A veces basamos nuestras relaciones en base a ideas que no nos ayudan a generar vínculos sanos. El concepto de sororidad nos ayuda a todo lo contrario.
No podemos evitar el vínculo. Como animales sociales que somos el estar en relación es algo fundamental. No se puede entender la vida sin las relaciones, en el amplio sentido de la palabra. ¿Quién sobreviviría sin ellos? Nadie. Nadie está hecho para vivir completamente aislado y sentirse bien.
Como digo relacionarnos es algo fundamental y, sin embargo, muchas veces establecemos los vínculos en base a preceptos equivocados, sesgados o dañinos. No se trata de relacionarse por relacionarse. Sino que hay que relacionarse bien. Porque las relaciones son básicas para nuestro bienestar, pero solamente serán totalmente satisfactorias si las construimos de manera sana.
La sociedad patriarcal se ha encargado de dejarnos bien claro que las mujeres somos enemigas. Que somos unas envidiosas, que desconfiemos de la de al lado, que las mujeres tenemos malicia y nos robamos el novio entre nosotras. Que las mujeres no somos trigo limpio, que somos especialmente oscuras y retorcidas, nos criticamos entre nosotras cuando no estamos delante de las otras y que, para postres, somos unas histéricas manipuladoras.
¿Te suena toda esta historia?
Porque a mí sí.
¿Te suena lo mismo para los hombres?
Probablemente no (y si es que sí dime en qué planeta vives).
La moraleja está clara: huye de otras mujeres. Y oye, que nos lo podemos creer. Podemos aceptar estos preceptos para relacionarnos con otras mujeres. Llegamos a actuar con desconfianza sobre todas estas premisas que no hacen más que reproducirse en ficciones cinematográficas mainstream. Llegamos a vernos como competencia, caemos en la trampa.
Si algo está claro es que este mensaje nos predispone a establecer relaciones cuanto menos insanas con otras mujeres. El mensaje patriarcal de las relaciones entre mujeres nos predispone a una tensión entre nosotras. Frente a este mensaje destructivo tenemos que buscar otras estrategias y maneras de pensar. Y la sororidad nos puede ayudar a deshacer esa base perversa y construir relaciones con otras mujeres más sanas.
¿Qué nos dice este concepto? ¿De qué nos habla la sororidad? Nos habla de los elementos que tenemos en común las mujeres por el hecho de serlo. Nos habla de las opresiones compartidas. Nos habla de las dificultades compartidas. Nos habla de todo aquello que nos frena y nos condiciona por ser mujeres y ser leídas socialmente como tal.
Es decir: la sororidad nos habla de aquello que tenemos en común y de aquello que nos daña por ser mujeres. Nos conduce a una lectura más horizontal del hecho de ser mujeres, dejando de lado conceptos como competición, malicia o desconfianza. Nos dice que la que tienes al lado también se la oprime. Que también es señalada, etiquetada y ve limitadas sus opciones como mujer. Nos lleva a empatizar. A dejar el machete. A mirarnos a los ojos.
El concepto sororidad implica bajar la guardia. Implica ver desde una óptica más amplia y más justa a las otras mujeres. Nos lleva a comprender más nuestras opresiones lo que lleva a comprendernos mejor, en individual y en global. Ver lo común de las injusticias que compartimos las mujeres nos predispone a una mayor apertura y acercamiento entre nosotras, a una mayor predisposición a protegernos y a cuidarnos. A quitar falsos temores y tendernos una mano cuando lo necesitemos.
Porque, en última instancia, la sororidad nos lleva a generar vínculos más sanos. Porque dejar de ver en las otras una fuente de competición y ver a potenciales compañeras es generar el vínculo desde una base sólida y bonita. Desde la igualdad y desde el cuidado, desde la protección. Es apreciar todo lo que nos puede aportar el apoyo de otra mujer, como nos indica Marta en su artículo. Ese mundo tan maravilloso que solamente se puede dar en el espacio de la amistad más cómplice.
En definitiva la sororidad nos predispone a abrirnos al vínculo, a generar lazos estrechos. Porque si partimos del concepto patriarcal para relacionarnos, el concepto mainstream, estaremos más cerradas a las otras mujeres, más temerosas, más agresivas. Y dejar de estar a la defensiva es abrirte a la posibilidad de que otra persona realmente te llegue y te toque. Te llegue y te cambie. Relacionarnos con otras mujeres en base al patriarcado nos roba la magia de las relaciones íntimas y sin miedo.
Si comprendemos la realidad compartida, si comprendemos la sororidad, es más fácil y bello vincularse.
Y además la sororidad tiene otra potencia, y es que integrar este concepto en nuestro día a día no solamente nos lleva a relaciones más sanas, sino que nos recuerda el lugar que ocupamos las mujeres en la sociedad, haciendo que nos pongamos firmes de nuevo. Haciendo que no nos bajemos de la lucha y potenciando que nadie se baje de ella. Vincularse desde la sororidad es también activismo.
Porque reclamar lo que es bello de las relaciones, lo que es verdaderamente importante, lo que nos pertenece, lo que nos vincula, lo que nos hace cuidarnos y sonreírnos limpiamente, es activismo.
La sororidad nos recuerda que lo personal es político.
Y que nosotras tenemos el poder de reconquistar aquello que el patriarcado pretende robarnos diciéndonos que la de al lado es la enemiga.
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