Entrar al cine sin saber nada y salir enamorada.
Entré al cine a ver Verano 1993 pero no sabía lo que iba a ver. Algunas semanas antes había oído decir: La película de la niña. O también: La primera película dirigida por una directora novel que es pre-seleccionada a los Oscars para representar a España.
La película de la niña es una historia cercana, íntima, sencilla, de una cría que se traslada a vivir con sus tíos y su prima a un pueblo del Ampurdán catalán. No sabes muy bien ni cómo ni por qué, pero ella ahora vive allí. Pasan veinte minutos, y reconoces detalles que te llevan a la infancia, tu infancia: la camiseta de Cobi, la canción de Bom Bom Chip, los coches, el baile en la plaza del pueblo. Y reconoces que Verano 1993 esta hecha desde la honestidad y la sensibilidad más humilde y sincera. Los silencios, la mirada de Frida (la protagonista Laia Artigas), los juegos que comparte con su prima; los sentimientos, los enfados, el desconcierto, el desdén. Las emociones de una niña que observa, vive y siente, mientras tú la acompañas estando sentada en la butaca.
Las protagonistas hablan en catalán, la película tiene lugar en una zona rural de Gerona, y es hermoso cómo se inscribe la historia en ese contexto cultural. Los paisajes, las tradiciones, la huerta, el juego, la vida. El cristianismo aparece de una manera muy sutil y casi graciosa. Los gigantes y cabezudos de las fiestas de verano de los pueblos. Imágenes icónicas de la tradición pasadas por el filtro de la infancia, vistas y vividas desde la sinrazón más inocente y divertida.
Verano 1993 es una película triste y hermosa, sútil y llena de matices. Hay muchas razones por las que tendríais que verla: la relación que muestra entre las niñas protagonistas, entre madre e hija, y entre tía y sobrina. También porque es una película dirigida por una mujer, Carla Simón, porque es la pre-seleccionada a los Oscars para representar a España (aunque esta línea ahora suscite bastante polémica por todo lo que esta pasando en la actualidad) o porque la honestidad con la que está hecha se respira de principio a fin.
Al salir del cine, me alegré de no haber leído nada sobre la película antes de verla. Después no pude evitar leerlo todo. Saber que la historia de Frida es la historia de Carla, la directora, fue una triste sorpresa. Ser capaz de representar en imágenes una vivencia tan cruda, de forma tan honesta, luminosa y real es hermoso.
Gracias Carla Simón por hacer una película así, tan rica en matices.
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