La chispa del amor

La chispa del amor sigue siendo objeto de estudio: ¿Tenemos más sexo durante el enamoramiento? ¿El sexo es mejor en los encuentros casuales que con nuestra pareja estable? Vero nos trae un análisis minucioso para intentar dar respuesta a estas preguntas.

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Ilustración de Javitxuela

Cuando escuchamos hablar del amor, lo vemos en las típicas pelis pastelosas o lo leemos en las novelas románticas o en los dichosos cuentos de hadas, aprendemos a relacionar el amor romántico con el deseo constante y con lo idílico, nos muestran unas parejas “supuestamente” perfectas con una vida “supuestamente” perfecta y ¡todo felicidad!.

Pero cuando miramos nuestras vidas amorosas y las de nuestro alrededor, nos encontramos que la realidad es otra, que ni todo es tan perfecto ni el estar enamorade tiene que ver con pasarse el día follando como animales. Otra cosa curiosa que surge en estas personas que se encuentran o que han experimentado la sensación de estar enamorades, es que el 99,99999% hablan de una tal chispa que surge cuando es esa persona la persona indicada, y que se mantiene o se aviva cuando está presente o se piensa y que va desapareciendo con el tiempo, cuando la pareja se estabiliza. Puede ser motivo de ruptura o excusa antes de comenzar siquiera el idilio amoroso. Pero ¿qué es exactamente esa chispa?

Bicheando manuales, distintas webs y revistas científicas tal ha sido mi sorpresa al encontrar que existen mil y una recomendaciones y más soluciones para mantener viva la chispa, para que no se apague la llama, hechizos, velas con pachuli, feromonas en spray, afrodisíacos de mosca española, rituales varios y hasta infusiones de curry, pero ninguna definición al respecto… Aunque coloquialmente, se puede entender como la atracción química que aparece nada más ver a alguien, y es tan etérea que se da o no se da, sin más, teniendo más importancia que las muchas cualidades que pueda tener la persona en cuestión. Es eso que marca la diferencia entre ser solo amigues o querer algo más, entre caerle bien a alguien y querer arrancarle la ropa en ese mismo momento. Les modernes la llaman “feeling”. No es amor en sí, pero sí se puede relacionar con la primera fase del amor que es el enamoramiento, ese estado de idealización de la otra persona, de querer pasar las 24 horas del día o más fusionándonos, de hiperexcitación, de ser hormonas andantes, tan pasionales que se nos anula la razón. Por suerte, este estado emocional puede durar unas semanas y hasta 3 meses según auguran les expertes, y digo por suerte porque de aguantar mucho más tiempo en dicho estado acabaríamos muriendo por falta de sueño, inanición y vida propia.

Sin embargo, según profesionales en neurología de la Universidad de California, el circuito neuronal del sexo tiene elementos en común con el de la vinculación afectiva, por lo que estaríamos a un paso del amor cuando salta la chispa y decidimos dejarnos llevar sin buscar más allá que una noche loca, y ¿qué marca entonces la diferencia? Parece ser que la marcan los mimos y las atenciones posteriores al acto sexual. Como decía Paco Cabello en una de sus intervenciones en un Congreso sobre Sexualidad, si quieres establecer un vínculo con la persona con la que has compartido sólo sexo, al terminar, dale besitos, hazle caricias y mírale a los ojos; si lo único que buscas es placer sin importar la persona, sal corriendo nada más terminar. Tras la actividad sexual, los niveles de dopamina van descendiendo y toma el relevo la oxitocina que unida a los mimos, potencia la vinculación afectiva.

A veces, esa chispa, esa atracción sexual, esos encuentros frecuentes y pasionales, constituyen el inicio de una relación de amor romántico más a largo plazo, otras no. El sexo unido al enamoramiento parece la mezcla idónea, pero son muy pocas las veces en las que el amor y el deseo coinciden, usualmente el segundo da paso al primero, el deseo se transforma en amor y ahí comienza la rutina. Esta es la explicación de que haya tantísimos manuales enfocados a avivar la llama y muy pocos enfocados a permitir vivir el amor o disfrutar del deseo con libertad, sin poner el grito en el cielo cuando conocemos datos como los del estudio llevado a cabo en la Universidad de Ottawa que develó que algunas parejas, después de varios años de convivencia, se sienten aún enamoradas pero no tienen sexo, la relación es estable y gratificante, y no tienen intención alguna de volver a vivir todo el ajetreo del enamoramiento; y es tan respetable como este dato que nos dan otres expertes y es que en un 60% la felicidad de la pareja depende de su actividad sexual, por lo que de no haberla la pareja se terminaría rompiendo.

Lo ideal en estos casos sería que cada pareja pudiera negociar y pactar sus propios intereses, iniciar o finalizar la relación cuando estimen oportuno y no establecer normas sociales y fijas para todas las parejas cuando sabemos de primera mano, que cada una es distinta y no es viable generalizar. Además, en los últimos años se está desvalorizando tanto el sexo cuando se está en pareja y sobrevalorando en la soltería, que se olvida que no es la frecuencia sino la calidad lo que habría de primar en los encuentros sexuales.

Si bien es cierto, según una de las investigaciones realizadas por la Universidad de New York, sólo el 40% de las mujeres experimentan un orgasmo en las relaciones sexuales esporádicas frente al 75% que reconocen haberlo sentido en el último encuentro sexual con su pareja habitual. En cuanto a los hombres, la mayoría reconocen ser menos atentos con el disfrute ajeno cuando practican sexo sin compromiso. En otro estudio realizado por la Universidad de Durham, se encontraron datos como que el 80% de los hombres afirman haber disfrutado en encuentros sexuales esporádicos frente al 54% de las mujeres. Además, ellas aseguraron con un porcentaje más alto que esperaban algo más.

Estos datos no reflejan más que el lastre social que aún sigue arrastrando la mujer, las connotaciones negativas asociadas al practicar sexo casual unido a la cantidad de tabúes y miedos que en su conjunto dificultan que ellas elijan disfrutar de su sexualidad y olvidarse del “qué va a pensar de mi”. Ante esto es normal que aparezcan las dudas sobre si es posible enamorarse sin tener sexo o tener sexo y no engancharse ni un poquito a la otra persona…Tal vez, la respuesta a ambas preguntas sea afirmativa, pero la línea que las separa es tan delgada que desconocemos hasta qué punto puede o debe ser controlada. Yo os propongo que dejemos de poner etiquetas, nombres, de encasillar, y comencemos a vivir, a soñar, a experimentar ☺ ¿Y ustedes que proponen? ¡Pasen y opinen!

1 Comentario

  1. me gusta la reflexión los datos y el hacer pensar, pero no creo en la construcción de la mujer solo como social e histórico, como dice que el 54% esperaba algo mas en relacion al 80% de hombres que disfrutaron y ya….Me pareció horrible la reflexión final, el juicio respecto a esos datos, nuevamente es creer que debemos llegar a ser como ese 80% para ser como los hombres, pero supuestamente liberadas! y porque?? siempre lo mismo, en vez de pensar en la profundización y la calidad del vinculo, que pasa no solo por el sexo, de la cual muy posiblemente, puedan hablar esos datos

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