Matrimonio y feminismo parecen dos términos aparentemente en contradicción, pero, ¿es cierto? Elo nos cuenta su experiencia.
Soy una mujer de 30 (casi 31) años, feminista y doblemente casada. No, no ha habido ningún divorcio de por medio; me he casado dos veces con la misma persona: una en Las Vegas y otra en España. El matrimonio ha sido visto históricamente por las feministas como una herramienta más del patriarcado para controlar a las mujeres. Y sí, esto es cierto; pero, ¿se aplica esto a todos los casos? Vayamos por partes.
El matrimonio como institución tradicional ha sido ( y es) muy dañino para las mujeres: matrimonios concertados, la dote matrimonial que debía ser pagada por la familia de la novia, el estatus de señorita antes de casarse y de señora tras el matrimonio… Casarse iba ligado a tradiciones que despojaban a la mujer de su capacidad de decisión y de voz. Éramos meros objetos que pasaban de la mano del padre a la del marido. Por fortuna, hemos evolucionado en este aspecto.
Aunque en muchos lugares del mundo el acto de contraer matrimonio sigue ligado a tradiciones que discriminan a la mujer (e incluso conozco casos hoy en día en los que se ha llevado a cabo un matrimonio híper tradicional en el que se da por hecho que la mujer se quedará en casa a cuidar de su marido y sus hijos; sí, esto sigue ocurriendo en 2018 en España), creo que en la gran mayoría de los casos se trata de una decisión consensuada por ambas partes y llena de alegría e ilusión.
En mi caso, cuando mi marido y yo nos casamos en Las Vegas llevábamos juntos apenas ocho meses; pero hicimos un viaje por la costa oeste de EE.UU. y nos hacía mucha ilusión, en pleno apogeo de nuestro enamoramiento, casarnos allí. Al volver de ese viaje nos fuimos a vivir juntos y un tiempo después decidimos que queríamos celebrar el amor que sentimos el uno por el otro rodeados de nuestra familia y amigues más cercanos, que era más práctico a efectos legales y que encima tendríamos 15 días de vacaciones en el trabajo para irnos de luna de miel. ¡Todo eran ventajas!
Todas las decisiones sobre la boda, los regalos para les invitades, la luna de miel, el menú, el restaurante, etcétera, fueron tomadas por les dos. Nos curramos a mano las invitaciones, la lista musical, el photocall y un montón de cosas más. Queríamos que fuera algo de les dos y para les dos, disfrutarlo juntes y recordarlo como un día de fiesta rodeades de nuestra gente más querida.
El día de mi boda fue uno de los más felices de mi vida y no, no creo que decir esto me haga menos feminista. Una de las cosas que me enamoró de mi actual marido fue que se ha ido deconstruyendo poco a poco y formándose en feminismo a raíz de conocerme. Siempre está dispuesto a tener una charla conmigo, debatimos y aprendemos juntes. No he tenido que renunciar a nada por casarme y sigo sintiéndome tan feliz, o más, como cuando era soltera.
Lo que quiero decir es que ni estar casada es sinónimo de ser menos feminista ni el estar soltera es garantía de serlo. Podemos tener una relación de pareja sana y equitativa con una ceremonia de por medio y sin tener que renunciar a nuestras ideas. Creo que la decisión de casarse es algo muy personal y que si sientes que te apetece hacerlo por cualquier motivo, el que sea… ¡Adelante! No vas a dejar de ser feminista por ello.
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