La salud mental y el cliché del cine a partir de la reflexión en torno a tres películas: Un método peligroso, Cisne negro y Locas de alegría.
La locura siempre ha formado parte de ese imaginario humano casi místico, lleno muchas veces de repulsión y otras de curiosidad, pero casi siempre de un profundo desconocimiento, y al fin y al cabo, de miedo hacía las personas con trastornos mentales, quizás por el ansía que la sociedad ha tenido siempre de enterrar lo diferente.
Guionistas y directores han filmado películas utilizando ese recurso único que nos denota la “fuera de la norma”. Golpes de guión que en el último momento, nos descubre que: “todo ha sido un sueño”, o “solo esta en su cabeza», asesines que matan a mucha gente porque «están loques o escuchan voces», recursos que alguna vez fueron novedosos (y nos han brindado excelentes momentos cinematográficos) pero que hoy en día se han convertido en un cliché más de la cultura del celuloide, y nada original. Aunque lo peor de todo es que todo esto ha ayudado a construir una máscara sobre la salud mental, ya de por si llena de estereotipos y falsos mitos, que no ha ayudado sino alimentado mucho más el estigma.
Sin embargo, vamos a intentar desde aquí adentrarnos en la psique humana para reflejar otras realidades, invitando a que conozcáis lo que hay detrás de esa puerta de la “locura” (que fea palabra), con personajes femeninos como protagonistas.
Un método peligroso.
A veces hay que hacer algo imperdonable para poder seguir viviendo.
Los inicios del psicoanálisis, una sociedad opresora y patriarcal, el yugo de la represión sexual. Todo se une en esta historia que nos muestra la relación que se sustenta entre el joven terapeuta Jung y su paciente Sabina Spielrein (Keira Knightley), aderezado con el análisis del doctor Freud (Viggo Mortensen). El debate que enfrenta a este y a Jung (que sucedió en la realidad) sobre la represión sexual como agente patológico de la enfermedad mental no debe distraernos de la autentica ambición del film: la libertad de amar.
Keria como siempre, se mueve como pez en el agua, con un personaje lleno de energía convulsionado por sus problemas psicológicos, buscando su sitio en el mundo.
Lo mejor: el diálogo, sustentado sobre todo el la pareja protagonista, es el principal vehículo de la historia dejando al lado lo visual.
Lo peor: Al film le falta metraje para ahondar más en la historia, y le sobra pedantería en los diálogos. El final sobreviene sin ningún aviso y pasa sin pena ni gloria.
Anoche tuve un sueño muy raro. Era el de una chica que es transformada en cisne y necesita el amor para romper el hechizo, pero el príncipe se enamora de otra y ella se suicida.
Nina, una importante bailarina del ballet de Nueva York, vive sometida a una fuerte presión por agente externos como son su madre, su rival y compañera e incluso por su director, pero también por ella misma. El nivel de autoexigencia impuesto la contribuyen un estado de excitación mental peligroso que le provocan visiones horrendas a medida que se acerque al estreno. ¿Es realidad?
Darren Aronosfsky es uno de los directores más influyente de los último años. Sus películas colman de una extraña áurea de ansiedad velada, de descontrol, de asfixia en su universo que te invita a zambullirte y en el cuál, es probable que no entiendas nada. Para disfrutar de su cine hay que dejarse llevar por la corriente.
Por su parte, Natalie Portman siempre me ha parecido una actriz capaz de dar a sus papeles esa dualidad de fragilidad y entereza. Y aquí lo consigue.
Película de difícil visión que establece un paradigma para su posterior análisis desde la salud mental, el ambiente como licitador del problema mental o de la relación entre la autoexigencia, la presión social y los trastornos de alimentación.
Y la película «test de Bechdel» de la semana es:
Locas de alegría (La pazza Gioia)
Dos mujeres muy diferentes, una Beatrice (Valeria Bruni Tedeschi), supuesta condesa, conservadora, chillona y con delirios de grandeza, y Donatella (Micaella Ramazzotti), una joven tatuada e introvertida, se conocen en una institución psiquiátrica y forman una original amistad. Cada una con su propia idiosincrasia, pasado, vulnerabilidad y con cierto punto de locura, se embarcan en un viaje de descubrimiento lleno de momentos épicos donde se mezclan humor, soledad y dolor.
A ratos comedia, a ratos drama, y a ratos road movie (recuerda a Thelma y Louise aunque su director le gusta referirse a ella como un «Quijote y Sancho Panza»), la película se apoya en dos actuaciones memorables, tal vez a momentos exageradas, pero entrañables.
Quizás el principal acierto de «Locas de alegría» es que es una película sumamente real, que no juzga sino que se limita a mostrarnos una realidad diferente: la inestabilidad y la dificultad de seguir adelante cuando la sociedad, e incluso una misma estás en tu contra, en una historia que se mueve por las apetencias y el desorden de las protagonista, en ese falta de límites y de planificación que muchas veces golpea a las personas que reflejan. Pone cuestiones sobre la mesa para avivar el debate de las mujeres dentro del mundo de la salud mental.
El exceso de metraje a veces juega en su contra, alargando planos y situaciones que no aportan a la historia. Existen además partes más irregulares, predecible, pero de forma general se trata de una película emotiva, que hace justicia a la temática que refleja y que engrandece al cine.
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