Cuando miras a la luna sabes que alguna persona estará haciendo exactamente eso en ese mismo momento. Es más, igual incluso está pensando, como tú, que alguien estará mirando la luna al mismo tiempo. Y es más, igual piensa que quien lo está haciendo está pensando en las personas que lo están haciendo también. Y por ende, alguien está pensando en ti.
No intento formar un rompecabezas sino mostrar esa necesidad que tenemos de conectar.
No con la luna, sino con otras personas.
Esa búsqueda de conexión, esa necesidad de saber que no estamos soles en este mundo. Que hay alguien más.
Las ciudades se masifican y hay puntos de nuestra geografía que parecen imantados porque todo el mundo termina en ellos como si una fuerza extraña les atrajese. Llamémosle moda.
Ahora podemos desayunar con alguien que esté a 10.000 km de distancia, amar a alguien a quien nunca hemos visto en persona y compartir nuestro mundo como queramos: un escrito, un video, una fotografía, un tweet…
Pero seguimos teniendo esa sensación de que tiene que haber algo más.
Seguimos buscando la magia.
Y es que todo esto que nos acerca nos puede dar una falsa sensación de compañía porque esa persona no deja de estar a 10.000 km, sigues sin poder oler a esa persona que te hace sentir y la ventana de tu mundo se valora en corazones, me gustas o RT.
Puedes hablar con muchas personas a través de una pantalla pero luego a veces cuesta que se de una conversación de verdad fuera de ella.
Siempre tendemos a echar la culpa a lo externo, seguro que habéis escuchado o dicho frases tipo: “la culpa es de las redes sociales, que más que acercar alejan” o “ahora que estamos más conectades que nunca, estamos más desconectades que nunca” pero ¿esto es así?
Lo bueno de poner el foco en algo ajeno es que te limpias las manos, te preocupas pero más de postureo que en serio porque, como es algo que -supuestamente- no depende de ti, no puedes hacer nada.
Ejem.
¿Y si nos responsabilizamos de nuestras conductas? Puede parecer algo muy obvio: “soy responsable de lo que hago y de lo que no hago” pero ¿lo es? Me temo que no.
Cuando quedamos con gente y no nos separamos de los dispositivos móviles.
Cuando interrumpimos una conversación o una cena por el sonido de un mensaje.
Cuando nos ponemos a atender una llamada estando con alguien.
Cuando usamos la capa de invisibilidad de Harry Potter para criticar algo por internet -de maneras y formas que nunca utilizaríamos en persona-. Eso no está bien visto ni en Hogwarts ni en ningún sitio. No lo hagas.
Cuando me pido tal plato porque en foto va a quedar fetén… #healthy #foodporn
Cuando me “vendo” en una app de ligoteo y termino pareciendo un producto de AliExpress.
Cuando, cuando, cuando…
Pero nos acerca cuando podemos hablar con esa persona que no tenemos cerca, cuando podemos aprender cosas nuevas, leer, conocer, abrir nuestra mente.
Lo que pasa es que a veces resulta más fácil tener la protección del teclado, la ayuda de los emoticonos, el poder detener el tiempo para pensar qué decir y cómo. Y cuando salimos a la calle nos sentimos desnudes, desprotegides, vulnerables.
No se en qué momento nos vendieron que la vulnerabilidad y la sensibilidad son negativas. Me pregunto cuándo tener defectos se convirtió en algo tan oscuro, algo que ocultar. Y quién o qué nos dijo cuáles son esas cosillas que tenemos que no están bien vistas.
Nos quejamos cuando en internet solo se vende lo positivo y nos tiramos de los pelos cuando en Twitter se ensalza lo negativo.
Fridas, Kahlos, no creo que os descubra el mundo cuando os digo que todes tenemos días buenos y malos, que todes tenemos cosas maravillosas y horribles, que todes tenemos mucho que experimentar, vivir, aprender y que es tan absurdo avergonzarse de ello que hacerlo por tener la nariz en la cabeza.
Ir por la vida pensando mal por anticipado no ayuda, los escudos y muros que creamos no solo no nos protegen de lo negativo sino que nos aíslan de todo, lo bueno incluido. Gritamos al viento que queremos sentir mientras corremos cuando alguien se acerca “demasiado”.
Sufrir, que te hagan daño, decepcionarte, enamorarte, que te rompan el corazón… eso es la vida y por querer privarnos de algo lo hacemos de todo.
Y si algo nos está diciendo ese pensamiento mirando la luna, es que la magia existe.
Que hay posibilidad de conectarse de manera sana con el mundo exterior.
Que podemos hacerlo a través del móvil o en una cafetería.
Pero que, para que esa conexión se dé, para que ese anhelo y ese vacío desaparezca, tenemos que hacer una cosita. Sólo una.
Ser como somos.
Ni más ni menos.
Y esta noche miraré a la luna y pensaré en cada une de vosotres que haréis lo mismo.
No estamos soles.
2 Comentarios
Hola Marta, soy Sonia y leerte me hizo bien.
Siento que pienso muchas cosas pero a la hora de accionar me quedo en la nada, e incluso contradigo mis reflexiones.
«Gritamos al viento que queremos sentir mientras corremos cuando alguien se acerca “demasiado”. Me sentí muy identificada con esto. Yo siempre pienso y digo que lo que menos me gustaría que me pasara es quedarme sola, pero no me había dado cuenta de que, muchas veces, soy yo misma quien construye estos muros que me aíslan. Quiero sentir, realmente quiero sentir, pero me acobardo ante la mínima posibilidad de mostrar mis defectos, de desnudarme ante quien sea que me este observando. No había pensado, hasta que te leí, que al acobardarme me estoy perdiendo de todo, y me quedo con nada, con lo de siempre, con lo que ya sé.
Yo tampoco sé en qué momento nos vendieron que la vulnerabilidad y la sensibilidad son negativas, es una idea que urgentemente hay que dejar de comprar.
Gracias por compartir, así como muchas personas pueden estar mirando la luna al mismo tiempo y pensando une en el otre, tus palabras están siendo leídas por muchas personas y siento que de alguna forma u otra, nos conectan.
¡Te mando un abrazo fuerte desde Argentina!
Gracias Sonia por tus palabras, me has emocionado 💜 te mando un besazo enorme!!