El ecologismo y el feminismo se encuentran, se unen y caminan juntos, transitando hacia un mundo más justo y sostenible. Con ustedes: el ecofeminismo.
Seguro que os pasa a menudo: algo que nunca había estado cerca, que, aparentemente, nunca había rodeando tu espacio, aparece de repente, se va instalando poco a poco en tu cotidianeidad y un día te quedas un tanto incrédule pensando que en realidad siempre estuvo ahí.
Igual puede sonar rimbombante, la verdad es que soy de meter un poquillo de intensidad a casi todo, pero es que con el ecofeminismo me ha ocurrido precisamente esto que os cuento. De forma natural, nunca mejor dicho, me di cuenta que esta corriente de pensamiento estaba mucho más interiorizada en mí de lo que pensaba a priori cuando la ‘descubrí’.
Pero vayamos al grano, hablemos sobre el ecofeminismo. El ecofeminismo parece un juego fácil de palabras que nos lleva a pensar, a poco que nos topemos con ella, en a) ecología y b) feminismo (por este estricto orden). Pues bien, ni más ni menos va sobre esta combinación, o mejor dicho, sobre esta unión.
En la década de los 70, Françoise d’Eaubonne, socióloga y pionera del feminismo francés en este sentido, definía al ecofeminismo como la crítica radical a la modernidad desde ambos movimientos sociales –el ecologismo y el feminismo-, estableciendo una conexión entre la explotación de la naturaleza y la de las mujeres dentro del sistema jerárquico-patriarcal.
Alicia Puleo, profesora de la Universidad de Valladolid y una de las personas claves en su estudio teórico, habla también en esta línea y plantea el ecofeminismo como el resultado o consecuencia enriquecedora del encuentro entre los movimientos ecologistas y feministas. Para ella, ‘el ecologismo le da al feminismo una conciencia ambiental, mientras que el feminismo le da al ecologismo claves para comprender en qué medida la explotación intensiva y las ideas de dominio sobre la naturaleza tienen que ver con una estructura socio-política patriarcal’. Es decir, estamos hablando de un diálogo en plano de igualdad entre dos formas de entender la realidad. Dos movimientos sociales que se fusionan y se potencian de forma positiva a la hora de comprender el mundo.
Ecofeminismos: un mundo más justo y sostenible.
Estamos por tanto ante una corriente ideológica y un movimiento social en el que también encontramos diferentes perspectivas, que si bien se complementan, tienen matices con diferencias notables. Aquí destaco dos de las perspectivas destacadas que se dan, os las señalo de forma resumida, pero os comento que tenéis muchísimo material online para produndizar sobre cada una:
- Ecofeminismo esencialista: defiende que las mujeres, por esencia, por su propia naturaleza, sobre todo ligado a la maternidad, están más conectadas a la naturaleza. Ejemplos de esta corriente serían las propuestas defendidas por Vandana Shiva. Es una corriente muy arraigada a la espiritualidad.
- Ecofeminismo constructivista: defiende que esa ligazón entre mujer y naturaleza, cuando se da, está construida por el hecho de vivir en sociedades patriarcales, que asignan a las mujeres determinados roles en función de la división sexual del trabajo, y que propicia esta conexión.
Si seguimos ahondando un poco más en esta última línea, un apunte muy interesante es el que señala Yayo Herrero cuando nos dices que ‘vivimos en sociedades y en un determinado momento histórico que le ha declarado la guerra a la vida’, y esto sí que suena intenso (no me digáis que no). Ella habla de las bases que sustentan la vida humana, destacando dos ejes: 1) somos seres ecodependientes, puesto que es totalmente imposible plantear la vida humana al margen de la naturaleza, en tanto que somos parte y dependemos de ella; y 2) somos seres radicalmente interdependientes, ya que es imposible pensar en la existencia de un ser humano en soledad. Y sigue apuntando datos interesantes cuando incide en que el modelo socio-cultural en el que convivimos invisibiliza lo que realmente sostiene la vida, ignora los límites físicos y materiales del territorio, al igual que ignora el tiempo que las mujeres dedicamos al cuidado de las personas. Es decir, es un modelo que prioriza el crecimiento económico y que sitúa al ‘bienestar de las personas y la salud de la naturaleza en un segundo plano’, ya si tal.
Llegados a este punto, para mí el ECOFENISMO se merece unas mayúsculas. Estamos ante un movimiento crítico, anticapitalista, que hace reflexionar nuestro modelo de vida; que planta cara a los mercados y a las formas tradicionales de crecimiento que atienden a perspectivas puramente económicas y desprecian el mundo en el que vivimos, y por ende, la vida. Estamos ante una corriente de pensamiento, un movimiento social, que participa de propuestas centradas en sistemas justos y equitativos, desde el respeto a la naturaleza, y promoviendo un reparto de trabajo y reproducción equitativo. Es para mayúsculas, vaya.
Para ir acabando, a parte de invitaros a que pronfundicéis sobre el tema a través de las autoras que he ido nombrando, quería destacar algunas propuestas ecofeministas históricas como son el campamento de mujeres de Greehan Common, un movimiento ecologista-pacifista que tiene lugar en 1981, con el que se configuran los principios de la economía feminista a partir de la figura de Marilyn Waring. O la película La Belle Verte, prohibida aquí en Europa según he leído, quizás porque plantea una crítica al modelo actual y propone una alternativa más allá de la sociedad de consumo. Otras propuestas locales más contemporáneas serían el trabajo que realizan diferentes organizaciones a lo largo y ancho del mundo: El Enjambre sin Reina (España), Con-spirando (Chile), Alfombra Roja (Perú), etc.
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