Maternidad Migrada

La maternidad y la inmigración tienen mucho en común. Ambas suponen aislamiento, desarraigo y nuevos códigos. Pero muchas veces, maternidad e inmigración coinciden ¿Cómo son los puerperios en migración? ¿Qué lugar ocupa la maternidad migrada en el imaginario social?

Ilustración: Ori

La maternidad muchas veces funciona como un rol total. Como el proceso de corrimiento del YO único para dar cabida al despliegue de un ser doble y bipartito. El parto nos parte y marca el momento bisagra que atravesamos cuando nos desincorporamos para reincorporarnos más tarde en esa complejidad dual que caracteriza a la madre. Y una vez cruzado el umbral entramos en el lugar habitado por el puerperio. Ese espacio sin tiempo ni forma en el cual el reloj no marca la hora. Es el ahora pero sin contexto. Son los días sin sintonía. Lo humano a flor de piel. Una gota de leche una siesta despierta y la soledad en forma de bebé.

Sabemos que el puerperio tiene esas características: es amorfo y solitario. Sabemos que tenemos que aprender una suerte de código mamario particular que nos será propio más adelante. La migración hacia la maternidad se despliega como un desierto, y vamos perdiéndonos en nuestros pasos. Es transitando ese no lugar que el contexto social nos reclama, y llama a reinstaurarnos como sujetos sociales para ser parte de la esfera pública. Pero qué ocurre cuando el contexto que nos pide regresar a ser parte de una vida social no es sino un espacio muy difícil de ocupar porque es ajeno a nuestra identidad. Es decir, maternidad como inmigrante sin conocer a fondo la trama cultural.

La maternidad y la inmigración se parecen. Hay un desarraigo que conlleva soledad. Hay una pérdida de identidad. Hay aislación y códigos nuevos a los que ajustarse. Y cuando la crianza se da en un contexto ajeno, nos enfrenta con interrogantes identitarios propios. Existe un vacío social de valores culturales que se pretenden socializar. Es decir, hay que elegir meticulosamente que mensajes cargados de sentido vamos a pasar ¿serán los propios viejos y conocidos lugares comunes de origen, de esos que se nos deslizan sin intención? Algo tan banal y cotidiano como el vocabulario se transforma en un mundo de contenido simbólico… qué elección de palabras usaremos para designar sentido. Y surgen dudas: ¿acaso no debemos adaptarnos a la nueva cultura e intentar suavizar el choque social de nuestra descendencia? Y a pesar de que existen puntos medios ¿Qué le pasa a la madre de un niñx que no se sentirá identificadx con la cultura de origen de su mamá?

Lo cierto es que la maternidad en migración es un sujeto social que atraviesa un sinfín de culturas y naciones. Que se pasea a lo largo de la historia cual canto rodado. Ahí están las abuelas que vinieron de Polonia e Italia. Las mamás de China viviendo en Argentina. La mamá joven de la sierra que llegó a Lima. La mamá exiliada de Eritrea atravesando Egipto. Ahí está la bisabuela de Turquía llamada para reconstruir Alemania. Las madres refugiadas sirias cargando sus hijes acuestas. Allí las vemos aprendiendo el idioma local ¿Cómo son los puerperios en migración? ¿Qué lugar ocupa la maternidad migrada en el imaginario social?

Al comenzar este artículo indagaba sobre cómo una mujer es llamada a ocupar su nuevo rol de madre y transitar el puerperio, para luego volver a reincorporarse en el tejido social. Solamente este aspecto está cargado de una complejidad emocional y social poco valorada y casi invisible. Sobre todo porque lo hacemos siempre en función del estándar de la Maternidad Hegemónica. Esa que se plantea frente a nosotras como el inalcanzable rol de la “Buena-Madre” aquella que cría desde el apego seguro, amamanta, cocina, trabaja y se cuida para estar siempre llena de gracia.

Criar en un entorno ajeno desde el cual se debe socializar a los hijes es un desafío doble ¿Cómo opera este paradigma de la Buena Madre cuando la ajenidad del contexto nos interpela en maternidad? La mujer que deviene en madre se transforma en este nuevo sujeto que debe encarnar, y a su vez tiene que proporcionar herramientas culturales extrañas a sí misma para que sus hijes se adapten al contexto en cuestión. Y si reconocemos que crónicamente las madres inmigrantes han cumplido este ejercicio social; por qué no indagamos acerca de las renuncias que habrán tenido que hacer para lograr asimilarse con éxito a su entorno ¿Qué dejan de ser las madres que ejercen una maternidad migrada? ¿Qué parte de su identidad dejan de ocupar?

Los mandatos de la Maternidad Hegemónica no interpelan a todas las madres por igual. Sino que entran en juego distintas variables que pronuncian o no parte de los estereotipos asociados, tales como: origen, etnia, religión, clase social, estado civil, profesión, orientación sexual, edad, etc. Las renuncias de las madres en migración no son las mismas que las de las madres locales, puesto que la adaptación al nuevo rol maternal no tiene la misma dificultad de apropiación. Es decir, la socialización de los hijes en el caso de la maternidad migrada pasa por un filtro de asimilación sobre el contenido y valores culturales adecuados para el contexto. Y la ecuación acaba por generar un distanciamiento identitario más profundo. Esto es, el de sobrevenir en inmigrante por un lado, el de devenir en madre por otro; y por último, asumir el papel de madre extranjera.

La maternidad migrada del inmigrante legal es diferente a la del inmigrante ilegal que no tiene estatus social, y transita en los márgenes de la sociedad. La maternidad de las refugiadas refleja el desconcierto tanto de la sociedad que las ampara como así también de las mismas madres ¿acaso querrán regresar, si es que hay a dónde volver? Los grises dentro la maternidad migrada no son posibles de generalizar. Y si cada maternidad es un mundo, la maternidad migrada nos habla de sub-mundos no explorados y no nombrados, sino más bien silenciados…

En definitiva, la maternidad migrada con todos sus matices pareciera que además de ser un sujeto que tiene a cargo el rol maternal, a su vez, debe funcionar para re-criarse a sí misma. Es decir, es una mujer que ejerce un maternaje doble: tanto para sus hijes como también para re-educarse en la nueva sociedad que habita. Y transita un mundo extranjero desde la incógnita: ¿Si ya no soy la misma cuando cruzo la puerta hacia la maternidad, quienes serán mis hijes cuando no materno desde la apropiación cultural?

Por Magda Goldin, Buenos Aires (Argentina)
Más de ella en su LinkedIn. También en DeGenerar, su consultora sobre educación sexual, salud reproductiva, teorías de género y estudios de la mujer.

 

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