Salvar el mundo cada día

Siempre he vivido con la idea de responsabilidad como si fuera una pegatina invisible pegada en la frente. Es decir, siempre he sido más o menos responsable (quiero pensar), pero no era consciente de hasta qué punto. He aquí la reflexión que me hizo darme cuenta de la responsabilidad que llevamos a cuestas sin saberlo, y de cómo salvamos el mundo cada día a cada segundo que pasa. Disculpen la enredadera mental, pero es que hoy me levanté con los rizos bien revueltos.

Salvar el mundo cada día
Ilustración de Maite Ortega

Un día de entre tantos en el trabajo (soy enfermera), me encontré en una situación de emergencia de una paciente en la que mi intervención, milagrosamente, le evitó la muerte. Aún con la adrenalina corriendo por mis venas, otro de los pacientes (consciente de la situación) me dijo: «No puedo imaginar lo que se debe sentir al salvar la vida de otra persona.» Yo me quedé en silencio, oyendo a mi corazón latir en mi cerebro, hasta que mi concentración y mi pulso volvieron a su lugar.

Más tarde aquel mismo día, mientras me duchaba ya tranquila en casa, comencé a reflexionar: El Mundo como ente es el conjunto de todos los seres vivos que coexistimos justo en éste momento, en este mismo instante. Un segundo más tarde puede que miles de seres vivos hayan fallecido, y otros miles hayan comenzado a vivir. Entonces El Mundo dentro de un segundo, seguirá siendo, pero uno completamente diferente. Supongo que en el tiempo que toma leer esta frase, caben varios mundos.

Cada une de nosotres hace El Mundo como es, somos parte de su «identidad mundial». Cuando nacemos o cuando morimos, el mundo deja de ser el mismo. Esto me hizo pensar que cuando «salvamos la vida de alguien», en realidad estamos salvando El Mundo. Lo estamos salvando de dejar de ser como es, como ha sido hasta este instante, a pesar de su esencia continuamente permutable.

Entonces comencé a plantearme el concepto de salvar una vida. Siempre he pensado que tal expresión no debería referirse solamente al hecho de realizar una actividad o maniobra médica en situación de emergencia para prevenir la muerte inmediata de alguien. Es cierto que previene la muerte de forma aguda, porque es quizá el último segundo de vida que quedaba…pero ciertamente estoy convencida que con nuestras acciones del día a día desviamos los caminos de manera que alejamos tanto la muerte como muchos otros problemas y cambiamos las posibilidades de que ocurran diferentes escenarios. Llegué a la conclusión de que todes salvamos vidas cada día, independientemente de nuestra profesión. Así fue como el peso de la responsabilidad que sentía sobre mis hombros se elevó, y comencé a ver que era un peso compartido con el resto de la sociedad:

«Cada vez que cuidamos, valoramos, apoyamos a otres seres vives que forman parte de la armonía de esta identidad global que conformamos todes, estamos determinando el curso de la vida, estamos salvando vidas, es decir: ESTAMOS SALVANDO EL MUNDO.»

Quizás somos yo y mi mente paranoica y filosófica las que vemos esta correlación de sentidos. Pero quisiera pensar que no estoy completamente loca, y que alguien más me entiende cuando intento explicar que todes somos responsables de salvarnos a nosotres mismes y a les que nos rodean cada día… y que deshacerse de ésta responsabilidad es tan difícil como pretender no ser parte de este mundo.

Desde ese momento traté de analizar mi propia vida, y descubrir todas las maneras en que estaba salvando el mundo cada día: yendo a trabajar, respetando a otras personas, cuidando del medio ambiente, luchando contra injusticias, amando a los demás seres vivos… Creo que todes estamos sosteniendo El Mundo tal y como es en nuestras manos, mientras caminamos sobre una cuerda floja.

Hay días que me frustro, porque veo que hay tantas personas que se dedican a mover esa cuerda floja, a intentar tambalearte o hacerte caer, y convierten el día a día en algo tan difícil… tanto individualmente (discriminación, críticas destructivas, emociones negativas, envidias) como de forma global (política y leyes, economía, sociedad, fronteras, guerras…) que a veces dan ganas de quitarse la capa de super-heroína y bajarse del mundo.

Pero eso no sumaría nada positivo al balance general de lo que ocurre a nuestro alrededor. He aprendido a sobrellevar esa carga de responsabilidad que me corresponde como persona y como mujer feminista, mi rol en El Mundo… y me temo que hoy me coge con más ganas que nunca de luchar por lo que es necesario… así que he de decir a todos aquellos «super-héroes» de pacotilla con mallas y antifaz:

¡Apártense de mi camino, que un día más, VOY A SALVAR EL MUNDO!

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