Amanda nos anima a que escuchemos esa voz que nos habla en la cabeza y que nos dice: vamos, saca lo que llevas dentro.
Últimamente he estado pensando mucho en el Ave Fénix, incluso he fantaseado con la idea de hacerme un tatuaje con él; idea que por suerte se ha ido desvaneciendo teniendo en cuenta que no sé nada de tatuajes y cambio demasiado de opinión. La rabia como fuerza de cambio. Resurgir de las cenizas. Tocar lo más hondo y subir con más fuerza que nunca.
¿Qué habrías hecho la última vez que decidiste hacer un cambio radical en tu vida si no hubieras pasado por un proceso de rabia y hartazgo primero? A veces creo que los cambios que más duran en el tiempo son aquellos que parten de una situación de rabia que posteriormente deja paso a la visión de un futuro en el que somos capaces y finalmente acaba siendo el motor de cambio más impresionante que hayamos visto.
Como ese día que sales a la calle a caminar y acabas galopando como un caballo sin rumbo porque sientes que estás llena de energía que pide a gritos ser quemada. Como cuando alguien te dice que va a hacer algo por ti porque no te cree capaz y tú lo haces en su cara movida por una fuerza que no sabías que existía. Como cuando quieres acabar de una vez con una situación, sales a la calle y haces retumbar el pavimento con más fuerza que nunca.
La rabia es cruda, fuerte, desbocada, ardiente, sexy y poderosa; pero a veces lo olvidamos entre mantras positivos y frases motivacionales photoshopeadas. Podría decir que la rabia es un increíble motor de cambio cuando está bien gestionada, pero no me gusta la palabra gestión para hablar de emociones tan poderosas. Quizás podríamos hablar de algo así como un encauzamiento inteligente.
Sea como fuere, y antes de liarse a tortas con nadie (que no es el objetivo de este artículo), lo más importante para empezar a liarse la manta a la cabeza y trabajar en equipo con la rabia es entender que es sólo responsabilidad nuestra y que es una emoción que nos avisa de lo que debemos resolver dentro de nuestras cabecitas, estómagos, hormonas y neurotransmisores, no los de ninguna otra persona.
¿Qué quiero decir con eso? El cuerpo es un sistema complejísimo en el que trabajan miles de factores para funcionar, uno de ellos es la energía. La energía tiene que moverse para que vivamos y nunca debe estancarse ni reprimirse porque corremos el riesgo de convertirnos en una olla a presión bastante peligrosa. Antes de llegar a cualquier tipo de explosión sería mejor tener limpitos los cauces para que salga todo lo que tiene que salir fuera.
La rabia ayuda mucho, sólo hay que pensar en una forma de expresarla que no nos haga daño a nosotres ni a nadie más y, sobre todo, que tenga sentido. Es decir; si alguien me hace un comentario que me enciende y me pongo a pegarle puñetazos a la almohada sin haberme parado a entender qué es realmente lo que accionó mi rabia, no voy a conseguir nada. ¿Por qué? Porque me pasaría la vida dando puñetazos a la almohada sin solucionar mi problema real, el motivo que activó la rabia.
Todas las emociones existen por un motivo, sería genial hacerse un pequeño chequeo de vez en cuando y comprobar que todas las salidas de energía están desatascadas para que fluya y salga todo lo que deba salir. Hay que sacar la presión fuera periódicamente antes de que explote. Si ayuda apuntarse a clases de boxeo, habrá que apuntarse; si ayuda gritar en lo alto de una montaña, habrá que gritar, y si ayuda correr como si no hubiera mañana o hacer respiraciones de fuego, habrá que hacerlas, pero siempre recordando por qué y para qué movemos la energía y honrando cada emoción, seguir avanzando con fuerza gracias a ella.
La verdad te hará libre, pero primero te enfurecerá. Gloria Steinem.
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