegas, pero mata a les colegas de otra gente. Al sentir el conflicto lejano, nuestro inmovilismo es aterrador.
Sin embargo, el inmovilismo frente a conflictos cercanos, cercanísimos, es también aterrador. Me asombra cómo en ocasiones cuesta dejar de ir a lugares de ocio (restaurantes, bares, por ejemplo) en los que sabemos que se maltrata a trabajadores y trabajadoras pero que, de alguna manera, se han instalado en nuestra manera de vivir el ocio y que parece imposible abandonar. ¿En serio es más importante dejarse ver por tal o cual sitio que apoyar a une compañere que ha tenido un conflicto laboral? ¿En serio queremos seguir apoyando lugares que, sabemos, explotan sus trabajadores y trabajadoras o no se posicionan contra la injusticia social?
Sabemos que está mal que las tiendas abran los domingos, y seguimos yendo a ellas, ¡incluso en domingo! Sabemos que está mal no apoyar una huelga general, y seguimos yendo a esos comercios. Sabemos que está mal beber Coca-Cola, pero no la rechazamos cuando pedimos un cubata, o echamos mano de ella cuando estamos cansades. Sabemos que está mal arrancarle la piel a una vaca, pero en el mundo del punk, que se supone algo rebelde y subversivo, el cuero está arraigado como algo visual y estético, y no nos replanteamos el consumo de piel animal. Sabemos el destrozo medioambiental y geopolítico que causa la gasolina que mueve nuestros coches, pero seguimos utilizándolos para banalidades. Y seguro que tenéis mil ejemplos más de cosas que sabemos, pero que ignoramos para seguir con nuestro consumo que le sigue la corriente al capitalismo.
En serio lo pregunto, para que cada cual lo pensemos y para crear debates que, creo, tienen que estar presentes en nuestra conciencia sobre nuestro consumo: ¿por qué nos cuesta tanto cambiar de hábitos de consumo? ¿Por qué nos cuesta tanto rechazar las multinacionales y apoyar el comercio pequeño? ¿Por qué no nos preocupamos por saber de dónde vienen los productos que consumimos? ¿Por qué no nos aseguramos de tener un consumo lo más éticamente posible en este mundo capitalista? Cada cual tendrá sus razones, pero que no sirvan éstas para escondernos tras ellas y dejar de tomar responsabilidades por las consecuencias globales que tienen nuestros actos de consumo. Seamos conscientes y consumamos responsablemente.
7 Comentarios
Primero, el asesinato de un animal es un concepto erróneo. ¿Si piso una hormiga he cometido asesinato? No podemos usar el lenguaje como nos convenga para potenciar un sentimiento. El asesinato es un concepto que sólo afecta a las personas. Segundo, en la cadena alimenticia los animales se comen unos a otros, es una necesidad biológica y como tal nos exime de «pecado», es simplemente natural. Como seres con conciencia y pensamiento tenemos una responsabilidad para con los animales y en general con nuestro entorno, el maltrata cruel e innecesario de los animales es una cosa, matarlos para alimentarte es otra. El problema es que somos la mayor plaga del planeta debido a que hay una sobrepoblación mundial, no damos a basto para producir los alimentos necesarios para tanta gente y hoy en día los métodos de producción no son muy éticos pero es lo que hay si queremos subsistir como especie. Y por último, Y MÁS INTERESANTE, se llevó a cabo un estudio de cómo afectaban los campos de cultivos vegetales al entorno animal salvaje de éstos, y se concluyó que las dehesas de ganado eran mucho más respetuosas con la fauna animal salvaje permitiendo una convivencia entre ambos, mientras que en los campos de cultivo se buscaba el exterminio de todas las especies que pueden echar a perder el producto que se cultiva. Entonces, te pregunto, ¿quién nos ha dado el derecho de situar un ranking ético de animales que se deben salvar del supuesto asesinato? ¿Por qué una vaca merece más vivir que una hormiga o una polilla? Supongo que la respuesta sigue siendo el egoísmo humano, ya que emocionalmente es a nosotros a quiénes nos afectan estas muertes, seguimos pensando en nuestro bienestar (moral) en vez del de los animales. Y por último, ¿por qué está bien quitarle la vida a una lechuga y no a un cerdo, en qué te basas para defender esos argumentos?
