A estas dos Fridas les gustaría dejar de sufrir sin embargo, no cuentan con el apoyo de su familia.
Hola,
Respecto a lo que nos cuentas es muy, muy duro por lo que pasas. Primero de todo: hazle caso a tus amigas y no te cortes. Tú no tienes la culpa de lo que estás viviendo, sin embargo te castigas con este comportamiento. No lo mereces. Debes cuidarte. Y debes pensar que acabará pasando, que haces todo lo que está en tu mano. Normal que no actúes como eres delante de tu hermano mayor si sabes que te va a hacer daño. Lo haces para protegerte. Y eso está bien, no dudes de ti por hacerlo. Piensa en esto: te escondes, te reprimes, para protegerte. Y eso es muy correcto, lo haces muy bien.
Cuando piensas en suicidio no es que quieras morir, quieres dejar de sufrir, y es bien diferente. Ya sé que tal vez no sea consuelo, pero pasará. Ahora no tienes más remedio que vivir con es familia, pero en unos años habrá pasado. Llegará un momento en el que te puedas alejar de ellos. Mientras tanto aguanta, apóyate en tus amistades, protégete, cuídate. Tú lo vales. Que tu contexto familiar no te haga pensar lo contrario. Tienes una vida por delante y ellos no merecen que la interrumpas porque se porten mal contigo. Tú con la cabeza bien alta, pensando que haces todo lo que está en tu mano para protegerte, que hay gente que te quiere, y más gente que habrá. Y que esta pesadilla pasará. Eso es algo que te aseguro.
No te engañes a ti misma cuando estás mal: acepta que estás mal, es normal. Y, como te digo, busca todo el apoyo que puedas para soportar este malestar, seguro que tus amistades te escuchan y te abrazan. En esa situación nadie podría estar bien. Pero dado que tus padres no escuchan poco más puedes hacer que lo que te he dicho: cuidarte. Y valorarte. Te ves horrible porque te tratan horrible, pero no significa que merezcas ese trato. Solamente te puedo mandar un abrazo enorme y decirte que resistas, que te cuides, que te quieras y que te rodees, tanto como puedas, de todo aquél que te valora.
No mereces que te traten mal. Así que tampoco lo hagas tú. Pon la vista al frente, sé fuerte, y sigue caminando. De todo se sale. De verdad.
Irene
Desde que era niña recuerdo muy pocos momentos de cariño y caricias en casa; siempre venían de fuera, de primos o tíos, nunca de hermanos o padres. Los mejores meses del año eran los de las vacaciones y no por la ausencia de colegio sino porque venía mi tía, con mis primos. El pequeño tenía mi misma edad, nacimos la misma semana y pasábamos muchos ratos de ocio juntos. Recuerdo una sensación de extrema felicidad cuando leíamos sobre la alfombra mientras me secaba mi larga cabellera. Él me acariciaba y para mí era placentero. Algunas veces nos íbamos al bosque y hacíamos pequeñas travesuras; al cabo de un rato siempre había alguna ocasión en que me intentaba tocar. Él alargaba su mano hasta mi sexo y se empecinaba en que yo le tocara el suyo, pero nunca llegamos al contacto directo, se quedaba todo en escarceos. Yo no quería sexo, pero me gustaba estar con él, me divertía escondernos de la familia y sentía aumentar mi autoestima, acostumbrada a no interesar a nadie. Cuando se iba me sentía triste y esperaba las sigueintes vacaciones.
El problema fue cuando creció él y su deseo sexual. Yo ya no percibía cariño en su acercamiento y su fuerza era claramente mayor, por lo que pasaba el rato rehuyendo quedarme a solas con él. Me hablaba de sexo y de que era normal hacerlo y a mi me empezó a dar asco, el sexo y él. Yo no había estado con nadie y él se reía de mí por ello y me decía obscenidades para escandalizarme. Me tocaba el culo y se iba corriendo, lo cual quedaba en un marco de inocentes luchas asolescentes, pero a mi empezaba a incordiarme su insistencia y le decía, «¿Estás loco? ¡Somos primos!» A lo que él respondía con un gesto de felación y se alejaba riendo.
