Una Frida nos comparte este poema, resultado de un taller sobre violencia de género
Sus ojos brillaban, no de placer sino de dolor.
De ese dolor del alma que se cuela escurridizo hasta empañar el color.
Pero no le cayó ni una sola lágrima.
Contó su relato, infinito casi como la cantidad de violencias que lo atravesaban, pero no se quebró.
Muy por el contrario, cada tanto sonreía, como si cada golpe que recibió le causara algo de gracia.
Yo la miraba, asombrada, inmóvil. Miraba sus labios, miraba sus ojos. Estaba como disociada, y yo la miraba. Esa dualidad me resonaba, y mientras la miraba, volaba…
Por momentos alto como para oler su fuerza, y en ella la de todas, firmes, invencibles, juntas.
Y por otros bajo, muy bajo, como para sentir el calor del infierno de las injusticias en las entrañas, sintiéndome desolada, abatida, doblegada.
No se por qué pero éste caso era diferente.
Esta vez no me fui con el nudo estomacal que solía acompañarme por horas, sino que una explosión de lágrimas incontenibles, inevitables me desbordaba, intentando liberar quizás, las que ella aguantó durante las horas que duró el encuentro.
Cada golpe que recibió venía a mi como una angustia imparable.
Cada puerta que se le cerró me hacía sentir pequeña, diminuta, invisible.
Y cuando me pude ver de nuevo, en el reflejo de sus ojos espejados de tanta humedad, entendí por qué estaba ahí a pesar de que me hiciera mal.
Entendí su potencia, su habilidad de hablar con la mirada y ver con las palabras.
Entendí por qué lo hacía, por qué pedía a gritos con sus ojos pero había callado con su habla.
Entendí que no era una elección, no, claro que no, ni una coartada.
Entendí el mensaje, entendí el mandato.
Entendí el castigo, entendí el letargo.
Entendí que la ausencia de Estado se traduce en crímenes políticos, de los que los medios, los profesionales y la sociedad son los cómplices más leales.
Y entendí sobre todo, que la respuesta a esos crímenes, será siempre estar de este lado, junto a los ojos llorosos, junto a los brazos cansados.
Junto a los ojos que hablan, junto a los pasos alados.
Seguramente quedan muchas cosas por entender.
Seguramente queda mucho por recorrer.
Pero si de algo estoy segura, es de que si caminamos juntas no nos van a vencer.
Si caminamos juntas no vamos a retroceder.
Si caminamos juntas miedo ya no vamos a tener.
Juliana Núñez (24),
San Juan, Argentina.
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