Porque a no ser que nos vayamos a una cueva a vivir y cultivemos nuestros propios alimentos y construyamos nuestras propias herramientas siempre caeremos en una minima contradicción. Vivir en sociedad obliga a las contradicciones. Conozco veganos que compran camisetas hechas en Bangladesh…muy éticos por un lado pero muy poco éticos por otro. Además, viviendo en una gran ciudad, hay poco margen de ‘operativilidad ética’. Hasta comiendo solo verduras se continua con la industria de la explotación animal. ¿De dónde creen ustedes que viene el abono? Y lo digo yo que soy vegetariana.
Tal vez porque desde que nacemos nos enseñan a vivir en una burbuja del «yo, yo yo»… y todo lo que pasa fuera no nos interesa… traemos el chip hasta adentro y para quitárnoslo necesitaremos más que buenos deseos, creo yo…
Muchas felicidades por pensar de este modo. El mundo, en la actualidad, necesita personas como vosotras. Ánimo!!!
Esto es algo que he pensado muchas veces… y para mi al menos la razón para seguir la lógica del capitalismo es la comodidad. La ropa en tiendas pequeñas rara vez es de mi gusto y además es mas cara que la que encuentro en grandes tiendas.
En cuanto a la bencina… con que otro combustible puedo mover el auto? Y no puedo andar en bici siempre, porque también tengo familia a la que llevar y me tengo que desplazar distancias grandes muy temprano.
En cuanto a la comida… he tratado de reemplazar la leche de vaca por leches vegetales, pero para hacer la de almendras, me sale mucho mas cara que la normal, y apenas voy saliendo de los trastornos alimenticios y me da miedo pensar que ahora que estoy logrando comer como corresponde , debería dejar el pescado, el pollo, el quesillo, el yogur y un largo etcétera… Sé que son muchos peros, y es que siempre me lo pregunto y aún no resuelvo que hacer al respecto.
Si alguien me quiere dar una ayudita o un consejo, bienvenido sea.
Consumimos información, consumimos »tendencias-necesidades» con el fin de saciar lo que la mayoría de la sociedad contempla a sí misma, hábitos sin fondos hipnotizados ante el gran estigma que la misma sociedad corroe.
Estamos ante un circulo vicioso, la única forma de contrarrestar esa gran monstruo que nosotros mismos creamos, esa gran masa de comodidad-ocio que cada día demandamos a un nivel atroz es nadar contracorriente, imponer una masa de pensamientos inconscientes en la cual nuestro futuro como sociedad cambie radicalmente y se elimine ese gran conglomerado capitalista encargado de destruir mas que de ayudar.
Si bien concuerdo contigo en el 98% del texto, es necesario detenerse a pensar qué nos OBLIGA a seguir ciertos patrones de consumo. Sí, qué bonito sería poder vivir solo del consumo de pequeños locatarios pero el sistema hace que esa maldita camiseta del retail sea más barata y lamentablemente, lo único a lo que muchas personas pueden acceder. Lo mismo con la carne. Yo entiendo cómo se produce la carne que llega a mi plato pero soy pobre, soy estudiante proletaria, tercermundista, no tengo dinero suficiente para llegar a fin de mes y no tengo medios muchas veces para poder llevar mi vida de la manera que me gustaría. Muchas veces tengo que hacer oidos sordos a malestares y enfermedad porque de lo contrario no puedo pagar la renta. Antes de apuntar con el dedo a los «inconsecuentes» de siempre, veamos de dónde vienen, cuales son sus recursos, porque muchas no tenemos más opciones, y mira que las he buscado por años.
Ahora, con las drogas y el alcohol y el ocio, nada que hacer. Tienes toda la razón.
Saludos!