Hoy tengo ganas de mí

Una de nuestras Fridas comparte con nosotres su relación con la masturbación. ¡Un buen recordatorio de quién es nuestre mejor amante!

Ilustración de Lucie Charcosset

No recuerdo cuántas mañanas de mi adolescencia oí la voz de mi mamá y sus pasos mientras subía las escaleras anunciándome que era la hora de despertar para ir al colegio. Pero sí recuerdo que muchas de esas mañanas, en medio de la somnolencia, abría los ojos y me encontraba con mi desnudez de 13 años al descubierto, luego de una noche en la que había tenido un intenso y apasionado encuentro sexual conmigo misma.

Unos minutos antes de que mamá abriera la puerta de mi cuarto habían sido suficientes para esconder mi cuerpo bajo las sábanas –manchadas aún con las húmedas huellas de mi placer– y simular que recién despertaba. Ella nunca se dió cuenta y yo, durante muchas noches más de mi adolescencia, seguí deseándome y complaciéndome en secreto.

Tampoco recuerdo cómo descubrí la masturbación, pero cuando lo hice se convirtió en una de las actividades, además de la lectura y la escritura, que más disfruté en soledad por esos años. Sin embargo, cuando comencé a tener vida sexual con parejas o compañeros eventuales, caí en la trampa común: creí que la masturbación era un sustituto menor de las relaciones sexuales compartidas y la dejé de lado. Me olvidé de ese espacio en el que disfrutaba de mí misma sin testigo alguno, acariciándome donde más me gustaba, susurrándome las palabras precisas en el momento exacto, apretando y soltando, transpirando y lamiendo, gimiendo y gritando hasta terminar con una sonrisa de placer en los labios.

Hoy, una década después y luego del final de una larga relación de pareja, he vuelto a encontrarme conmigo, a desearme intensamente, a desnudarme para mí, a gustarme con locura, a deleitarme con mi sensualidad, a descubrirme apasionada y ardiente bajo mis dedos, a humedecerme los labios: los de la boca y los de la vulva.

Y esta vez sé que nada ni nadie hará que deje de disfrutarme de pies a cabeza, centímetro a centímetro de piel, con una pasión incandescente que alimenta el deseo que siento hacia mí misma. La masturbación ha vuelto a mí para quedarse conmigo hasta llegar al final de cada orgasmo y hasta el final de mi vida.

En estos últimos meses y a través de cada uno de mis encuentros, que son maravillosos ejercicios de autoconocimiento corporal y autonomía sexual, he llegado a comprender que no existe nadie que pueda satisfacerme eróticamente ni que pueda hacer realidad todas mis fantasías como yo lo hago. Así que se aceptan compañeres para la aventura, pero esta viajera ya tiene su favorita: ella misma.

Y tú que me estás leyendo, ¿qué esperas para masturbarte? Está al alcance de tus manos –de tus dedos, para ser más específica– y de tu imaginación. No dejes pasar la oportunidad de gozarte cuando quieras, como quieras y con quien más quieres, o sea contigo misma.

Por Sandra Campó (Lima, Perú). Feminista apasionada y amante ardiente de los libros escritos por mujeres. Creadora, dueña y señora de Nina, un blog sobre educación sexual femenina.
Podés seguirla en su Blog o conseguir su Libro «Hoy tengo ganas de mí. 7 historias de masturbación femenina«. También en FacebookInstagram o por correo electrónico a [email protected]

Ilustración realizada por Lucie Charcosset (25), Francia. Ella reside en Montevideo (Uruguay).
Podés seguirla en Tumblr o en Facebook .

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