A veces les agorafóbiques sienten que no pueden formar parte del activismo porque no pueden acudir a grandes concentraciones, pero Julia nos demuestra que pueden hacer mucho más de lo que creen.
Activismo. Un palabro grande, jugoso, combativo, vivo. Nunca supe muy bien qué significaba ser activista. Supongo que siendo pequeña, lo primero que invadía mi mente si pensaba en une activiste era la imagen de un grupo de Greenpeace subido a una zodiac persiguiendo un enorme barco en un mar embravecido que casi los engullía. Y, claro, me decía que el activismo no era para mí. No hasta el punto de arriesgar mi vida para hacer frente a gigantes.
En mi familia la militancia nunca fue activa ni colectiva. Entiendo, pasados los años, que en mi casa el activismo era cultural, recogido, silencioso. Activismo mental, ejercicios intelectuales y amorosos en los que compartíamos puntos de vista. Debatíamos mucho en mi familia, lo seguimos haciendo. Pero no sacábamos a la calle estos combates. Siempre se quedaban dentro de casa, entre los cojines mullidos del sofá o la mesa de la cocina.
Evidentemente eso que te acompañó mientras crecías explica también quién eres a día de hoy. Cuando, durante la adolescencia, comencé a acudir a manifestaciones o tomé parte en sentadas y protestas, descubrí un mundo desconocido hasta la fecha para mí. Me esforcé por unirme a la lucha por las más diversas causas. Me gustaba sentirme parte de algo más grande que yo misma, que mi propia lucha. Pero también, a veces, me olvidé de escucharme a mí misma.
Actualmente, me cuesta mucho acudir a manifestaciones o concentraciones. Padezco agorafobia, me asfixio un poco, se me nubla la vista y me cuesta sentirme cómoda. Descubrir que mi activismo no iba dirigido hacia la calle fue duro, un poco triste. Yo quería pelear, gritar, sentir la emoción de lo colectivo fluyendo por mis arterias. No poder formar parte de eso me duele aún a día de hoy.
¿Cómo debatir, concienciar, exponer, aprender, compartir o manifestarse cuando te cuestan las multitudes?
Para mí, la escritura es activismo. Siento que poniendo palabras juntas, hilando ideas y leyendo, leyendo mucho, estoy contribuyendo de alguna manera a algún cambio. Sentarme, reflexionar, poner sobre el papel cosas que he debatido con mis amigues. Escribir para retarme, para ordenar lo que siento y recibir críticas y apuntes.
Nada es permanente, de todos modos. Y se puede hacer activismo de muchas maneras. Aquí algunas:
- Activismo online, desde el sofá, en bata o en camisón: si te cuestan las multitudes, por el motivo que sea, puedes escribir, comentar, visualizar o compartir. Puedes mandar mensajes a tus amistades, crear grupos de debate online, comentar con argumentos convincentes en foros o reenviar a tu abuela y a tu abuelo, a tu tía y a tu amiga, algún contenido que te haya tocado profundamente.
- Activismo de bar o de barrio: las cafeterías y las tabernas son lugares propensos al debate encendido y abierto. Puedes defender tus argumentos y aprovechar la atmósfera festiva para venderlos acompañados de unas cañas. Te volverás tú misme más proclive a escuchar atentamente al enemigue y puede que desarrolles una rapidez mental inaudita para convencer a les oponentes de tu postura feminista, izquierdosa e incluso anárquica.
- Activismo de vecindario: a veces, con tanto Greenpeace y tanta gran escala, podemos olvidarnos de que el cambio empieza por nuestro ombligo y el de nuestre vecine. En el súper, en la escalera de tu edificio o en el parque donde sacas a pasear a tu perro pueden surgir círculos de debate que posteriormente lleven sus propuestas a la asociación de vecines y de ahí… ¡Quién sabe adónde más!
- Activismo en soledad, resultados colectivos: a veces, hacer cosas a las que no estamos acostumbrades, discutir con nosotres mismes o llevarnos la contraria, son actos que pueden tener resultados increíbles. Prueba a intentar convencerte de algo para ti impensable, mírate algún vídeo promocional del partido que más detestes, lee algún editorial de un periódico casposo. Puede que así te nutras y luego te resulte más fácil practicar los activismos resaltados en los puntos primero, segundo y tercero.
Que no cunda el pánico si te cuesta acudir a las manifas, porque aún existen mil y una maneras de militar y ser active. En tu carro de la compra, en tus elecciones alimentarias, en tus debates familiares o amistosos previos a las elecciones, en tu modo de relacionarte con tus vecines, incluso en tu mirada puede haber activismo. Todo depende de que te cuestiones y nunca, nunca, dejes de hacerte preguntas y de buscar nuevas respuestas.
Y aun así, siempre nos quedará la cola de las manifestaciones, las concentraciones a nivel más local o la ventana de algún amigue que viva en el alguna parte del recorrido. ¡Ánimo compañeres!
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