La sororidad es mullida y es feroz porque es un cálido abrazo de nuestras hermanas pero también una ferviente defensa.
¿Qué es eso de la sororidad? Esa palabra difícil de pronunciar en voz alta las primeras veces y que parece traída de un lugar lejano y exótico. De entrada, es una palabra que acaricia la lengua. Se desliza por todo el músculo y finalmente se despega de la punta suavemente, aunque con un leve crepitar.
La sororidad, aunque no se conozca su significado, es como un peta-zeta. Atractiva, extraña, un poco molesta. Una palabra que pica en la boca y que prende una chispa al salir por los labios.
La sororidad es un sentimiento y también una práctica. Es una técnica (por tanto entrenable) y también una emoción. La sororidad nos pide escucha activa y empatía.
La sororidad surge en respuesta a situaciones injustas que nos asaltan en el mundo patriarcal en que vivimos. A veces, ante las idioteces y las violencias, no nos queda más que el pacto entre mujeres. Ese pacto, que es un apoyo hermanado, nace de una opresión a la que todas nos vemos sometidas en mayor o menor grado. Con menor o mayor conciencia.
Las mujeres practicamos la sororidad desde que el mundo es mundo y merece la pena que ésta sea convertida también en un arma política. Frente a la frialdad de la política y la tecnología, la sororidad es el abrazo silencioso y luchador de todes les cuerpes otres, blandes, fluides, que no encajan en el modelo del varón heterosexual blanco.
Aunque no concordemos con la opinión de otra mujer, aunque lo que nos una a otra mujer sea el dolor, aunque seamos críticas con otras posturas y lecturas de la realidad, merece le pena recordar(nos) que hay una piedra dentro del zapato de todas. Que esa piedra, de mayor o menor tamaño, nos impide caminar cómodamente a todas.
Por eso, si en el camino nos encontramos con una compañera, no está de más ofrecerle agua en primer lugar. Una vez que lo básico esté resuelto y que nos hayamos abrazado tras la larga caminata, podremos sentarnos a contarnos cómo está yendo el recorrido. Quizás así podamos poner en común unos mínimos, aunque después cada una nos levantemos para seguir por nuestro propio sendero.
Soy mujer. Y un entrañable calor me abriga cuando el mundo me golpea. Es el calor de las otras mujeres, de aquellas que hicieron de la vida este rincón sensible, luchador, de piel suave y tierno corazón guerrero. Alejandra Pizarnik
1 Comentario
Oportunidad maravillosa esta, para crear vínculos, tener o contruir un colectivo entre quienes sentimos, amamos, parimos y vemos el mundo, con ojos de mujer.