Un día me quedé a dormir en casa de mis primos, mi tía no estaba. Yo estaba en mi habitación ya acostada, a oscuras y el abrió la puerta. Se sacó el pene, me cogió la cabeza y empezó a forzarme a una felación. Yo me incorporé, le aparté como pude y empecé a insultarle y a decirle que era un degenerado. Se la guardó y se fue de la habitación riéndose de mí. Teníamos diecisiete años. A partir de ese momento, cuando coincidíamos, yo le evitaba. Él tuvo pareja, yo también, y todo se diluyó, pero yo estaba obsesionada con la idea del incesto. Callé todo durante años porque me sentía culpable por haber jugado con él de pequeña. Un día se lo conté a una amiga y su asombro me hizo llorar horas y darme cuenta de que podía ser un abuso, lo cual yo me había estado negando. Nunca he dicho nada a nadie de la familia, teniendo que soportar oír mil bondades sobre él, cuán eficiente, honesto y cariñoso es.
En los últimos años, he hecho lo que en psiquiatria dicen «cambio de rol» a raíz de una depresión. Al superarla, van saliendo a la superficie de mis emociones estos momentos de abusos que callé y asumía por falta total de autestima, por no saber decir no.
En otro momento fui víctima de un intento claro y flagrante de violación por parte de un amigo de la familia. Se lo conté a mi madre y ella me dijo: «es normal, hija, es que está enamorado de ti y no le haces caso, además es muy guapo, no te quejes.». Por suerte, se quedó en intento, pero durante unos minutos que parecen horas me había immovilizado, me quitaba la ropa y yo le chillaba, «quieto, no lo hagas, te arrepentirás, mi familia te conoce, ¡Vuelve en ti, controla tu cabeza…!» Y él acabó llorando a moco tendido. He de decir que en este caso, el chico se arrepintió mucho y no paraba de pedirme disculpas, lo cual no le exime esto de la estupidez de su acto, en absoluto. Pero lo que me rompió algo dentro fue la reacción de mi madre, sus palabras, al contarle este suceso. Esto hizo que nunca le contara lo de mi primo.
En fin, mi duda es si tengo derecho a remover el tema ahora, retrospectivamente, ya que él lleva ahora una maravillosa vida con mujer e hijos y buen estatus social (lo cual, he de confesar, algo me molesta, ya que el mío, está en lo más bajo, actualmente).
Querida Frida,
Entiendo que no es nada fácil la situación que estás pasando y comprendo que, cuando algo nos sobrepasa, tendemos a plantearnos cualquier opción.
Estoy de acuerdo con lo que te dijo la psicóloga. Creo que por un lado está el tema económico y de la ayuda y por otra los sentimientos que te remueven aquellas experiencias vividas.
De todas maneras entiendo que lo mezclases porque te sientes desesperada y estás gritando por salir de esa situación y por eso ataste una cosa a la otra.
Mi consejo es:
– Si quieres desahogarte con tu primo, hablarlo con él y expresarle lo que sientes y como te sientes y crees que va a beneficiarte en algo… hazlo. Pero con ese objetivo: dejarlo ir.
– Si lo que quieres es una ayuda económica piensa en opciones de quién te puede ayudar. Y si la única opción es tu primo yo te recomendaría que se la pidieses sin mezclar el otro tema. Tenemos que diferenciar entre pedir y exigir. Siempre que pedimos algo tenemos que contar con la posibilidad de que nos digan que no. Por algo es una petición y no una exigencia. Sin embargo, si tú le sacas el otro tema y le haces ver que ‘te lo debe’ lo estarás transformando en una exigencia y eso es más probable que tenga una respuesta negativa por su parte y que, por tanto, ni te sirva como desahogo para cerrar puertas ni te sirva como ayuda económica. El chantaje nunca es buena opción.
Te animo a que sigas con la psicóloga, a que trabajes todas estas cosillas y a que te hagas responsable de TU carga, de tu mochila, no de la de todo el mundo. Si tienes más hermanos reparte responsabilidades y no te sientas mal por hacerlo, que tienes que seguir hacia adelante. Siempre.
Te mando en mi nombre y todo el equipo de Proyecto Kahlo un abrazo enorme y nuestros mejores deseos.
Marta García Peris
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