Siempre es una buena idea dinamitar todo a lo Erin Brockovich.
Yo me levanto todas las mañanas sintiéndome Erin Brokovich. Me falta la sonrisa amplia esa característica de ella, pero me sobran las ganas y el empuje. Yo me levanto cada mañana y pienso que puedo escapar a la estructura, que, astutamente, podré escabullirme entre sus distintas trampas. Siento que puedo luchar contra toda injusticia, que puedo matar a todos los malos, que puedo salvar a todo el mundo yo sola.
Pero esta ingenuidad me trae muchos dolores de cabeza. En la universidad, en el trabajo en la empresa privada. La estructura sostiene férreamente la realidad.
Cuando imagino la estructura, o lo que subyace al orden establecido, me la figuro recta, firme, de afiladas esquinas y frío cemento. Es una estructura de formas cuadradas, sin fluidez ni elasticidad. No tienes donde asirte en caso de que haya un terremoto.
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Como a Erin, nunca se me dio demasiado bien callarme, cerrar los labios, dejando dentro de mi interior palabras de queja o de malestar. No sé callar ante cosas que me atacan. Y la estructura me ataca continuamente. Tergiversa mis palabras, me pone trampas, intenta moldear mi pensamiento para encauzarlo en un camino que a mí no me interesa seguir lo más mínimo.
Pero claro, como Erin, tengo facturas que pagar, gato al que alimentar, gasolina que poner al coche. En esta coyuntura, no me queda más salida que estar en la estructura (que no ser en ella). Ahora bien, lo que no hago ni podré hacer nunca es acostumbrarme a ella. Mi olfato no es capaz de olvidarse de que algo apesta. Da igual el tiempo que pase expuesta al olor fétido, siempre logro reconocerlo.
¿Cómo hacer para sobrevivir en semejante situación, cómo combinar la realidad con el deseo?.
Hace unos meses que me interesa pensar en una posible nueva estructura. No se trata de moldear la vieja, que es intocable, si no más bien de idear una nueva. Y así llego al biodomo, al domo geodésico, esa compleja y redondeada forma fuerte, resistente, pero mucho más amable, mucho más biológica también. Dentro de un biodomo quizás mis palabras suenen más suaves, rebotando rítmicamente en las paredes curvas. En el biodomo quizás no tengamos que ceñirnos a patrones ni estereotipos, quizás podamos ser redondeadas, anchas, bajas, blandas, flexibles. A lo mejor dentro de una estructura tal no tendría que sentir impotencia.
Al final si me siento un poco como Erin será también porque la admiro, porque ella consigue romper la estructura, dinamitándola desde dentro. Reconociendo que vestirá siempre como desee, que no dejará de decir tacos y que no se sentirá mala madre por dejar a sus hijes al cuidado de un hombre. Erin rompe la estructura y en su lugar coloca un pedazo de biodomo.
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